La reina del amor y la belleza.

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¡Buenas...! Estamos de regreso con otro cap.

Espero les guste.

-X-

Harry XXII.

La fría neblina matutina helaba los huesos de Harry mientras se dirigía hacia las lides. Le pareció escuchar una voz que llegaba de más allá, y no solo él lo escucho.

-¿Qué es eso?-pregunto Ned.

-Son rezos-respondió Lady Ashara, perpleja-. Una canción de la Madre.

-Bueno, no hay nada extraño-murmuro Harry-. La Fe envió trescientos septones, y otras tantas septas para el torneo.

Nada menos que cuatrocientos grandes y pequeños señores se encontraban en Harrenhall, cada uno con una cohorte de caballeros, escuderos, criados, cocineros y servidores. Lord Aryan Stark había acudido con trescientos hombres, entre ellos una veintena de hermanos negros. Según le contaron, Lord Mace y Lord Hoster, queriendo superarlo, acudían cada uno con quinientos.

No había representantes de las Islas del Hierro, y casi ninguno de allende los mares. Pero había dornienses, coroneños y ribereños en cantidades. Y también comunes. Mercaderes y comerciantes bajaron a Harrenhall por centenares. Caballeros andantes y jinetes libres arribaron buscando empleo para su espada; cortabolsas, buscando dineros; viejas y jóvenes, buscando marido. Ladrones y putas, lavanderas y vivanderas, juglares y mimos, llegaron del este, el oeste, el norte y el sur. Y hombres de la Fe: trescientos septones y septas, hermanas silenciosas, hermanos mendicantes...

-Son esos-dijo Harry.

Un grupo de hermanos mendicantes abría la marcha. Eran hombres barbudos y desastrados con túnicas de lana basta; unos iban descalzos y otros con sandalias. Tras ellos caminaba más de un centenar de hombres, mujeres y niños harapientos, una cerda de piel con manchas y varias ovejas. Algunos hombres llevaban hachas; los más, sólo garrotes rudimentarios y porras de madera. Al ver al grupo norteño, los monjes se detuvieron, y sus rezos cesaron.

-¡Bondadosos señores, la Madre...!

Se detuvieron bruscamente, sus ojos fijos en los blasones y estandartes con los lobos huargos de Invernalia.

-Lord Aryan Stark-dijo un hombrecillo con ropa de septon.

A pesar del frío del invierno, no llevaba camisa, y tenía una estrella de siete puntas grabada en el pecho. Los guerreros Ándalos se habían grabado en la carne estrellas como aquella cuando cruzaron el mar Angosto para doblegar los reinos de los Primeros Hombres.

-Ese soy yo-Aryan sonrió con cautela-. ¿Y ustedes?

-Somos gorriones-replico el septon.

-¿Gorriones?-Aryan tenía la boca curvada.

-El gorrión es el más común, el más humilde de los pájaros, igual que nosotros somos los más comunes y humildes de los hombres-El septón tenía el rostro largo y anguloso, y una barbita corta castaña, ya algo canosa-. Somos los sirvientes de la Fe. Los defensores de los Siete.

-¿La Fe está en guerra y no lo sabíamos?-se burló Brandon-. ¿Desde cuanto necesita defensores?

Un monje les escupió; una mujer les iba a lanzar una piedra pero se lo pensó mejor.

-Es todo culpa de ustedes, los norteños. Hombres sin dios y adoradores del demonio, que rezan a ídolos falsos y árboles de muerte. El Padre clama justicia para estas tierras, y la Madre, en su infinita misericordia, les da una oportunidad. La Vieja les ilumina el único camino. Vamos, Lord Stark, renuncie a sus árboles, denuncie a sus falsos dioses. Venga con nosotros al Gran Septo de Baelor, y que allí Su Altísima Santidad lo reciba en la Luz de los Siete.

Se Acerca el InviernoWhere stories live. Discover now