La Antigua Volantis.

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Estoy de regreso, chicos, con otro cap.

Espero les guste.

-X-

Aryan XVI.

Harry encontraba cierta gratificación al pasear por encima de la Muralla Negra de Volantis. Le recordaba de cierta forma al Muro, aunque a una escala mucho menor, pero le permitía ver toda la ciudad.

Volantis estaba erigida a horcajadas sobre una desembocadura del Rhoyne, donde el río besaba el mar, y el Puente Largo unía sus dos mitades. La parte más antigua y rica de la ciudad se alzaba al este del río, con el camino del río estaba iluminado por faroles que colgaban de puntales de hierro y se mecían con el viento. Las calles eran anchas, y los edificios, imponentes, algunos incluso con cúpulas acristaladas, pero ninguno más que el templo de R'hllor. El templo del Dios Rojo era una monstruosidad de columnas, peldaños, arbotantes, contrafuertes, cúpulas y torres, todo unido como si lo hubieran tallado en una única roca colosal. Sus fachadas lucían un millar de tonos de rojo, amarillo, naranja y dorado, que se mezclaban y se fundían como nubes al anochecer. Sus esbeltas torres arañaban el cielo como llamaradas detenidas en el tiempo.

El oeste del río era la zona más pobre de la ciudad, repleta de niños desnudos que pululaban por los callejones y gritaban con vocecita aguda. Allí amplias zonas de Volantis se estaban hundiendo en el lodo sobre el que se construyeron, la mitad de las fuentes se había secado y casi todos los estanques estaban agrietados o llenos de agua hedionda. Las enredaderas trepaban por cualquier grieta de los muros o la calzada, y en tiendas abandonadas y en los templos sin tejado habían arraigado árboles nuevos.

Lo único que le desagradaba de la Muralla Negra eran las moscas. No eran tan problemáticas como en el resto de la ciudad pero aun así resultaban molestas.

Solo cuando el sol estuvo en su punto más alto, cuando el calor era más insoportable, Harry emprendió el largo descenso.

La Muralla Negra era un gigantesco ovalo de piedra fundida, construida cuando Volantis no era más que un puesto de avanzada del Feudo Franco de Valyria pero ni el tiempo ni el uso habían desgastado la piedra. En su interior había un centenar de esplendidos y monumentales palacios, con docenas de torres, piscinas y jardines. Ninguno era, sin embargo, más grande que el Gran Palacio de los Triarcas.

Fue allí donde estableció su sede cuando entro a la ciudad, seis lunas atrás. Tras la derrota del ejército esclavista en Selhorys, sus hombres comenzaron a llamarlo Aryan el Grande, Aryan el Conquistador y Aryan el Magnífico, entre otros muchos epítetos que se multiplicaban con cada día que pasaba, con cada nueva victoria. Las ciudades de Valysar y Volon Therys se habían rendido sin presentar batalla después de enterarse de la derrota del gigantesco ejército de los Triarcas.

En Volantis si había esperado una batalla. La Antigua Sangre aún tenía ejércitos de mercenarios y unas fuertes murallas, pero tampoco fue necesario. Sus tropas llevaban apenas un día frente a los muros de Volantis cuando comenzaron a escuchar gritos desafiantes dentro de la ciudad, que se convirtieron en alaridos de pánico a medida que la noche pasaba. Amanecía cuando todas las puertas de Volantis se abrieron: los esclavos se habían levantado una vez más, y en aquella ocasión, con éxito.

La ciudad de Volantis le fue entregada de inmediato.

En la Plaza del Pescado, con la Casa del Mercader de fondo, los capitanes y comandantes de treinta compañías mercenarias aguardaban por él. La mayoría había peleado por la Antigua Sangre... Hasta que vieron que por cada mercenario había diez esclavos en rebelión, y de un momento a otro, depusieron sus espadas: para entonces la mayor parte de la ciudad ya estaba en manos de los sublevados. Los más férreos habían sido la Compañía Dorada, y por ello, Aryan los colgó a todos.

Se Acerca el InviernoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant