El Imperio Dorado de Yi Ti.

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Buenas

Ya aquí traigo el ultimo cap en Essos, y para el siguiente, ya estaremos en los Siete Reinos.

Espero lo disfruten.

-X-

Aryan XVIII.

Cuando volvía su vista al este veía las colinas tornándose más escarpadas, y poco después aparecían las montañas, como si flotaran sus cimas contra el cielo, gigantes de un verde grisáceo, tan colosales, abruptas y amenazadoras. Eran los Huesos, en efecto, el mayor macizo del mundo conocido.

«Si apilo las Montañas del Norte sobre las del Oeste, y encima, pongo todas las Montañas de la Luna, ni siquiera suman un tercio de toda la altura de los Huesos».

-Mil caminos llevan a los Huesos-murmuro Jeor Mormont, el Oso, que cabalgaba a su lado-, pero solo salen tres

-¿Cómo dijo, mi señor?-pregunto Harry, volviéndose.

-Es una frase que me enseño mi viejo maestre, Lord Stark

Había algo de verdad en ello. Si bien de lejos los Huesos parecían infranqueables, eran cientos los senderos, caminos de cabras, sendas de venados, cauces y cuestas por las se podía internarse en las montañas un viajero, un comerciante y o un aventurero. Pero los ejércitos solo podían tener esperanza en tanto no se apartasen de las rutas principales, los tres grandes pasos de montaña que establecían un puente entre el mundo del este y el del oeste: el Camino del Acero, el Camino de la Piedra y el Camino de la Arena.

Pero incluso por esas rutas transitadas seguía siendo arduo y arriesgado el cruce de los Huesos, sin mencionar el alto precio a cambio del salvoconducto, pues al otro lado de las montañas se erguían tres poderosas ciudades fortificadas, últimos vestigios de la antigua grandeza del Patrimonio de Hyrkoon. Bayasabhad, la Ciudad de las Serpientes, custodia el extremo oriental del Camino de la Arena, y cobraba un tributo a todo aquel que pretendiese pasar. El Camino de Piedra, con sus hondas gargantas y sus estrechas e incesantes curvas, pasaba al pie de las murallas de Samyriana, ciudad de piedra gris, cortada en la roca de las propias montañas a las que defendía. Al norte, el Camino del Acero lo recorrían guerreras cubiertas con pieles que, cruzando puentes colgantes y pasadizos subterráneos, escoltan a las caravanas que iban y venían de Kayakayanaya, cuya muralla era de basalto negro, hierro negro y hueso amarillo.

Harry necesitaba cruzar el Camino de la Arena... y otro más: el Camino del Mar, que empezaba en Qarth y terminaba en Asabhad, sin internarse en las Montañas de los Huesos. Era desde allí donde el Dios Emperador de Yi Ti reunía sus inmensas legiones para ponerle fin.

-¿Qué opina usted, Lord Mormont?

-Existe un gran riesgo en cruzar el Camino del Mar, mi señor. Es estrecho, no más que un sendero de cabras, donde nuestros grandes números no nos supondrán ventaja alguna. Los yitienses solo necesitaran una pequeña fuerza para contenernos hasta desangrarnos por completo.

«Y los yitienses tienen algo más que una pequeña fuerza».

Pocas tierras evocaban tanto encanto y misticismo en los Siete Reinos como Yi Ti, un país grande y diverso, un territorio de llanuras ventosas y colinas, selvas y bosques tropicales, lagos profundos, ríos caudalosos y mares interiores en pleno retroceso. Las riquezas de sus príncipes eran tales que vivían en casas de oro macizo y cenaban dulces espolvoreados con perlas y jade. También era, de lejos, la tierra más poblada en todo el mundo conocido, lo que se equivalía a la capacidad de reclutar huestes inmensas, de varios cientos de miles de soldados.

En cierta forma, le recordaba a China, en su viejo mundo, y si Yi Ti era China, entonces Leng era Japón.

-Lo mismo digo yo. Necesito Bayasabhad.

Se Acerca el InviernoWhere stories live. Discover now