La Isla de los Dioses.

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Tras dejar Desembarco del Rey, y con incitación de la Muerte, Harry/Aryan viaja a la Isla de los Dioses, donde descubrirá a los Hombres Verdes e Hijos del Bosque.

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-X-

Harry VIII.

Estaba lloviendo cuando llegaron al Ojo de Dioses, tres días después de abandonar Desembarco del Rey.

Harry tenía el cabello empapado y pesado, con mechones sueltos pegados por todo el rostro. Imaginaba, por supuesto, que no tenía un aspecto muy señorial, desde luego. En el Norte, cuando era más chico, acostumbraba a jugar bajo la lluvia con sus hermanos, aunque allá las gotas de agua eran heladas y cortantes, como navajas, y en cambio, en las Tierras de los Ríos, la lluvia era cálida y suave.

Eran buenos recuerdos que Harry siempre atesoraría. Y era por más recuerdos como esos que estaban allí. Si la Muerte tenía razón, entonces Lord Cuervo de Sangre pretendía usar a Harry para combatir en la Larga Noche... y en el proceso, sacrificar a sus hermanos e hijos. Bueno, Harry aun no tenía hijos, pero si hermanos a los cuales adoraba. Y quemaría el mundo hasta reducirlo a cenizas antes de permitir que algo les pasara.

En su camino al Ojo de Dioses, Harry no había vuelto a soñar con el Cuervo, aunque estuvo muy atento. Quizá el Cuervo temía que la Muerte apareciese de nuevo y que en aquella ocasión, fuese para llevárselo.

-Lord Stark-dijo Desmond, acercándose a lomos de su caballo-. Hay una pequeña aldea, como a un kilómetro de aquí, y allí tienen botes.

Harry desmonto en silencio y se refugió bajo un gran olmo que crecía a orillas del lago. Jacks y Rickon estaban levantando la tienda de Harry. Alyn atendía a los caballos y les daba de comer manzanas. Tom y Shadd se excusaron, tomaron sus arcos y fueron a cazar unas aves, prometiendo que tendrían una buena cena a base de patos y codornices.

-Bien-dijo Harry, cuando reparo en que Desmond aun esperaba una respuesta-. Regresa allí y compra un bote, luego tráelo aquí. Se discreto y cauto, según debas. Sin blasones. Paga por el silencio de los campesinos, si es necesario.

-Como ordene, mi señor.

No serviría de nada si Hoster Tully, o cualquier otra persona, se enterase que estaba en las Tierras de los Ríos, cuando se suponía que debía estar de camino a Puerto Blanco. Había embarcado a Ned con los huargos, Honor y Canuto, en el Sueño de Verano, la nave que habían tomado para llegar a la capital, y los envió de regreso al Norte con Ser Martyn y casi todos los Colmillos de Lobos. Pero Harry se quedó en Desembarco del Rey con media docena de soldados, oculto en una taberna, hasta que fue el momento propicio para salir de Desembarco del Rey

Evitaron en la medida de lo posible el Camino Real, y aún más, el Valle Oscuro. Había rumores de que el señor de esa fortaleza, Lord Denys Darklyn, retenía sus impuestos y tenía muchos conflictos con el Trono de Hierro, de manera tal que Harry prefirió adentrarse con sus guardias entre las colinas, riachuelos y campos de las Tierras de los Ríos, hasta que llegaron a su objetivo.

Y, ante él, estaba el Ojo de Dioses. Era un lago inmenso con agua de color verde fangoso, que eran cálidas y ondulantes. Había juncos y matorrales salpicando su ribera, así como uno que otro árbol o caserío, por lo que Harry podía ver.

Era un lugar impresionante. Incluso desde donde estaba, lograba divisar las monstruosas torres de Harrenhall, la vasta fortaleza que construyo Harren el Negro, en los tiempos en que el Tridente era gobernado por los Hombres del Hierro. Harren había empobrecido y saqueado las Islas del Hierro y las Tierras de los Ríos, buscando piedra, oro, madera y trabajadores para edificar su sueño, y el mismo día en que lo vio terminado, Aegon el Conquistador piso los Siete Reinos. «La ironía no deja de ser divertida», Harry soltó una risilla al imaginarlo. «Aunque, por supuesto, imagino que a Harren no le hizo ni un poco de gracia».

Se Acerca el InviernoWhere stories live. Discover now