Capítulo 32

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Al final tuve razón. La noche fue una mierda, pues cuando conseguí dormir mi mente no tuvo nada mejor que hacer que revivir la imagen del pub, pero el Hugo de la pesadilla iba más allá y me rechazaba diciéndome que me fuera, que no quería saber nada más de mí. Me desperté con el corazón agitado y la respiración entrecortada. Joder. Maldito Hugo.

A la mañana siguiente me fui a trabajar. Por suerte, los domingos, al ser más tranquilos, trabajaba yo por las mañanas y Mónica por las tardes, así que tenía tiempo para reflexionar y ver qué le iba a decir y cómo. Pero, a pesar de ser domingo, el éxito del evento había hecho que se llenara pronto de chicas que querían más galletas personalizadas —que ya no nos quedaban— y preguntaban si haríamos más firmas como esa. No sabía qué responder, pero estaba contenta con los resultados.

En un hueco libre que encontré, entré en el perfil de Instagram de Clara. En él había subido varias fotografías del evento y en una aparecía una de las ilustraciones de Mara, y la había mencionado, dándole los créditos que le correspondían.

Aprovechando que todos los clientes estaban atendidos y no entraba nadie más, decidí revisar los comentarios para ver cuáles eran las opiniones. Sonreí al ver que la inmensa mayoría estaba emocionada con los detalles y muchas se lamentaban por no haber podido ir. Incluso varias felicitaban a Mara por el trabajo y preguntaban si iba a hacer algún sorteo para conseguir una. Quizá si hacía eso junto a Clara podía impulsar su trabajo aun más, así que hice un pantallazo y se lo mandé por Whatsapp. Luego decidí entrar en el perfil de Hugo, porque masoquista se nace, no se hace.

Para mi sorpresa, no había subido ninguna historia ni ninguna foto al feed. Llevaba días sin publicar nada interesante. Fruncí el ceño, ¿por qué lo había hecho? ¿Por qué había decidido liarse con otra delante de mis narices? Estuvimos tan bien, había sido tan agradable... que ese cambio tan brusco me preocupaba y entristecía a partes iguales.

Suspiré. No quería rayarme, así que decidí centrarme en limpiar la barra mientras pensaba en la sesión de cuentacuentos que pretendía que hiciera Hugo. Ya no se metía tanto conmigo, pero seguía pensando en que se merecía experimentar lo que era estar un rato rodeado de niños y niñas de cinco años. Y que diera gracias que no le había tocado con los de tres, eso sí que era un no parar, haciendo malabarismos para que su atención durase más de cuatro minutos.

Pensar en eso hizo que lo que me quedaba de jornada laboral fuera rápido y cuando Mónica llegó ya tenía un mensaje de Hugo advirtiéndome que me esperaría en el portal para que no me escaquease.

Hice el camino de vuelta con un nudo en la garganta, estaba tan nerviosa que sentía que mi mente se había paralizado. Y todo empeoró cuando lo vi apoyado en la pared con la mirada puesta en su móvil, estaba viendo TikToks, aunque deslizaba el dedo a una velocidad vertiginosa.

—Hola, Hugo —saludé y guardé las manos en los bolsillos.

—¿Día duro en la cafetería, bombón?

Rodé los ojos ante el juego de palabras y negué con la cabeza. Esperaba que no fuera de los típicos tíos que corría un tupido velo y hacía como que nada había sucedido, eso me decepcionaría demasiado.

—En fin... no sé cómo empezar. Quería hablarlo en una cafetería tomando algo, y te invito yo, por supuesto, pero al ver tu cara mejor intento explicarme ahora y si tienes ganas tomamos ese café después.

Me crucé de brazos y lo observé sin decir palabra. Al no ser nada serio tampoco podía excederme, no éramos nada.

—Lo siento. Eso lo primero —soltó y cogió aire, el oxígeno que parecía que se le había escapado tras esas dos palabras—. Lo que dijiste de la familia yo... es un tema complicado para mí y me cerré en banda. Me preocupa mucho la felicidad de Laura y mi madre... en fin. —Suspiró—. El caso es que no supe gestionar lo que estaba sintiendo, y luego llegó Ana. Sé que va a sonar a excusa, pero me lie con ella varias veces hace tiempo y siempre me ha saludado así. La verdad es que nosotros no... en fin, que nos acostamos y eso, pero no somos nada. —Mi corazón al escuchar eso se encogió, provocándome un gran daño en el pecho, como si fuera un pinchazo, pero intenté disimular tragando saliva—, pero aún así sé que es una cerdada estar tomando algo contigo y que de repente me veas así con otra. Me cogió por sorpresa su beso y no supe reaccionar. Así que yo... eso, que lo siento. Espero que me dejes compensarte invitándote. Me gustaría empezar de cero.

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⏰ Última actualización: Apr 21 ⏰

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