Prefacio

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Hugo era el único lobo capaz de devorarme.

El único capaz de derretirme con una mirada, de encenderme con el tacto de sus dedos, de mojarme por la crudeza de sus palabras en mi oído; el único capaz de estremecerme con la fricción de nuestros cuerpos.

Éramos puro fuego. Dos pieles quemándose gracias a la electricidad que se generaba al rozarnos.

Y ahí estaba el problema: Que toda llama, tarde o temprano, queda reducida a cenizas.


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Bésame en el cuelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora