Capítulo 25

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—¿Las gracias?

—De no haber sido por él no te hubieras acercado a hablar en la fiesta y desde que te conozco mi vida es mucho más interesante.

Ahí estaba otra vez ese latigazo que me hacía vibrar, Hugo tenía la capacidad de hacer tambalear los cimientos que me esforzaba tanto por cuidar.

—Mmmm... gracias —respondí apartando la mirada de él.

—A ti por existir, bombón. Hoy, quitando el momento en que le hicieron daño a Martina, me lo he pasado muy bien.

Tragué saliva y asentí con la cabeza.

—Yo igual.

Nos miramos y sonreímos. La conexión y la confianza que me transmitía era tan fuerte que no pude evitar carraspear y continuar con nuestro camino. Aun teníamos que volver a casa y si continuábamos así corría el riesgo de quedarme atrapada bajo su hechizo y no parar de pensar en él. Tenía que centrarme en lo hablado con las chicas, divertirme, nada serio, el corazón y los sentimientos tenían que ir aparte.

 Tenía que centrarme en lo hablado con las chicas, divertirme, nada serio, el corazón y los sentimientos tenían que ir aparte

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—Así que esta es tu casa —dijo antes de pasearse por las estancias, que no eran muchas.

Al llegar a mi habitación se detuvo y le dio un repaso con la mirada. No tenía mucho, pues al ser una casa alquilada no tenía mucho margen de cosas a mi gusto, pero tenía un edredón bonito, una mesa de escritorio con un tablón con fotos y notas varias, libros alineados sobre la mesita de noche y varios peluches sobre la... ¡la cama! Al mirarla me di cuenta de que no había recogido la ropa y pegué un grito.

—¡No puedes ver mi habitación así! ¡Te juro que siempre la tengo recogida!

Me apresuré en ir hacia el montón y abrí el armario para guardar todo dentro con el rostro encendido mientras Hugo se reía. ¡Eso no tenía gracia!

—¿Pero tú recuerdas mi habitación? No voy a juzgarte, Carlota. Tu casa, tus reglas.

—Está bien. —Suspiré—, pero dame dos minutos. No tardo. Tú... ponte cómodo.

No necesitó mucho más. Para él ponerse cómodo significaba esquivar la ropa y tumbarse en la cama como si nada, con las manos apoyadas sobre la nuca. Mientras recogía podía sentir su mirada clavada en mi espalda.

—¿Hace mucho que vives aquí?

—Vine de Asturias hace tres años para empezar una nueva vida. Quería ser independiente —respondí mientras doblaba una camiseta.

—Vaya... es un gran cambio.

—¿Y tú? Porque antes de ti había unos vecinos muy molestos y... vives con Juan.

—Así que me prefieres a mí, eh. —Sonrió y rodé los ojos en respuesta—. Pues... yo también necesitaba una nueva vida.

Esperé algo más, pero al ver que se había quedado callado me giré. Hugo estaba mirando el techo, pero tenía la expresión perdida, como si se hubiera quedado atrapado en sus propios pensamientos.

Bésame en el cuelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora