Capítulo 29

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Al día siguiente estaba de muy buen humor. Ya contábamos con la aprobación de Mónica para llevar a cabo el evento de Clara, pero acababa de recibir un mensaje donde mi jefa me comentaba que en una semana se realizaría la firma y teníamos que empezar a pensar y preparar el ambiente, además de ponerme en contacto con Mara para explicarle todo.

Eso me hizo mantenerme ocupada, tenía que apuntar en una hoja las ideas para la decoración y cómo organizar el espacio para dejar sitio, pero no molestar a los clientes que quisieran estar al margen. Estaba tan absorbida dejé de prestar atención al móvil, en especial a los grupos de Whatsapp, lo tenía tirado en la otra punta del salón. Por eso cuando sonó el teléfono con una llamada entrante arrugué el ceño, estaba tan acostumbrada a mandar mensajes y audios que eso había pasado a un segundo plano.

Me levanté del sofá y al ver el nombre de la llamada entrante descolgué enseguida. Si era raro recibir llamadas, más aún que fueran de parte de Beca.

—¿Todo bien?

—¿Puedes venir a mi casa? Yo... me siento perdida.

Suspiré y tragué saliva, casi a la vez. No hacía falta que dijera nada más, pues las explicaciones sobraban, conocía lo suficiente a mi amiga como para saber que se sentía vacía, sin un rumbo que seguir. Era casi un tema tabú entre nosotras, pues veíamos cómo se dedicaba a ir de fiesta en fiesta y acostarse con el primero que se le cruzara. En un principio eso no es malo, cada quién es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo y como quiera, pero la insistencia en acostarse con tanta gente, emborronando rostros y eliminando momentos, era preocupante; Beca solo era capaz de hablar de chicos y alcohol, todo lo demás, cualquier estudio o entretenimiento, lo dejaba, pero se negaba a hablar del tema, solo respondía con un evasivo «Estoy bien».

Por todo eso lo siguiente que hice fue decirle que en nada de tiempo estaría ahí. Cogí todo lo necesario y puse rumbo a su casa. Por el camino, mientras intentaba esquivar a las personas que caminaban a prisa por las calles, me detuve a pensar en todo lo que me había sucedido en ese tiempo. Dejarlo con Fran me había traído cientos de inseguridades y sabía que mi rollo con Hugo era muy peligroso, pues corría el riesgo de volver a sufrir, y esta vez el doble, pues me asustaba conocer esa faceta suya que no mostraba casi, esa donde se preocupaba por las personas y se hacía ver más humano, donde me escuchaba y se interesaba por mis cosas, mostrándome que le importaba más allá de mi físico. Eso era peligroso, pero también chispeante, como tirarse en caída libre después de permanecer durante años encerrada en una burbuja de cristal.

Cuando llegué, la persona que me recibió no parecía la chica de siempre. Beca tenía un moño desarreglado, casi caído, junto al pijama que usaba cuando quería pasarse el día en casa. Estaba sin maquillar, ni siquiera el eye liner, y la hinchazón de sus ojos dejaba ver su ánimo.

La abracé antes de que pudiera decirme nada y ella suspiró, relajando los hombros. Aunque de puertas para afuera era la más fuerte, por dentro era tan frágil que parecía de cristal.

—No estás sola.

—Gracias, Carlota.

Sonreí para animarla y me acomodé en el sofá. Al no ver a Mara y a Gabriela supuse que estarían por llegar, pero quizá Beca quería desahogarse en privado.

—¿Qué ha pasado?

—Yo...

Beca se dejó caer en el sofá, a mi lado, y se frotó los ojos antes de mirar al techo por unos segundos y respirar, inflando los pulmones, para exhalar despacio y volver la atención a mí. Le acaricié el dorso de la mano para apoyarla.

—Estoy asustada.

Me aproximé más a ella, su pierna rozaba la mía. No quería decir nada para no contaminarla, prefería sellar los labios para que soltara todo.

Bésame en el cuelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora