Capítulo 27

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Asentí, incapaz de verbalizar nada. Seguía en shock y la vergüenza que sentía era tan inmensa que solo quería que terminara mi jornada laboral para meterme bajo las sábanas. Ni siquiera era capaz de mirar a Hugo a la cara. A pesar de haber intentado animarme, no podía evitar pensar que su imagen sobre mí había cambiado, quizá hasta se arrepentía de haberse acostado conmigo.

Tenía que huir, al menos desaparecer de su presencia; por eso decidí centrarme en atender a los clientes y, en el caso de quedarnos sin ellos, limpiar de arriba abajo la cafetería, así al menos tendría la mente ocupada.

Un rato más tarde, cuando tenía la respiración agitada por ir de aquí para allá y me había esforzado en evitar a Hugo pasando por su lado y esquivándolo, su mano sujetó mi brazo con delicadeza, pero impidiéndome marcharme. Al alzar la mirada me encontré con sus ojos oscuros.

—Carlota... no huyas de mí. No soy él.

Tragué saliva. Quería decirle muchas cosas, explicarle cómo me sentía, pero tenía tan interiorizado que si lo decía iba a parecer una persona intensa e iba a sentarle mal, que solo era capaz de callar. Me quedé congelada con su mano aferrada a mi piel.

—Mira, apenas hay gente y ya nos queda poco para marchar. Quédate en el almacén y desahógate con tus amigas. Yo me encargo. Pero no dejes que se salga con la suya.

Agradecí sus palabras asintiendo con la cabeza y me apresuré para hacer lo que dijo. Una vez estuve escondida tras esas cuatro paredes permití que la tristeza empañara mis ojos y comencé a llorar. Dejé que el susto y la humillación me envolvieran y descargué todas las emociones negativas. Lo necesitaba.

Tras eso, un poco más tranquila, llegaron los pensamientos intrusivos. Mi estúpido cerebro metía el dedo en la yaga al hacerme pensar en que Hugo me había animado diciéndome que era especial, pero no había dicho nada sobre cómo era en el sexo. ¿Le aburriría a él también? ¿Se liaría con otras además de conmigo? Bueno, la verdad es que aún no nos habíamos besado y él me buscaba siempre, lo cual me dolió más. ¿Habría buscado la boca de otra? Cerré los ojos al ver que la respiración se me estaba acelerando de nuevo y sentía una opresión en el pecho; nunca había tenido un ataque de ansiedad, pero las sensaciones que estaba sintiendo me asustaban. Así que intenté concentrarme en respirar de forma pausada y enfocar la atención en otras cosas.

Mis amigas.

Sí; definitivamente, necesitaba hablar con ellas. Busqué el móvil en el bolsillo del delantal y abrí Whatsapp. No me había dado cuenta, tenía demasiados mensajes y llamadas pendientes, todo por no haber dado señales de vida desde que pasó lo del concierto. Mierda. Me iban a matar.

Gabri: ¿Qué tal el concierto al final? ¿Guay?

Beca: Me debes muchas fotos, jodía.

Mara: ¡Hasta yo tengo curiosidad! ¿Con Hugo bien?

Beca: Ayyy, he visto vídeos donde toca Bajo tus pies. Me mueroooo.

Mara: Qué raro que no haya aparecido aún. Es tarde ya.

Beca: Ya tuvo que haber acabado el concierto. Hay influs que muestran ya el meet and greet.

Gabri: ¿Carlota? ¿Todo bien?

Beca: Responde a las llamadas, Lotta. Nos estás preocupando.

Mara: ¿Carlota?

Gabri: He llamado a Martina. Nos ha dicho que estás con Hugo... en la cama.

Beca: Cabronaaaaaa. Espero que cuando vuelva nos cuentes todo con pelos y señales.

Mara: Da señales de vida mañana, por favor.

Bésame en el cuelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora