Una parte se va, otra queda

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Lily entró con elegancia al recinto de Ley Mágica, se dirigió al Auror que al verla arrugó el ceño con desconcierto. La Beta no se inmutó, era consciente que debía lucir lo más convincente posible si deseaba que la treta organizada por Albus fuese creíble.

El hombre la escuchó sin modificar su expresión, lo único que hizo fue pasarle un pañuelo de papel para que limpiara las falsas lágrimas.

—No comprendo porque su preocupación señora Evans, si no aparecen Lord Potter y Lord Black, ¿no ha pensado que es porque están juntos?

Lily rió negando con la cabeza, ya se lo esperaba, pero recordar que ella ya no era la señora Potter, sino que regresó a su apellido de soltera la llenó del coraje que pareció perder semanas atrás.

—Mi esposo, Lord Potter, porque todavía no hemos roto el vínculo mágico, aunque parece que ustedes los lobos, eso no lo entienden —el Auror no modificó su gesto, pero el brillo en los ojos le mostró a Lily que lo hizo enfurecer—, me citó para hablar de nuestro divorcio, sin embargo, no se hizo presente, voy a buscarlo a la casa que ocupa con el Omega que se le metió a los pantalones destruyendo mi matrimonio, y no encuentro nada de él, como si ni siquiera viviera en esa casa, ¿Qué piensa que debo entender?

El Auror respiró profundo sacó un pergamino del escritorio y le pidió llenarlo, Lily agradeció y completó el documento. Una medida muggle que no aseguraba que la treta fuese creída, esos eran los cambios que por influencia de Dumbledore y Granger, se introdujeron en el sistema legal y judicial del mundo mágico, y la confirmación de que no iba a tener éxito en su misión.

Entregó el papel al Auror que le explicó que se harían las respectivas investigaciones, ya habían pasado las setenta y dos horas, así que empezarían revisando la casa del Lord Teddy Lupin, y le avisarían. Cuando Lily dio por realizada su labor en el lugar, el mago la detuvo recordándole que para iniciar con los trámites debían avisar al Clan de Invierno, ya que los Black y los Potter eran parte de este.

Lily asintió, se despidió sin perder la expresión de preocupación y dio las gracias por la colaboración quedando atenta a cualquier razón, el plan de Albus fracasó por completo, ellos ya sabían de lo ocurrido en Noruega.

La Beta se paró en la puerta del ministerio y observó la calle, ¿qué había hecho de su vida en esos años? Caminó por el andén pensando en cada una de las cosas que la llevaron al punto donde estaba, al verse frente a Gringott ingresó para ir a una de las ventanillas donde el duende, como hace tantos años atrás en su primera visita a este mundo, le miró por encima de las pequeñas gafas preguntándole qué quería.

Lily dejó escapar una frase que los sorprendió a ambos, el empleado del banco le ofreció una sonrisa que causaría terror a cualquiera que no los conociera. Indicando una puerta, ella dio las gracias dirigiéndose hacia ahí.

No supo cuánto tiempo transcurrió, pero al final se sentía mucho mejor de lo que en años había estado, leyó todos los documentos y los firmó sin dudarlo, entregándoselos al duende que antes de colocar el sello cuestionó por última vez.

—¿Está segura señora Evans?

—Totalmente, aunque —el funcionario del banco la miró fijamente aguardando por la frase que podría retractar lo que causaría gran revuelo en el mundo mágico—, ¿Podría entregar este sobre a los distintos diarios? Es importante que llegue principalmente al de Seamus Finnegan.

El duende preguntó si también deseaba notariarlo, ella negó, argumentando que era una deuda personal que debía cobrar, la criatura asintió y le solicitó esperar unos minutos.

Al quedar sola Lily se relajó pensando en lo que haría de ahora en adelante, en un momento de su historia fue considerada una bruja inteligente, fuerte y con un potencial que pocos nacidos de muggles poseían, no obstante, ella permitió que esos atributos se perdieran en la obsesión de conseguir el reconocimiento que parecía escaparse entre los prejuicios de la sociedad mágica, quizás Regulus tenía razón, el problema no era ser sangre pura, mestiza o "sucia", consistía en la perdida que con los años se daba de la herencia mágica, de sus creencias y costumbres, unas que personas como Albus, los Weasley, Granger y, muy a su pesar, ella misma, despreciaban porque carecían de lo que familias como los Black o los Malfoy tenían, una tradición ancestral y sentido de pertenencia por su legado.

Una falsa historia de AmorWhere stories live. Discover now