Estretegias

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Severus le entregó la copa de brandy al Alpha que se sentó frente a la chimenea con más confianza de la que debía.

Un espía como Snape notaba en cada gesto que el mago ante él era mucho más de lo que aseguraba. Por eso, se mantuvo de pie al ver que Armand ocupó el puesto designado para el Consorte en una posición de jerarquía, no obstante, el rubio le señaló la silla vacía para que pudieran comenzar a dialogar.

—Desconoce mi lugar y ¿se toma la libertad de ofrecerme un puesto en mi propia casa?

—Usted fue quien me convocó a una hora no apropiada para su rango —repuso sin miedo el mago—, se podrá imaginar que diría el Wizengamont si conociera de esta reunión furtiva.

El Omega analizó cada gesto, los ademanes y las inflexiones casi imperceptibles en la voz de Armand, definitivamente conocía muy bien a los Malfoy, pero no era quien decía ser.

Terminando de beber la copa y por el silencio de Severus, Lucius decidió que era mejor marcharse, conocía a su pareja y un mínimo error podría delatarlo, no por nada tenía ante él a quien burló por años a Lord Voldemort en un juego de espionaje.

—Ya que su invitación parece que no llegará a ningún lado, prefiero irme. Dumbledore debe estar preocupado por mi tardanza.

—Entonces no me equivoqué en mis suposiciones —murmuró el Omega pasando sus dedos por el borde de la copa que sostenía. La sonrisa de burla sólo causó curiosidad en Lucius—. Lo cité aquí porque quería ver, sin presiones externas, como las que habrá en el ministerio, de qué lado de la balanza se encuentra.

El Alpha se acomodó en la silla para mostrar que la intimidación con él no serviría, para Severus el reto era una delicia que hacía vibrar su magia, en eso se parecía con Draco, pero a diferencia de su hijo, él gustaba de jugar con el oponente.

Por eso, liberó sutilmente algo de sus feromonas, necesitaba un ambiente relajado y que el supuesto Malfoy no se distrajese si quería obtener un poco más de información sobre cuáles eran los intereses que le llevaron a aparecer después de tantos años.

Lucius salivó al percibir el suave olor de la canela que tanto extrañaba, su lobo quería recuperar al Omega que le fue arrebatado cruelmente por Voldemort y Bellatrix.

—Aunque, con lo que acaba de manifestar, me ha dejado en claro que cumplirá el capricho de Lord Gaunt, es decir, que está apoyándolo.

Severus caminó hasta el hombre para quitarle la copa que estaba vacía, regresó hasta el escritorio en la parte de atrás del estudio para tomar un pergamino que selló con el escudo del Clan de Invierno extendiéndolo al platinado.

—Es la invitación para que pueda entrar al Refugio en dos días, si es un Malfoy, lo escrito ahí será visible.

Lucius sabía que era verdad, los miembros del Clan y unos pocos elegidos podían dar con el hogar de los lobos de Invierno en Noruega. Aceptó el papel y se despidió extendiendo la mano que fue rechazada —como era de esperar— por el rango de Consorte que el azabache ostentaba. Quienes conocían las normas del consejo de lobos, nadie lo podía tocar a menos que el Omega iniciara el acercamiento. Lucius, en su papel de Armand, pidió disculpas por el atrevimiento e hizo una reverencia para salir de la estancia. Al abrir la puerta, Severus le detuvo con una advertencia.

—Le recomiendo que piense bien a quien va a elegir, tenga la seguridad de que Dumbledore no perdona a los traidores. Así que dígale a la señora Granger que evite perfumarlo, tal vez Lily Evans no perciba la fragancia, pero Albus si lo hará. Buenas noches.

Lucius apretó el pomo al igual que su mandíbula, había sido un imbécil al no recordar que el olfato de Severus era demasiado refinado por su profesión como pocionista, además de los años de entrenamiento para detectar y distinguir entre los aromas de los Alpha, Betas y Omegas que rodeaban al Lord Tenebroso, una habilidad que le salvó la vida más de una vez.

Una falsa historia de AmorKde žijí příběhy. Začni objevovat