Hermanos de Invierno

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Draco despertó al percibir el amargo olor de las feromonas de dos Alpha, sus sentidos se alertaron al identificar a Potter y a Vanko, sin duda pronto —si es que ya no lo estaba—, iban a alterar a Zmeya que poseía un olfato tan sensible como el suyo.

Se vistió con lo primero que encontró, y salió a donde los hombres se miraban en una posición ofensiva, el Sigma liberó levemente su aroma para atraer la atención hacia él, al mismo tiempo que trató de imprimir emociones de dolor y miedo —manipulación de la más baja—, para lograr un efecto mucho mayor, sin embargo, el grito del cachorro fue el que llegó hasta sus oídos con la desgarradora imagen del pequeño apretando la garganta con la boca abierta en muestra de que le faltaba el aire.

—¡Par de imbéciles! ¡LARGO DE AQUÍ!

Zmeya no podía respirar, su cuerpo parecía a punto de convulsionar por lo pesado del ambiente, Draco con los días veía como el cachorro mostraba más signos de ser un Omega, y por lo visto, su segundo género se mostraría como en los lobos que no pertenecían al clan de invierno.

Malfoy cargó al pequeño envolviéndolo en sus brazos para llevarlo de vuelta al nido de Severus, él como Sigma no lo hacía, pero el del Omega siempre resultó relajante para los tres.

Vanko siguió a su compañero hasta la habitación del pocionero, la expresión de Draco lo detuvo en seco, una advertencia muda de no perdonarlo si algo grave le sucedía a Zmeya.

La voz del Alpha retumbó en su cabeza, para algo debía servir ser un Legeremens, el Sigma respiró profundo asintiendo, Makris como médico podría actuar con más cabeza fría que él, no obstante, antes de poder advertirle, Zmeya se le desgonzó en los brazos, provocando que se tensara y reaccionara con su magia de hielo, la temperatura en la habitación descendió de forma rápida creando escarcha en el suelo y las paredes, Vanko volvió a llamarlo, necesitaba que recuperara el control, debían proteger al cachorro por encima de ellos mismos.

Harry parecía haber quedado olvidado, era doloroso ver la interacción de esos dos, ni siquiera con Ginny había alcanzado tal compenetración en el tiempo que estuvo embriagado con las feromonas de la Omega, y mucho menos después de que el encanto desapareció; por eso, observar como Draco asintió y sentir la temperatura elevarse le dio la sensación de sobrar.

«¿Realmente amaba a Draco?»

Sacudió la cabeza, parecía estúpido haciéndose esa pregunta, sí amaba al rubio, quizás desde antes de que lo aceptara. Siempre necesitaba sentir su mirada sobre él, y cuando no lo hacía, llamaba su atención con bromas e insultos, incluso las veces que llegaron a pelear como muggles olvidando que poseían magia, lucía orgulloso los morados provocados por la pelea. 

La idea de convertirlo en su esposo fue una solución desesperada por no quedarse en la ruina, nunca le faltó nada material, se asustó de pensar —sin ofender— convertirse en alguien como Ronald que se quejaba a cada rato de no tener ni para una túnica nueva, o de Ginny de vestir con la ropa heredada de sus hermanos a pesar de ser una niña, poseía pantalones pasados de moda muggle, por no tener lo suficiente para los uniformes de falda, o túnicas de mujer, de ahí que Lily siempre procuró comprarle lo que le gustaba, sin embargo, con lo que pagaba por una prenda en las dichosas jornadas de compra, hubiese podido asegurar un guardarropas no tan lujoso, pero sí más surtido.

Con cuidado de no ser notado caminó hasta el cuarto de Severus siguiendo a prudente distancia a la pareja, Vanko le pedía a Draco liberar de manera controlada sus feromonas cerca de Zmeya, el niño respiraba superficialmente, y de manera rápida, el diagnóstico del castaño fue una sobredosis provocada por el aroma fuerte de los dos Alpha.

—¡Las ventanas, Potter!

—Vanko, no reacciona —gimió Draco mientras le alzaba los brazos tratando de abrir las vías respiratorias—. ¡Mi niño!

Una falsa historia de AmorWhere stories live. Discover now