29. Toxic

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Poco menos de una semana bastó para tener a Rhaenys y Corlys en Dragonstone, con los preparativos listos y hermosos trajes ceremoniales valyrios se había llegado la hora. Fue un acontecimiento privado junto a las costas negruzcas de la isla, el altar ardía envolviendo a todos en la fragancia de las velas, el trío se tomó de las manos y realizó metódicamente el rito, cortando suavemente su carne y uniendo la espesa sangre de sus venas en un beso de tres ejes.

La trifulca de niños estaban ahí para presenciarlo todo con curiosidad y expectación mientras se tomaban de las manos en un círculo alrededor del altar. Baela apretaba a su melliza con una mano mientras acaparaba uno de los flancos de Jacaerys, quien a su vez sostenía a su hermano menor y de este continuaba Aemond, Aegon, que fue desplazado de su lugar por el otro, luego Helaena y Daeron que cerraba la rueda con Rhaena. Joffrey por su edad descansaba en los brazos de Aemma, quién se posaba al margen junto al matrimonio Velaryon y el maestre Gerarys.

No hubo grandes bailes, torneos o banquetes, les bastó con un festín familiar y un poco de música de los trovadores del castillo para celebrar el matrimonio. Un cuervo ya había sido enviado al rey e independientemente de su posición sobre la unión, todo estaba hecho y no había mucho más que discutir.

Para cuando los niños fueron enviados a sus aposentos los adultos les siguieron, Rhaenyra caminó tranquilamente por los pasillos de roca con sus zapatos resonando en el silencio mientras sus maridos la seguían de cerca. El tocado en su cabeza ya se sentía incómodo y la marca de sangre seca en su frente no lucía tan clara como horas atrás, era mejor apresurarse a llegar a las habitaciones, pero eso arruinaría un poco la diversión, así que mantuvo sus pasos en un ritmo ligero.

Frente a las puertas de sus aposentos los guardias saludaron con una corta reverencia antes de abrir, cuando estuvieron adentro los hombres hicieron ademán de cerrar pero Daemon y Laenor se adelantaron empujando las pesadas piezas de madera. La mujer se rio entre dientes antes de que su nuevo marido chocara sus rostros en un beso descuidado, apretándola con un brazo mientras tiraba del moreno con el otro, apenas fue liberada para respirar aire fresco vio a los dos presionar sus bocas.

Al separarse Laenor dejó besos suaves en sus labios antes de que el otro hombre tirara de ellos para juntarlos en una húmeda danza de lenguas, sus pechos se agitaban y las manos apretaban esas lujosas vestimentas. Antes de que los varones comenzaran a deshacerse de las capas de tela, Rhaenyra se alejó caminando bajo la atenta mirada de los dos pares de ojos que la siguieron pocos pasos detrás. Se subió sobre el cómodo colchón de plumas para sentarse en el medio, recargada contra la cabecera de madera tallada.

El dúo intentó ir junto a ella pero una seña los detuvo al borde de la cama. —Jueguen un poco, estoy aburrida.— ordenó, sus ojos morados ardiendo bajo la tenue luz de las velas.

Daemon le entregó esa sonrisa depredadora que lo caracterizaba y sin pensarlo tiró del moreno contra las mantas, desabrochándole el cinturón para colar las manos bajo la ropa mientras sus ojos se mantenían sobre la mujer frente a ellos. Pocos minutos después ambos estuvieron completamente desnudos, sus erecciones palpitando orgullosas ante la princesa aún impecablemente vestida, el Targaryen era un amante hábil para hombres y mujeres, sus dedos trabajaron uno a uno, suavizando poco a poco a Laenor, quien yacia sobre su espalda, con la cabeza apretada contra el colchón para que sus ojos observaran a su esposa.

—Vamos, mira bien a quien ha llenado tu vida de placer.— susurró Daemon jodiéndolo más fuerte con tres de sus dedos. —¿Por qué no eres un buen chico y te corres para su deleite?, pones caras lindas cuando lo haces.

Los gemidos de Laenor eran fuertes y el otro se divertía pensando en los rostros que podrían los guardias detrás de las puertas, no es que realmente importara, la vista era maravillosa, solo para él y Rhaenyra. Con un grito entrecortado el Velaryon manchó su pecho de su semilla, el cuerpo temblando por los espasmos del abrazador orgasmo y esos preciosos ojos verdes acuosos bañados en la densa neblina del placer.

Se dieron unos escazos minutos de recuperación en favor al menor y luego el espectáculo continuó, Rhaenyra se agachó para dejar besos tranquilizadores a su primer marido antes de que este se levantara y comenzara a desatar sus ropajes, el tocado y vestido, todo terminó por los suelos mientras sus lenguas danzaban en una sucia exhibición, ambos estaban de rodillas sobre la cama, sus pechos apretados manchando la pálida piel de Rhaenyra con los fluidos del hombre.

Daemon fue a ellos y con hábiles movimientos los mandó a todos al colchón, Laenor recostado contra las almohadas, Rhaenyra con su espalda contra el pecho del moreno y Daemon entre sus piernas. —Vamos, aún falta mucho.— advirtió el mayor con una sonrisa felina mientras guiaba una de las manos del Velaryon hasta la entrepierna de su mujer y su boca bajaba a esos magníficos senos.

—¡Ah-mh!— los jadeos y gemidos de Rhaenyra ahogaban la oscuridad de la noche con sus magníficas notas, los sonidos impropios de un par de dígitos abriéndola y una boca jugando con sus pezones completaban la perfecta sinfonía del momento.

Poco después los dedos fueron reemplazados por el duro miembro de Daemon que ya goteaba liquidado preseminal desde su juego con Laenor, el balanceo acalorado de sus cuerpos hizo crujir la sólida madera, una de las manos del mayor sostenía la cadera de su esposa mientras la otra masturbaba sin piedad la ardiente erección de su marido y los besos iban de aquí a allá entre sus gritos de placer.

Las horas corrieron lento mientras las velas se derretían y la luna se escondía tras las nubes veraniegas, ellos cambiaron de posición una y otra vez hasta que el agotamiento los derrumbó en un cúmulo de extremidades sudorosas, se apretaron el uno contra el otro arropando a Rhaenyra en el medio. No se preocuparon por el desastre de fluidos que se secaba sobre sus pieles y dejó húmedas las sábanas, ese sería un problema para después.

A la mañana siguiente tomaron un tranquilo baño en la enorme pileta de sus habitaciones después de que los apenados sirvientes entraran a toda prisa para dejar el agua a una buena temperatura y cambiar las sábanas. Se perdieron el desayuno y la comida con más actividades maritales pero por la noche se reunieron con sus hijos y padres, estos últimos no mencionaron ni una palabra al verlos u oír a los más jóvenes preguntar dónde habían estado.

Aunque Daemon estuvo tentado a responder la inocente pregunta del pequeño Joff una patada de su esposo y la mirada de advertencia de Rhaenyra mantuvo su boca cerrada. Los niños podían conservar su tierna ignorancia más tiempo, aunque casi se atraganta con su cena cuando una emocionada Baela le preguntó si podría casarse pronto con Jacaerys. Ese compromiso se había establecido meses atrás entre Rhaenyra, los Velaryon y él pero eso no significaba que deseaba pensar en su joven hija casada tan pronto.

—Cuando cumplas más de dieciocho.— sentenció, la niña hizo un puchero y asintió.

Daemon ignoró la sonrisa socarrona de Rhaenys, si, fue lo mejor.

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⏰ Last updated: Apr 14 ⏰

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