12. Gotta Let go

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—Sucedió ayer mientras tomaba el té de la tarde, una mucama nueva estaba sirviendo una de las exóticas infusiones que Rhaenys nos trajo.— relataba la dama Arryn mientras ponía más verduras en el plato de su hija. —Fue entonces que ví un anillo en el dedo de la muchacha, uno claramente demasiado costoso y partícular por la piedra que había en él, una esmeralda cuadrada que es la gran especialidad de los joyeros en Lighthouse.

—¿Entonces fue Otto?— preguntó la menor con los puños apretados y la mirada ardiendo.

—No personalmente, es inteligente así que mandó un mediador a darle las instrucciones a la muchacha. Una chiquilla como esa no es una asesina, para que el plan funcionara necesitaban a alguien que fácilmente podría llegar a servirme y de la que nadie sospecharía.— explicó acariciando una de las manos tensas de Rhaenyra. —Pero una sirvienta como ella que nunca había recibido una recompensa tan buena y una joya tan fina no se resistió a usarla, cuando reconocí la piedra ordené a Ser Cole sujetarla y su nerviosismo la delató, llamar a Gerardys para que examinara el té fue casi una formalidad para confirmar lo que ya sabía.

—Debemos tener más cuidado en el futuro con los sirvientes y guardias.— afirmó la menor antes de llevarse a la boca una de esas odiosas zanahorias que su madre puso junto a la carne.

—Por supuesto, hoy daremos una pequeña lección disciplinaria con la ejecución de la mujer para dejar claro qué le pasará a cualquiera que decida traicionarnos.— el tono frío en la voz de la mujer sorprendió tanto a Rhaenyra que por poco se ahoga con las horribles verduras semi hervidas que parecían no disminuir en su plato. —Después de eso podemos revisar los detalles de tu vestido de boda.

—Es algo tétrico escucharte hablar de la muerte de alguien y de un vestido una frase más tarde.

—Oh, sabes que odio toda esa violencia innecesaria.— respondió con las mejillas sonrojadas por el bochorno. —No me da comodidad pensar en ordenar algo tan cruel, pero ahora que tú encabezas la línea sucesión del trono; habiendo un príncipe varón con sangre Hightower ya he digerido la idea de hacer lo necesario para mantenerte sana y salva, incluso si eso significa darle órdenes a un verdugo o intentar domar una de esas horribles bestias voladoras.

La quijada de Rhaenyra casi se desencaja de su cráneo ante tal comentario, levantándose de su silla y plantando las manos sobre la mesita de mármol mientras la miraba con los ojos tan abiertos como le era posible. —¿¡En realidad lo harías!?

Los orbes plateado se desviaron un segundo antes de regresar a encarar los morados de la joven. —Lo haría si eso significa tener el poder de protegerte, de ser necesario haré lo tenga que hacer.— le dijo con fiermeza.

Esa mañana todos los sirvientes del castillo fueron convocados a la orilla rocosa dónde un par de guardias sostenían a la sirvienta que lloraba y rogaba por piedad. Rhaenyra y su madre se pararon frente a todos vestidas con los colores de sus casas mientras la pequeña multitud las veía con curiosidad y duda.

—Ayer esta mujer intentó asesinar a mi madre, la antigua reina, una dama Arryn con sangre real de Targaryen.— comenzó Rhaenyra, al ser ella oficialmente la señora de Dragonstone debía ser quién se encargara de estos asuntos. —Afrentas como esas son pagadas con la vida, cualquiera que intente dañar a mi familia se enfrentará al filo de la espada.

La desesperada mujer fue sujetada sobre un tronco seco rezando a los Siete por su alma, resignada a su destino mientras el verdugo desenfundaba una pesada espada. Cuando Rhaenyra hizo una seña con la mano todo terminó para la mujer, su cuerpo se sacudió unos momentos en el suelo mientras la sangre goteaba, los sirvientes no tenían compasión en el corazón para la mujer puesto que ni siquiera era originaria de Dragonstone, solo una joven medianamente educada que llegó pocos meses atrás para servir en el castillo sin que nadie sospechara de sus verdaderas intenciones.

La princesa Targaryen y su madre eran queridas, no había un solo hombre, mujer o niño en la isla que no les fuera fiel. Ellas habían traído mucha más prosperidad de la que ningún otro hombre en generaciones enteras, sus arcas poco a poco se ponían más llenas y los ciudadanos podían mantener vidas dignas gracias a todo el apoyo que proporcionaban las damas, las bajas en los impuestos al pueblo y el aumento de tratos comerciales que enriquecian Dragonstone.

Cuando todos fueron despedidos a sus labores Aemma llevó a su hija hasta sus habitaciones donde varias sirvientas habían sacado rollos de bellas telas blancas para escoger, todas cortesía de los Velaryon. Los materiales eran lujosos y agradables al tacto y la vista, la antigua reina deseaba que su hija luciera perfecta en el día de su boda así que no podía esperar para comenzar a preparar cada detalle.

Con las semanas pasando la intriga se mantuvo ardiendo en Rhaenyra, ¿Qué buscaba su tío de ella?, cuando no pudo descifrarlo por si misma acudió a su madre. Fue una noche lluviosa donde ambas se sentaron frente a una chimenea, envueltas en mantas suaves y una cómoda calma.

—¿Crees que mi tío me ame?— preguntó Rhaenyra con los ojos perdidos en el fuego. —Desearía poder casarme con él, ¿Lo sabes verdad?

Su madre le sujetó una mano y la llevó a sus labios para depositar un tierno beso en su palma. —Por supuesto que lo sé pero me gustaría que no lo hicieras, sé que él te quiere pero no sé qué es lo que su corazón desea con más fuerza, si eres tú o es la corona que heredarás.

La menor se mordió el labio, sabía que era verdad y realmente ni siquiera ella podía entender las verdaderas intenciones de su tío, quizá no atentaría contra ella pero si solo buscaba tenerla como escalón para llegar a una posición de poder o poner su descendencia en el trono entonces no estaba dispuesta a ceder.

—Es demasiado impulsivo y fue el heredero de tu padre muchos años, después tú le quitaste eso y él siempre ha estado hambriento de reconocimiento.— continuó la mujer. —Ser Laenor es un hombre noble y ve en ti una verdadera amiga, sé que resolverán el problema de gustos de ambos.

—Es extraño que lo digas así.— se rió Rhaenyra.

—Vamos, todos estamos conscientes de eso.— respondió Aemma antes de tomar el rostro de su hija con la mano libre para que se miraran a los ojos, plata y amatista chocando. —Solo hago lo que creo mejor para ti dulce niña, espero que lo entiendas.

—Lo sé.

—Saber no es igual a entender.


Las noches siguieron pasando y para cuando estuvieron a un día de la fecha establecida Rhaenyra partió en un navío junto a todo su ajuar matrimonial, su madre no podría partir con ella por un problema con el naufragio de unos comerciantes cerca de sus costas así que la alcanzaría el mismo día de la ceremonia, Cole y la mayoría de su guardia personal se quedó junto a la mayor para asegurar su seguridad mientras Rhaenyra solo llevó unos pocos guardias y Syrax que volaba cerca.

Llegó antes del atardecer a Kings Landing y para ese entonces ya muchos de los señores de todos los reinos se apiñaban por la capital y el Red Keep, ansiosos de presenciar tal acontecimiento. Rhaenyra era considerada la más bella dama de Westeros “La delicia del reino” apodaban todos, había muchos inconformes por sus elecciones para el matrimonio pero no había nada que hacer, Laenor era el heredero de la casa más rica de los Siete Reinos, su famia tenía la mayor flota a su mando, un dragón y sangre valyria, era difícil competir contra eso.



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