19. Lonely Day

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El cielo era sombrío y gris, un viento frío chocaba contra los cuerpos de los presentes enviando pequeños escalofríos a través de ellos y hacía silvar las hojas sobre los árboles, Rhaenyra, Laenor, Jacaerys y Lucerys acababan de llegar a Harrenhall montando sus dragones. Como los niños aún no eran jinetes el moreno los llevó a ambos sobre Seasmoke y apenas los bajó de la montura corrió hacia Syrax para ayudar a su esposa a bajar.

Rhaenyra había dado a luz apenas una semana antes y se forzó a si misma a volar por horas sobre su dragón. El rostro de la mujer estaba pálido y consterñido en una expresión lo más neutral posible, era obvio que intentaba ser fuerte y aguantar el horrible dolor emocional y físico que estaba cargando. Ella no protestó ante sus intentos de apoyo y simplemente se reclinó hacia él colocando las manos sobre sus hombros y dejando que la bajara con un tirón en la cintura, al hacerlo Laenor notó una horrible y enorme mancha de oscura sobre la montura, parecía que todo el interior de sus muslos estaba bañado en sangre y lo único que ayudaba a disimularlo era el color negro del traje de cuero.

Sintió ganas de llorar al verlo, Rhaenyra tenía el cuerpo aún destrozado por su parto y ahora también el corazón por la muerte de uno de sus esposos, quién además era el padre de ese dulce bebé del que se vio obligada a desprenderse y dejar a cargo de su madre para poder asistir al funeral. Mientras ella se estabilizaba en el suelo Laenor se desprendió de su capa y la puso sobre los hombros de la mujer, envolviéndola completamente para evitar que alguien notara su estado.

—Vamos.— dijo Rhaenyra en un hilo apretado de voz, pero claramente apenas y podía mantenerse en pie.

—Rhae, no tienes que torturarte así.— habló suavemente viendo a sus hijos acercarse a ellos con rostros preocupados. —Fue demasiado para tu cuerpo volar en esas condiciones.

—Es Harwin Laenor, debemos estar ahí.— le respondió ella apretando el hombro de donde se sostenía con esa mano temblorosa.

—Déjame ayudarte, es lo que pido.

—No sería adecuado...— intentó replicar.

—Sabes que él no te hubiera dejado hacer algo tan imprudente, solo te pondría en su hombro como en nuestra primer boda.— le dijo, sintiendo como las lágrimas picaban en sus ojos ante el recuerdo y viendo como lo mismo pasaba con ella, ambos lo amaban, ¿Porqué tenían que arrebatarselo?.

Rhaenyra silvó afligida, cerrando los ojos en un intento de contener las lágrimas y simplemente asintió, lo dejó tomarla en brazos y cargarla todo el camino mientras los niños les seguían agarrándose de las manos. Lucerys tenía lágrimas corriéndole por la cara, siempre había sido un niño sensible y su nivel de proteccionismo hacia sus seres queridos era sorprendente, Jace por otro lado intentaba contener el llanto pero se secaba cada poco tiempo los ojos con las mangas de su jubón, tratando de ser un príncipe, hijo y hermano ejemplar.

En su camino vieron la torre quemada con mórbido horror, las paredes de piedra ennegrecida apenas se sostenían en pie, el techo estaba colapsado y un montón de escombros calcinados se apilaban alrededor del lugar. Continuaron caminando hasta encontrar la procesión que se aglomeraba frente a Harrenhall, entre ellos un herido Lyonel Strong, que tenía una fea quemadura en la frente y parte del cráneo, un brazo con cabestrillo y sostenía un bastón en la otra mano.

Al verlos llegar el hombre se giró y con el rostro tan afligido como solo un padre que acaba de perder a su hijo puede mostrar, los saludó con una corta reverencia y dijo: —Majestades, lamento mucho las horribles circunstancias en las que nos hemos vuelto a reunir.

—Nuestras más sinceras condolencias honorable suegro.— habló Rhaenyra mientras se removía incómoda en su lugar, en respuesta Laenor la puso en el suelo pero se aseguró de sostenerla por debajo de los brazos.

—Esta tragedia nos aflige a todos por igual, lamentamos con usted la perdida.— se unió el moreno.

—Por supuesto, la muerte de un hijo es algo que ningún padre desea ver.— habló Lyonel con lágrimas cayendo por sus mejillas. —Mucho menos si este muere salvando la vida de uno, él, él era joven y tenía toda una vida por delante, yo le arrebaté eso y ahora debo ver cómo lo entierran.

La voz quebrada y el agudo dolor era apenas soportable para su corazón ya afligido, Rhaenyra no pudo aguantar más y dejó fluir su llanto enterrando el rostro en el hombro de Laenor, él la abrazó y dejó que sus propias lágrimas cayeran, pronto dos pequeños bultos de unieron temblando y gimoteando sobre sus ropas negras.

El funeral fue sombrío y lleno de llanto, para cuando el sol desapareció por el horizonte la tumba ya estaba cerrada y llena de flores. Se hospedaron en Harrenhall esa noche pero no hubo descanso, la desolación resonaba en sus huesos y estar en ese lugar tan familiar para quien habían perdido era tortuoso. Por desgracia lo peor vino muy entrada la madrugada, pues el cuervo personal de Aemma aterrizó en su ventana con un preocupante mensaje.

“Laena entró en labor horas después de su partida, ahora que se acerca la noche todo comenzó a empeorar y el sangrado no cesa. Los maestres de Dragonstone y aquellos que Rhaenys trajo de Driftmark tampoco saben qué sucederá.”

El miedo de otra perdida los invadió a ambos evitando que lograran cerrar los ojos, no podían irse de inmediato porque era un peligro volar a oscuras con dos niños a cuestas, el viaje duraría al menos seis horas y era imprudente arriesgarse a que Jace o Luke se quedaran dormidos y cayeran de Seasmoke.

Partieron por la mañana después de darles algo de comer a los niños y llegaron poco después del medio día a Dragonstone, esperaban ver un mejor panorama, ver qué Laena estaba perfectamente y su bebé igual... De nuevo se equivocaron.

Rhaenys lloraba desconsoladamente sobre los brazos de Aemma, quién también sollozaba en silencio. Daemon estaba encorvado sobre una silla con los ojos perdidos en el piso y Corlys a su vez abrazaba a las pequeñas mellizas que escondían sus lágrimas en el estómago de su abuelo. Laena y su bebé no habían sobrevivido, el pequeño no venía en buena posición y terminó con el cordón umbilical enredándose en su cuello hasta asfixiarlo, la mujer por su parte no pudo sobrevivir al sangrado masivo y falleció pocas horas después del amanecer.

El lugar era caótico, todo estaban hechos un lío de dolor y Laenor ya ni siquiera podía intentar ser fuerte para su familia, había perdido a un esposo, un sobrino y a su amada hermana en tan poco tiempo que el dolor simplemente lo dejó helado. Esta vez fue el turno de Rhaenyra para abrazarlo y esconderlo en su pecho donde se le permitió llorar tan fuerte como deseara. No pudo ver cómo Jace apretaba a su hermano intentando esconderlo de todo mientras le susurraba que estaría bien, tampoco se percató de las lágrimas que caían sobre sus trenzas plateadas desde el rostro de su mujer o la forma en la que Joffrey lloraba entre los brazos de Elinda.

Esa tarde varios barcos Velaryon partieron a Driftmark, los cuervos volaron y dos días después ya estaba siendo preparado el funeral, el Rey, su esposa e hijos, nobles de distintas partes cercanas y toda la familia de los fallecidos se reunieron en High Tide. Vieron el cajón fúnebre tallado donde madre e hijo había sido colocados hundirse en las aguas de un pequeño acantilado en la costa, de nueva cuenta Laenor sintió que el cielo era demasiado gris y el viento muy frío, incluso si no había una sola nube cubriendo el azul celeste, para él todo era demasiado gris.

Rhaenyra se aferraba a su hijo menor con lágrimas secas manchándole la cara, los ojos hinchados y la nariz roja, justo como él, sus hijos mayores y todos en la familia. Jacaerys había ido a abrazase al costado de su abuelo, quién correspondió el gesto sin dudarlo, Daemon por su parte apretaba a sus hijas contra su cuerpo y Rhaenys se aferraba al brazo de su prima Aemma. Laenor por otro lado se sentía perdido, como si sus pies se hundieran lentamente en arenas movedizas y todo a su alrededor fuera difuso, sin nada a lo que sujetarse.

O así era hasta que un pequeña mano atrapó la tela de su pantalón, haciéndolo despegar los ojos de la costa para ver la cara sonrojada e hinchada por el llanto de su segundo hijo, quién apenas tuvo su atención estiró los brazos en una petición silenciosa. Él no se opuso y tomó a Lucerys en sus brazos, dejándolo acurrucarse contra su pecho y esconder la cara en el hueco del cuello.

—¿Tu no me dejarás verdad?— fue lo que susurró el niño que temblaba contra él.

—Por supuesto que no, hermoso niño.— prometió, aferrándose a algo por fin.




A Mother's Lulluby Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ