27. Right Here

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La habitación de Aemond en Kings Landing se sentía fría, era extraño que incluso las recámaras de piedra volcánica en Dragonstone fuesen mucho más acogedoras que el lugar donde había pasado toda su vida. Quizá era por los grabados de dragones en las paredes que faltaban o los estantes llenos de adornos, figuras talladas y todo tipo de objetos que rellenaban los espacios, cosas que su madre nunca permitió fuera de figuras de los Siete y velas que asfixiaban el ambiente.

Todo su cuerpo punzaba ante el dolor sordo que se extendía desde el lado derecho de su cara, donde el maestre Mellos cocía con sus temblorosas manos la herida abierta que atravesaba verticalmente su ojo.

Sentir la aguja atravesando su piel una y otra vez mientras el hilo cerraba el horrible corte lo mantuvo despierto a pesar de que el dolor fácilmente podría hacerlo desmayarse, sus piernas estaban estumecidas y difícilmente podría caminar a su cama para descansar luego de aquello, pero por esos tortuosos momentos intentó concentrarse solamente en las manos de su hermana que sostenían su diestra en una cálida prisión.

Rhaenyra había corrido a él apenas fue llevado a sus habitaciones para que el maestre lo tratara, el horror en su cara y el pánico con el que su voz se quebró mientras le preguntaba a los guardias qué había pasado era algo que jamás olvidaría. Ella sujetó su mano temblando, con lágrimas apenas contenidas en esos ojos morados, demostrando más preocupación de la que jamás vio en su madre luego de mutilarlo con sus propias manos.

—Lo siento tanto hermano, si no hubiera insistido en llevarlos a Dragonstone esto no habría pasado.— le dijo masajeando la mano fría del menor. —Debí cuidarlos mejor.

—Está bien, es un intercambio justo.— susurró con la voz ronca. —Perdí un ojo pero gané una familia... y una madre que me ama por lo que soy.

Las lágrimas corrieron por la cara de la mujer pintando caminos salados en sus mejillas sonrojadas que se apretaron para recibir una sonrisa temblorosa. —Oh, mi valiente niño.— lloró, acariciando con cuidado su cabello.

El maestre terminó con su deber y después de pronunciar algunas instrucciones para el cuidado de la herida se retiró del lugar junto al resto de guardias y sirvientes, dejando a los hermanos solos. La mujer se apresuró para tomar el lugar de Mellos en el sillón antes de tirar a niño contra su cuerpo, haciendo que este acurrucara con el lado sano de su rostro sobre el pecho de Rhaenyra mientras le abrazaba la cintura.

—No importa qué, te juro que los protegeré, tus hermanos y tú jamás volverán a estar solos mientras yo exista.— prometió. —Los amo mucho, los he amado desde que los vi y así será siempre, es por eso que ya no necesitas fingir que no duele.

Las palabras pronunciadas cavaron profundo en el corazón de Aemond, desgarrando carne y venas hasta que su corazón se volvió una cosa sangrante que goteaba aquellas cosas que toda su vida había guardado profundamente. Su madre siempre le exigía fortaleza, perfección y endurecimiento, dejar que su miedo, dolor, inseguridades y todas esas cosas feas a la vista de otros no era algo permitido. “Los hombre no lloran”, “Solamente los bebés hacen berrinches”, “Si quieres hablar de sentimientos entonces deberías ponerte una falda”, es lo que esa mujer grabó con fuego sobre su piel hasta que dejó de mostrar debilidiad.

Ahora alguien le permitía sentir, expresarse y llorar tanto como deseara. Su garganta se apretó dolorosamente mientras todas las lágrimas que había contenido por años caían como una tormenta imparable, ¿Qué importaba si sus gritos se escucharon fuera de la puerta?

Lloró hasta que no le quedaron lágrimas, por el dolor de lo que su madre le había hecho y lo que intentó hacerle a su hermano, por los años de maltrato que vivió junto a ella, porque al fin había alguien que realmente lo amaba y se preocupaba por él y el cómo la soledad que había estado arraigada a sus huesos toda su vida ya no era más que un recuerdo abandonado junto a todos esos trajes verdes en su antiguo armario.

Volvieron al casa algunos días después, cuando Rhaenyra sintió que Aemond había descansado lo suficiente para poder sobrellevar el viaje en barco. En esa ocasión ni Laenor o sus hijos los habían acompañado así que solo fueron ella y sus cuatro hermanos, quienes se aferraron a ella al momento de despedirse del rey en el muelle, donde la princesa anunció que los jovenes no volverían a menos de que así lo desearan o fuese requerida su presencia y definitivamente no tendrían contacto con su madre.

La recuperación de Aemond fue un proceso lento, acostumbrarse a la falta de la visión binocular y por ende, la incapacidad para percibir adecuadamente la profundidad de su entorno, fue algo duro de enfrentar. El maestre Gerardys era mucho mejor ayudando en la cicatrización de su herida por lo que no tuvo que cargar con las complicaciones de una infección y el proceso fue menos desagradable. Cuando la piel por fin sanó comenzó a usar un parche de cuero negro con el símbolo Targaryen bordado en hijo rojo y pudo retomar su entrenamiento junto a Aegon y sus sobrinos mayores.

Luke había corrido a sus brazos apenas lo vio llegar al campo de entrenamiento, gritando lo mucho que había extrañado tenerlo ahí, avergonzándolo hasta la muerte pero también llenándolo de una profunda felicidad.

Practicar con la espada fue un desafío considerable pero mucho más aceptable que la arquería, su puntería sobre blancos a larga distancia era desastrosa así que dedicó sus días a la espada, quizá no tomaría el puesto de mejor guerrero pero definitivame sobresaldría a pesar de las adversidades.

Para su onceavo cumpleaños, poco menos de dos años después de la perdida de su ojo y ya lo suficientemente acostumbrado a las deficiencias visuales que conllevaba, le pidió a su hermana permiso para intentar domar a Vaghar luego de que ninguno de los dragones en Fozo Dragón o las cavernas de Dragonstone reaccionaran a él. Recientemente Rhaena había hecho nacer el último huevo de las nidadas anteriores, revelando a Morning, su futura montura, dejándolo a él como el único en su familia con la edad para unirse a un dragón que no lo había conseguido (Daeron aún era muy joven y ya que tampoco logró incubar un huevo tendría que esperar al nacimiento de una nueva nidada o dómar alguno).

Aunque la mayor pareció bastante preocupada ante la idea finalmente aceptó, bajo supervisión de varios cuidadores de dragones, Daemon, Laenor y ella misma.

Al final de ese día Aemond lo consiguió, logró montar a Vaghar y dar su primer vuelo antes de volver a aterrizar sobre las costas de Dragonstone, donde fue recibido con felicitaciones y una Rhaenyra que le sonreía brillantemente. —Estoy muy orgullosa de ti, mi amado niño. Ahora eres un jinete de dragones.— lo felicitó en un apretado abrazo. —Es hora de festejar.

Esa noche sirvieron un gran festín en su honor mientras varios bufones animaban el ambiente y la música resonaba por las paredes del castillo. La antigua reina incluso cantó algunas piezas mientras todos bailaban en el centro del salón, Rhaenyra y su marido, Aegon y Rhaena, Jace con Baela y Helaena junto a Daeron, incluso él fue arrastrado por su segundo sobrino antes de que todos cambiaran de compañero y Daemon entrara para robar el lugar de Laenor.

Las risas llenaron el lugar hasta que todos cayeron exahustos sobre sus camas, y ese fue el día más feliz para Aemond.



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Me encantaría hablar con quién así lo desee así que aquí dejo mi cuenta de insta por si les interesa o si simplemente tienen curiosidad de saber cómo soy jajajaja: “@Tlacuachedepresivo”
Solo pido discreción, los tqm a todos, gracias por leer mis historias.

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