28. Killer Queen

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—¡Hermana, hermana!— resonó el grito de Daeron por los pasillos antes de que el cuerpo infantil se estrellara contra Rhaenyra, quien apenas pudo estabilizarse dando un par de pasos atrás.

—Ouh, debes tener más cuidado querido, creces rápido, pronto terminaré en el suelo.— regañó sin soltarse del abrazo.

El rostro del joven platinado se levantó mostrando una expresión de pánico. —¡Perdóname hermana!

—Está bien, solo mide tu fuerza a partir de ahora.— dijo, apretando cariñosamente la rosada mejilla del menor. —¿Qué te tiene con tanta prisa?

Una brillante sonrisa volvió a surcar el rostro de Daeron mientras desenredaba los brazos de la cintura de su hermana para rebuscar en los bolsillos de su jubón y sacar una hoja de papel cuidadosamente doblada en forma de corazón, el niño se la tendió diciéndole que la abuela Aemma le había enseñado cómo hacerlo.

—¡Ábrelo, ábrelo!— chilló emocionado.

La mayor obedeció divertida, no era raro que sus hijos o hermanos le entregaran todo tipo de artesanías u objetos que ellos consideraban buenos regalos, como conchas o piedras bonitas, por lo que ya tenía una extensa colección en sus habitaciones. Cuando desplegó completamente la hoja amarillenta un tierno dibujo de Syrax y ella la saludó, los trazos aún eran torpes y la pintura amarilla que cubría a su dragona había manchado un poco el resto del retrato, también había una inscripción temblorosa que ponía “Te amo mamá Nyra” y le pareció la carta más linda que jamás había recibido.

Rhaenyra se agachó hasta alcanzar la altura de su hermano para dejar múltiples besos sobre su frente para luego apretarlo en un abrazo. —Muchas gracias cariño, es precioso.

El niño soltó una risita avergonzada mientras enterraba su rostro contra el cuello de su hermana. Sus hermanos y él nunca llamaban a Rhaenyra como "madre" en voz alta pero el sentimiento estaba ahí, los dos años que habían pasado junto a ella eran los mejores de su vida, completamente pacíficos y llenos de felicidad, no había otra persona que se mereciera más ese título que ella. Aún así no podían decirlo sin ser irrespetuosos con la madre que los trajo al mundo, por lo que se conformaban con esos pequeños momentos robados.

—Ahora, ¿Por qué no me acompañas a buscar a tu pequeño primo?— preguntó ella, separándose del abrazo para volver a erguirse. —Laenor huyó con él a cuestas después de que rompieran un jarrón por jugar dentro de la habitación.

Daeron tomó entre risas la mano que su hermana le ofrecía y comenzaron a caminar fuera del castillo. —¿No los castigarás verdad?

—Por supuesto que si, era una pieza costosa.

—¡Pero Joff es un bebé, apenas tiene tres años!— chilló el platinado balanceándose hacia adelante y atrás.

—Bueno, al menos uno de mis hijos debe aprender a no seguir a su padre en sus locuras.— habló resignada, ella sabía que esa era una misión imposible siendo Laenor como era. De verdad, su esposo aceptaría cualquier deseo loco que cruzara por la cabeza de sus tres niños sin importar el regaño que le esperase por ello, aunque claro, no lo tomaría sin pelear (huir).

Bajaron por las largas escaleras de piedra hasta llegar a la costa, donde encontraron a Rhaena y Helaena jugando con Joffrey cerca de donde las olas lamian la arena mientras eran vigiladas por una tranquila Aemma sentada sobre una silla de madera que algún guardia había traído para ella sabiendo lo mucho que le gustaba leer frente a la costa.

Rhaenyra sabía que sus dos hijos mayores estaban tomando lecciones en la biblioteca, Aemond y Baela estaban entrenando con la espada en el patio de armas, Aegon yacía dormido y medio enterrado en la arena sospechosamente cerca de las niñas y su bebé. Pero Laenor y Daemon no estaban por ninguna parte, no había dragones en el aire y los guardias le aseguraron que ninguno salió de su cavernas, por lo que debían estar en alguna parte de la costa si ya preguntó por ellos en el castillo y nadie sabía.

—Ve a jugar con ellos y asegúrate que no entierren a tu hermano.— pidió empujando los hombros del niño hacia adelante, Daeron no objetó y simplemente corrió para abrazar y besar la mejilla de Joffrey, quién chilló de alegría antes de entregarle una palita de madera con la cual excavaba un hoyo.

La mujer sonrió ante la vista y después de saludar con la cabeza a su madre hizo una pregunta silenciosa con los ojos, la mujer solo puso un dedo sobre sus labios con una mueca divertida y luego señaló hacia su derecha. Rhaenyra entendió y caminó a dónde se le indicaba, la arena ensuciaba su vestido pero no era algo que importara mucho, el clima era maravilloso y la fresca brisa salada que arrastraban las olas se sentía genial contra su rostro, aunque probablemente sus sirvientas no pensarían lo mismo.

Después de perder completamente de vista a su madre y los niños comenzó a escuchar voces ahogadas, probablemente cerca de las cuevas deshabitadas que había por ese lado de la isla. Más temprano que tarde encontró a su desaparecido esposo en una situación bastante comprometedora para alguien casado. Daemon estaba siendo implacable, golpeando contra Laenor que se sostenía de una áspera pared de roca volcánica, sus pantalones estaban amontonados en sus tobillos mientras una mano apretaba sus caderas para mantenerlo firme y la otra se colaba dentro de su camisa, probablemente apretando sus pectorales.

Los sonidos eran bastantes sucios y estaba segura que escandalizarían a cualquier lord o dama mojigatos del Reino, no es que a ella le importase realmente. Era algo que había estado sucediendo entre ellos desde hacía como dos o tres lunas atrás, luego una noche en la que Daemon y ella terminaron sobre la roca en algún lugar escondido por las costas de Driftmark.

No hablaban mucho de eso, simplemente se encontraban con él como un barco azotado por una tormenta inevitable, Laenor y ella eran bastante débiles ante las constantes incitaciones de Daemon y bueno, ya sea solos o juntos disfrutaban de lo que fuese que tenía para darles.

Rhaenyra había estado pensando bastante en todo eso, no solo en el deseo ardiente de ambos por su tío o ese rastro de amor por él que nunca había desaparecido de su corazón, sino que después de escuchar los consejos de su madre también pensó en los beneficios de tenerlo como esposo. Daemon no solo era un Targaryen y jinete de dragones, sino que también alguien temido y respetado en los Siete reinos, su apoyo sería necesario para cuando tomase el trono y dado que en el pasado ya había tenido un segundo esposo no sería raro que volviera a hacerlo, con Alicent perdiendo prácticamente toda su influencia en la corte y Otto exiliado en Antigua, no había nadie que pudiese boicotear la nueva unión.

En algún punto, mientras seguía acercándose ambos hombres voltearon a verla, no se detuvieron y no es que ella esperase que lo hicieran, simplemente les dio un asentimiento antes de sentarse cómodamente sobre una roca lo suficientemente lisa. Unos pocos minutos después, cuando ambos terminaron en gritos ahogados volvieron a acomodarse las ropas para sentarse a sus pies sobre la arena fresca.

Laenor recostó su cuerpo contra su regazo mientras le abrazaba las piernas, gimiendo satisfecho antes las caricias que la mujer repartía en su cuero cabelludo. Daemon por otro lado se puso de rodillas para tirar de su rostro hacia abajo en un lánguido beso, apretando su muslo juguetonamente.

Cuando se separaron habló sin rodeos: —Deberíamos casarnos.

Ellos la vieron directo a los ojos, morados y verde azulados, ambos con la misma duda en la mente, ¿Podemos?. Rhaenyra sonrió con suficiencia antes de tirar de sus mentones para unirlos en un beso triple.

—Soy un dragón y tomo lo que quiero.



A Mother's Lulluby Where stories live. Discover now