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— ¿Dónde está?

— Está en la habitación, desde ayer que no sale para absolutamente nada.

Escuché pasos apresurados hacia la habitación donde me encontraba, ahogaba mi llanto contra una de las almohadas mientras la abrazaba con fuerza.

Esta situación me estaba superando demasiado, tenía mi decisión lista, pero tenía bastante miedo.

Ahora mismo volvía a ser ese niño de quince años, que no sabía qué hacer y que no tenía ni siquiera el apoyo de su propia madre. Que estaba asustado y que lo único que quería era tener a alguien que lo apoyará y lo salvará de toda esta situación.

— Kuni, cielo ¿Me dejas pasar? — Escuché la voz de Yae del otro lado de la puerta, mi llanto comenzó a calmarse poco a poco. Me coloqué de pie quitándole el seguro a la puerta para luego abrirla. — Oh, cariño, ven aquí.

Ella extendió sus brazos hacia mí y simplemente me acerqué a abrazarla con fuerza mientras volvía a romperme en llanto.

— Está bien, puedes llorar todo lo que quieras, no pasa nada. — Cerré mis ojos con fuerza mientras me aferraba más a ella, sentía como acariciaba mi cabello y mi espalda con la intención de calmar un poco mi llanto, pero eso no funcionaba ahora.

Después de un buen rato, mi llanto finalmente cesó por completo. Ya no había ninguna lágrima que derramar y solamente salían pequeños hipidos de mi boca.

— ¿Mejor? — Ella levantó mi rostro para que la viera, sus manos pasaron con toda la delicadeza del mundo por mis mejillas secando las lágrimas. Solamente asentí con mi cabeza mientras me alejaba del pequeño abrazo. — ¿Quieres hablar? Hablaremos solamente tú y yo, no es necesario que esos dos alfas de allá afuera escuchen si no quieres.

— No quiero tenerlo, Yae. Esta vez no quiero hacerlo. — Susurré con mi voz un poco temblorosa, me dirigí a la cama sentándome en el borde de esta mientras jugaba con mis manos. — ¿De verdad está bien si lo aborto?

— ¡Por supuesto que sí! Ya eres mayor de edad y eres tú quien decide qué hacer ahora. En realidad siempre tuvo que ser así desde el principio. — Ella se sentó a mi lado y tomo una de mis manos acariciando está. — ¿Quieres que te acompañe a alguna clínica o prefieres alguna pastilla?

— ¿Qué es más rápido? — La miré a los ojos y ella pareció pensar durante unos segundos que parecieron eternos.

— Supongo que la pastilla, podría conseguírtelas en una farmacia y dártelas.

Escuchar aquello solamente me hizo suspirar, ahora mismo no quería esperar para abortar. No quería saber que había algo creciendo dentro de mí y que además pertenecía a mi violador.

Ella tomó mi rostro entre mis manos haciendo que la vea a los ojos. — No te desanimes por esto, si quieres interrumpir el embarazo lo harás. Aquí no te obligaremos a nada que no quieras y pase lo que pase, yo y esos dos alfas estaremos contigo.

No pude evitar sonreír ante sus palabras y asentir con mi cabeza, sentí como dejaba un beso en mi frente para luego yo lanzarme a ella mientras la abrazaba con fuerza. Yae era como mi segunda madre, quizás no era nada mío, pero como una vez Freminet me dijo: Padre y madre no son quienes engendran, sino quienes cuidan y educan.

Yae siempre sería mi segunda madre y la única que se merecía ese título.

— ¿Cómo está Fremi? — La miré a los ojos sin separarme del abrazo. — ¿Él está bien? ¿No le sucede nada?

— Él está más que bien, Kuni. Solo que te extraña, espero que algún día te animes a decirle que venga a verte.

Claro que lo haría, pero primero quería terminar con todo esto y mostrarle un intento de mi mejor versión. No quería que él viera lo mal que estaba, quería que me viera como antes, como aquel chico tranquilo y alegre.

Frᥱᥱ ᥣovᥱ [Heikazuscara]Kde žijí příběhy. Začni objevovat