4 ~ David.

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Rayos del sol se cuelan entre mis cortinas y parecieran luchar, cegadores, contra mis parpados. Las paredes de mi cuarto se mueven, las sábanas cobran vida y me descubro con los labios secos en medio de una molestosa resaca.

Desorientada, tomo mi celular de la mesilla de noche, para notar que son pasadas las dos de la tarde, del día domingo.

«Necesitare una pastilla para el dolor de cabeza.»

Entro en el interior de mi bañera y comienzo a enjabonar mi cuerpo con jabón y aceite de rosas blancas, una combinación casi magistral. Aplico shampoo en mi cabello oscuro, el cual estrujo con las yemas de mis dedos y quito minutos más tarde con agua tibia.

Mi cabello cae mojado sobre mi espalda, registrando entre mis cosas algo que pueda usar, sin ser tan ajustado. Decido por un mono de chándal y una playera de algodón. En ese momento, hice una nota mental, recordando que debo desempacar mi equipaje luego de comer y tomarme la pastilla.

-Vanessa, fue quien se encargo de que asistieran todos los chicos. -Escucho a mi madre platicar con una persona mientras me aproximo a la cocina.

-No me sorprende, Vanessa es una chica muy especial. –escuche que contestaron.

Mi corazón se hunde en mi pecho y mis mejillas se humedecen, cuando veo a David clavando sus codos en el mármol pulido del mesón de la cocina. De repente, no tenia dolor de cabeza.

El me sonríe de oreja a oreja cuando conecta su mirada brillante, sobre la mía.

-¿Vas a quedarte ahí parada o vas a venir a darme un beso? -pregunto enarcando una ceja, con una sonrisa guindada en sus labios.

Asentí sin poder articular palabra y corrí hacia él, enlazando mis brazos alrededor de su torso, ocultando la cabeza en el hueco de su cuello. Lloraba de felicidad por tenerlo finalmente entre mis brazos. Mi hermano estaba en casa, por fin.

Lo extrañe demasiado, tenía un semestre sin verlo. La última vez que lo vi, fue en diciembre del año pasado, estamos a pleno Junio.

Su perfume masculino, entro por mis fosas nasales, grabándose en mi memoria. Era una mescla de jabón de frutas, espuma para afeitar y loción de hombres.

Duramos un rato así, abrazados. El acariciaba mi cabello, yo, humedecía su franela gris con mis lagrimas.

-¡Hey!, mírame -demando David.

Alce la vista e instantáneamente, sus ojos color avellana se clavaron en los míos color café.

-Te extrañe, enana.

-Yo también te extrañe, gigantón.

Este, soltó una carcajada ante mi apodo, pues con aquel apodo lo bautice cuando apenas era una niña.

-Mi pequeña familia finalmente reunida, no puedo creerlo -dijo nuestra madre, con ojos llorosos. Nos acercamos a ella y nos unimos en un abrazo de tres.

David no había cambiado mucho en estos seis meses. Su cabello largo cubría su frente, los músculos en sus brazos eran más gruesos y grandes, pero no me sorprendí. Mi hermano siempre ha estado en buen estado físico.

-Y, ¿cómo estuvo tu vuelo? -le pregunte a mi hermano al romper el abrazo de tres. Mi mamá continúo picando vegetales, ya que la mencionada preparaba el almuerzo.

-No tan entretenido como tu fiesta, por lo que veo –este respondió, tirando de su cabello hacia arriba.

-Sí, bueno...–me encogí de hombros, soltando una carcajada. –Te la has perdido, estuvo genial. Todos los chicos estaban aquí, solo faltabas aquí.

Good For You | EN EDICIÓN Where stories live. Discover now