Capitulo 18

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El último de los oficiales y el médico salieron del cuarto, y el lacayo de yoongi, Harris, cerró la puerta. Yoongi se permitió sonreír, pero el movimiento se convirtió en una mueca al abrirse el labio partido.
–Si no lo tomáis a mal, señor, yo sonreiré por los dos– ofreció Harris. Y realmente sonrió, y su bigote caído se niveló al hacerlo.
–Terminó mejor de lo que hubiera podido esperarse, ¿verdad?– dijo yoongi.
–Así es, señor. En lugar de tener que presentarse ante el juez con una simple acusación de asalto, ese hombre tendrá que enfrentarse a la acusación de piratería.
Yoongi tuvo ganas de volver a sonreír, pero lo pensó antes. Ahora sabía lo que era estar a la altura del capitán Hawke. Bueno, la victoria de Hawke había sido muy, pero que muy breve.
–Supongo que no debía regodearme, pero ese tipo no merece nada mejor– dijo yoongi.
–Desde luego que no, señor. Vamos, el médico dice que es una suerte que el hueso de vuestra mandíbula esté todavía en buen estado. Y nunca en mi vida he visto más cardenales y...
–Oh, eso no importa. ¿No crees que él también sufre ahora? Ese es el principio del asunto. Yo nunca habría conocido a ese canalla si no hubiera atacado mi barco. ¡Pero era él quien me guardaba rencor! ¡Aunque no creo que disfrute ahora estando en la cárcel!
–Ha sido una suerte que los guardianes os encontraran, señor.
–Sí, eso ha sido pura suerte.
Yoongi había recobrado el sentido unos minutos después que Hawke y el pelirrojo Connie partieran en su coche. Y poco más tarde oyó el ruido de los cascos de unos caballos. Logró gritar, y los dos guardianes le oyeron. Tardó cierto tiempo en convencerlos de que le dejaran y corrieran tras su coche. Treinta minutos después volvieron a buscarle con la buena noticia de que habían recuperado el coche y que el asaltante herido estaba preso... aunque el otro hombre había logrado escapar.
Yoongi contó la historia a los buenos hombres, que lo llevaron a su casa. El nombre de Hawke preocupó a uno de ellos. Por esto un grupo de oficiales se presentó en casa de yoongi cuando todavía estaba siendo atendido por el médico. Le informaron que Hawke era un bandolero buscado por la Corona.
–También ha sido una suerte, señor– siguió charlando el lacayo mientras tendía las mantas de la cama sobre yoongi–que el Omega Jung Hoseok no estuviera con usted cuando os encontrasteis a esos canallas. Supongo que la velada transcurrió como se había planeado y que el volvió a partir solo.
Yoongi no contestó. Cuando pensaba en lo que podía haber pasado... no, no soportaba pensar en eso. Hoseok estaba a salvo porque George Fowler lo había acompañado a su casa. Hum. Nada menos que George Fowler... Una ira irracional, maligna y febril se apoderó de él.
–Señor...
–¿Qué?– gruñó yoongi, recobrándose –Ah, sí, Harris, la velada transcurrió como se esperaba en lo que se refiere a ese Omega.
El lacayo, de edad madura, estaba con yoongi desde hacía diez años, y conocía sus pensamientos y sentimientos como nadie. Sabía que yoongi no quería casarse con Jung Hoseok, aunque ignoraba el por qué y no osaba preguntárselo. El y yoongi habían discutido la estrategia que usaba yoongi para solucionar aquel asunto.
–¿El Omega Hoseok tuvo con usted un cambio de palabras, señor?
–La cosa no marchaba bien- replicó yoongi, cansado. El sedante que le había dado el médico empezaba a hacerle efecto. –Sigo comprometido con el.
–Bueno, seguramente la próxima vez...
–¿Qué?
–Pero no falta tanto para la boda– añadió Harris, vacilante. -El médico quiere que descanséis tres semanas.
–Muy incómodo– replicó yoongi. –Me levantaré dentro de tres días, no me quedaré más tiempo.
–Como gustéis, señor.
–Lo afirmo.
–Está bien, señor.
Como nunca había sido castigado antes de aquella manera, yooni ignoraba que, al día siguiente iba a sentirse diez veces peor.
Maldijo con vigor al capitán Hawke, hubiera deseado que aquel pirata fuera ahorcado. Tardó una semana en poder moverse, aunque fuera levemente sin dolor. Y aunque pudo levantarse y moverse a la semana siguiente, los cortes de su cara seguían en carne viva. No estaba en condiciones de ver a Hoseok. Pero ya no podía perder más tiempo. Sólo faltaba una semana para la boda. Y él tenía que verlo. Pese a su aspecto físico se presentó en casa de los Malory en Grosvenor Square.
Le dijeron que Hoseok había salido a hacer compras para su ajuar. Esta información acrecentó su pánico. Espero una hora y, cuando el llegó, separó rudamente a su novia de los primos en el momento de entrar. Lo condujo al jardín y salieron luego a la plaza, sin decir nada, con paso largo y rápido, la expresión de él sombría y pensativa.
Al penetrar en su mente la suavidad de la voz de Hoseok, él se detuvo.
–¿Ya estás recuperado?– preguntó el.
Una cortante brisa otoñal arrastraba hojas por el aire y jugaba locamente con las plumas del sombrero de Hoseok. El tenía las mejillas encendidas, los ojos chispeaban con la luz azulada. Era demasiado, condenadamente bello, rebosante de salud y vitalidad. Seguía siendo el Omega más hermosa que él había visto.
–¿Recuperado?– repitió yoongi preguntándose cómo habría llegado a enterarse Hoseok del asalto, puesto que él lo había evitado durante dos semanas para que no supiera nada.
–Derek nos habló de tu enfermedad– explicó el. -Lamento que lo hayas pasado tan mal.
¡Maldición! De manera que tenía que recibir ahora la compasión de ellm, gracias a Derek, que, además, había retocado la verdad. Hubiera preferido verlo enojado.
–Lo cierto es que estaba en una taberna, cerca de los muelles y fui asaltado por unos rufianes que me golpearon para apoderarse de mi bolsa. Siento placer en visitar lugares de mala fama.
El sonrió tolerante.
–Tony estaba seguro de que ibas a utilizar tu enfermedad para postergar la boda. Le he dicho que eso no estaba dentro de tu estilo.
–¿Me conoces tan bien, amor?– preguntó yoongi con ironía.
–Es probable que tengas muchos defectos, pero no el de la cobardía.
–¿Tú crees...?
–Oh, tonterías– interrumpió el. –No lo creería aunque intentaras convencerme de lo contrario, no lo intentes.
Yoongi rechinó los dientes y el le lanzó una mirada divertida. Ver la belleza de hoseok le afectaba profundamente, como siempre, y sus pensamientos vagaban sin poder concentrarse.
–Supongo que debo preguntar cómo has estado.
–Sí, deberías hacerlo– asintió Hoseok. –Pero ambos sabemos que no te interesa lo que yo pueda hacer con mi tiempo. Por ejemplo, ¿no te sentirías herido, verdad, si supieras que he estado demasiada ocupado para echarte de menos? Y tampoco te importaría saber que otros hombres me han acompañado a las fiestas a las que mis primos insistieron en llevarme.
–¿George Fowler...?
–George, Basil, William...
–Ten cuidado, porque puedo llegar a sospechar que quieres provocar mis celos para vengarte.
–¿Vengarme? Ah, veo que me juzgas de acuerdo a tu propio comportamiento. Es divertido, yoongi. Por el mero hecho de que otros omegas te parezcan fascinantes...
–¡Basta, hoseok!– exclamó yoongi perdiendo la paciencia. –¿Por que ocultas tu enojo tras una cortina de tonterías corteses? ¡Insúltame!
–No me tientes.
–Aja– exclamó él triunfante. –Empezaba a creer que no tenías carácter.
–Ah, yoongi– dijo Hoseok riendo bajito. -¿supones que debo decirte que eres una criatura sucia y despreciable, y que jure en medio de lágrimas que nunca me casaría contigo aunque fueras el último varón sobre la tierra y cosas por el estilo?
Yoongi lo miró enfurecido.
–¿Te estás burlando?
–¿Por que piensas eso?
Lo dijo con expresión tan inocente, que él le puso las manos sobre los hombros, dispuesto a sacudirlo. Pero los magníficos ojos azules se agrandaron sorprendidos, las manos de Hoseok se apoyaron en el pecho de él para apartarle, y yoongi se puso colorado hasta las orejas. Se apartó de el, casi temblando.
–El poco tiempo que nos queda me obliga a ser brutal, Hoseok– dijo con frialdad. -Te he pedido que terminemos con la farsa del compromiso. Te lo vuelvo a pedir. Más: te lo suplico. No quiero casarme contigo.
El bajó la mirada, y la clavó fijamente en las lustradas botas de él.
–¿No me quieres entonces... de ninguna manera? ¿Ni siquiera como amante?
Los ojos color de miel de yoongi llamearon ante el torbellino que le provocaba aquella pregunta, pero dijo solamente: –No dudo que puedes ser un amante estupendo.
–Pero no te intereso...
–Ya no.
Hoseok le volvió la espalda, sus hombros fueron cayendo, parecía una figurita desdichada, abandonada. Yoongi tuvo que contenerse con cada partícula de su voluntad para no tender los brazos y estrecharlo en ellos. Hubiera querido retirar lo dicho, mostrarle que todo era una mentira. Pero era mejor que el estuviese desilusionado un tiempo y que le olvidara después. No podía permitir que aquel precioso Omega se casara con un bastardo.
–De verdad creí poder hacerte feliz, yoongi– Las palabras flotaron hasta él por encima del hombro de el.
–Ningun Omega puede, amor, al menos por mucho tiempo.
–Lo lamento entonces. De verdad.
El no se movió.
–¿Me dejarás entonces?
–No.
–¿No?– El se enderezó, incrédulo. –¿Qué quieres decir?
–No me gritéis, señor.
–¿Así que volvemos a ponernos formales?– exclamó él, y su rabia crecía.
–Dadas las circunstancias, así es– contestó el tajante. –Bastará con que os vayáis de Londres la semana próxima. Os aseguro que soy lo bastante fuerte como para soportar la humillación de ser abandonado.
–¡Pero he dado mi palabra!– exclamó él.
–Ah, sí, la palabra de un caballero que es caballero sólo cuando le conviene.
–Estoy comprometido por mi palabra.
–Entonces cumplid con vuestra palabra, lord Min.
Empezó a alejarse pero él lo aferró del brazo, sus dedos apretaron con fuerza.
–No lo hagas, hoseok – lo previno sombrío. –Después lo lamentarás.
–Ya lo lamento...– La voz era sólo un murmullo. Y él se conmovió.
–Pero... ¿por qué?
–Porque... debo hacerlo– contestó el.
Yoongi le soltó el brazo y se apartó, su cara parecía una máscara diabólica.
–¡Que el diablo te lleve entonces! Pero juro que no seré tu marido. Si persistes en esta farsa, lo que tendrás es un matrimonio de comedia. Deseo que seas feliz.
-No puedes hablar en serio, yoongi...- había lágrimas en sus ojos.
–Os doy mi palabra, omega. Y un último aviso: no vayáis a la iglesia.
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