Capitulo 24 Parte 2

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El tenso silencio que siguió crispó los nervios de los tres. James se puso rígido. Conrad pasó un brazo protector sobre los hombros de hobi y juntos esperaron la explosión. Antes que se produjera se abrió la puerta y entró el joven.
–Henri me ha dicho que el es mi primo. ¿Es verdad?
James se enfureció.
–¡Ahora no, Jeremy! –el muchacho retrocedió.
–No, no te vayas, Jeremy— dijo hobi tomando al muchacho de la mano y metiéndole en el cuarto–. El tío James está enojado conmigo, no contigo.
–No estoy enojado contigo, seoki. –Hizo un esfuerzo para controlar la voz.
–Estabas a punto de gritarme.
–No iba a gritarte— estalló.
–Bueno, es un alivio –dijo hobi.
James abrió la boca, luego la cerró y suspiró exasperado. Sus ojos se encontraron con los de Conrad y el mensaje fue claro: «Ocúpate de el. Yo abandono». Conrad hizo las presentaciones.
–Jeremy Malory, el Omega Min Hoseok, condesa.
–Campanas del infierno –dijo Jeremy riendo–. ¡Por eso él estaba enfadado!
–Sí, no creo que le guste... bueno, no importa.– Sonrió al hermoso joven.– No pude verte bien antes. Cielos, eres igual a tu tío Tony cuando era más joven... –Se volvió hacia James.– ¿Iba a guardarlo siempre en secreto, tío?
–No hay tal secreto –dijo James de mala gana.
–La familia no está enterada.
–Oh, yo lo supe sólo hace cinco años. Y no puede decirse que haya estado en buenas relaciones con mis hermanos desde entonces.
–Podías habérmelo dicho a mí cuando te vi la última vez.
–No tuve tiempo para entrar en explicaciones, Hoseok. No podía decirte, «¿Sabes? Tengo un hijo». Me hubieras acosado con preguntas interminables, y Jason hubiera mandado a los criados tras de mí y al fin me hubieran encontrado.
–Lo creo. Pero, ¿cómo diste con él? ¡Dijiste que fue hace cinco años!
–Un poco menos, en verdad –replicó él–. Y simplemente tropezamos el uno con el otro en una taberna donde él estaba trabajando.
–Debías haber visto la cara de tu tío, ardillita, cuando vio al muchacho –dijo Conrad sonriendo al recordar aquello–. El se dio cuenta de que el muchacho tenía un aire familiar, pero no sabía por qué. Y Jeremy tampoco le quitaba los ojos de encima.
–Le reconocí, ¿sabes? –Interrumpió Jeremy–. Nunca lo había visto antes, pero mi madre me lo describía con tanta frecuencia, que lo hubiera reconocido en cualquier parte. Finalmente me armé de coraje y le pregunté si era James Malory.
–Puedes imaginar la reacción –dijo Conrad alegremente–. Todo el mundo en los muelles le conocía solo como el capitán Hawke, y aquí estaba este muchachito llamándole por su verdadero nombre. ¡Y, para colmo, le dijo que era su hijo! Pero Hawke no se rió entonces. Observó al muchacho, le hizo algunas preguntas y se sintió de pronto como un orgulloso padre.
–De manera que tengo un nuevo primo que ya es casi un hombre–dijo hobi sonriendo–. ¡Oh, esto es espléndido! Bienvenido a la familia, Jeremy.
El muchacho era casi tan alto como su padre, lo que significa que era mucho más alto que hobi. El se puso de puntillas para besarle en la mejilla y quedó sorprendido por el apretado abrazo que lo dejó sin aliento. El muchacho no lo soltaba.
–¡Basta ya, Jeremy, Jeremy!— El muchacho retrocedió.
–¿Es posible el matrimonio entre primos? –preguntó. Conrad resopló. James frunció el ceño. Hobi se ruborizó. Ahora entendía el motivo que se ocultaba detrás de aquel abrazo.
–¿Otro calavera en la familia tío James? –preguntó el picante. –Eso parece— dijo James suspirando–. Y está aprendiendo muy pronto todas las tretas.
–No hace más que seguir tu ejemplo— intervino con suavidad Conrad.
–Bueno, pero ya es hora de que se vaya a la cama.
–Campanas del infierno –protestó Jeremy.
–Hazlo –ordenó James con severidad–. Podrás ver otra vez a tu primo por la mañana, si tienes mejores maneras y recuerdas que es tu primo, no la doncella de una taberna.
Tras esto hubiera sido de esperar que el muchacho se fuera avergonzado. Pero no fue el caso de Jeremy. Sonrió con picardía a hobi y parpadeó.
–Soñaré contigo, dulce seoki, esta noche y todas las noches a partir de ahora.
El casi soltó la carcajada. ¡Vaya audacia! le lanzó una mirada aguda y dijo:
–No seas fastidioso, primo. Me has abrazado lo bastante como para darte cuenta de que soy un Omega casado y bien casado.
Hobi gimió, maldiciendo su arrebatada lengua. Jeremy lanzó una mirada a su padre y corrió hacia la puerta. Hobi se puso rígido, pensando que James había entendido claramente el sentido de sus palabras.
–¿Es verdad eso?
–Sí.
–¡Qué Dios lo maldiga! ¿Cómo ha sucedido esto, Hoseok? ¿Cómo diablos has podido casarte con ese... ?
–Estás hablando como Tony –interrumpió el–. Cada uno de vosotros quiere un trozo de yoongi. ¡Encontradle, divididle entre vosotros, hacedle pedazos, pegadle tiros, matadle! ¿Qué me importa a mí? ¡No es más que mi marido y el padre de mi hijo!
–Tranquilo, ardillita –dijo Conrad con dulzura–. Tu tío ha abandonado sus planes con respecto a ese hombre a partir del momento en que supo que estaba casado contigo.
–¿Qué planes? –preguntó el–. ¿Qué significa todo esto, tío James?
–Es una historia larga, tesoro, y...
–Por favor, no sigas tratándome como a una criatura, tío James.
–Bien –dijo él–. La verdad es que le di una buena paliza porque me había insultado. Y, como resultado de esto, terminé en la cárcel.
–Y casi te ahorcaron –añadió Conrad.
–No –dijo Hoseok conteniendo la respiración–. No puedo creer que yoongi...
–Él dio el nombre de Hawke a las autoridades, ardillita. Es posible que el Maiden Anne ya no siga navegando, pero Inglaterra nunca olvida. Hawke fue juzgado por piratería. Pero logró escapar, y no gracias a Min.
–Comprenderás ahora por qué los muchachos se cuidaron mucho de mencionar mi nombre delante de ti –dijo James–. Tenía que cuidar mi vida; de otro modo hubiera tenido que dejar Inglaterra inmediatamente. Lo siento, seoki –añadió con dulzura–. Hubiera pretendo que ignoraras el tipo de enredos en que anda metido tu marido.
–No te disculpes tío –dijo hobi muy tenso–. Esto sólo me demuestra hasta qué punto he estado equivocado con él. Simplemente no puedo creer que he sido tan tonto como para creer que estaba enamorado de él.
–¿Y no lo estás?
–No. Y no me mires así. De verdad no le amo.
–¿No te parece que lo está afirmando demasiado, Hawke? –preguntó Conrad, sonriendo.
–Oh, ¿crees eso? –dijo hobi con calor–. Bueno, ¿podrías tú acaso amar a una esposa que te abandonara el mismo día de la boda? No le perdonaré nunca, nunca. Aunque no haya querido casarse conmigo, aunque se haya justificado al dejarme, es detestable porque... bueno, simplemente es detestable. Los dos hombres cambiaron una mirada.
–¿Dónde está él ahora? –preguntó el tío.
–Ha salido de Inglaterra. Ni siquiera soportaba estar en el mismo país que yo.
–¿Tiene propiedades en otra parte?
El se encogió de hombros, otra vez sumergido en su desdicha.
–Una vez mencionó unas propiedades en las Indias Occidentales, pero ignoro si se fue allí. ¿Y que importa? No piensa volver. Lo hizo notar claramente...
Se interrumpió, porque abajo se había producido un alboroto. James hizo una seña a Conrad para que averiguara de qué se trataba. En el momento en que Conrad abrió la puerta fue evidente que la disputa ya estaba cerca, no en el piso de abajo, James siguió a Conrad, y seoki salió tras de los hombres.
Había una lucha en las escaleras, entre Henri y... ¿acaso Tony ¡Dios mío, era Tony! Artie ya estaba tendido al pie de la escalera. Y Henri estaba a punto de seguirlo. Hobi se abrió paso entre James y Conrad.
–¡Basta, Tony!
Anthony lo vio y soltó a Henri, que se dejó caer como un peso muerto sobre los peldaños.
–¡De manera que no estaba equivocado! –exclamó Tony, mirando furioso a su hermano–. No aprendiste la lección la última vez que te escapaste con el, ¿verdad, James?
–¿Puedo preguntarte cómo averiguaste dónde estábamos? –preguntó James sin perder en absoluto su calma.
–¡No debes preguntar nada! –replicó Tony.
–Tony, no entiendes... –empezó hobi.
–¡Hobi!
El rechinó los dientes. ¡Tony era tan testarudo! Esta era una oportunidad que el no podía dejar pasar. Los hermanos estaban juntos y era el momento de intentar reconciliarlos. Pero si Tony sólo quería sacarlo de allí a la fuerza, ¿cómo podía el lograr que se calmara y hablar con James?
–Oooh. –hobi aferró el brazo de James con una mano y se llevó la otra al vientre, doblándose, como bajo un dolor intenso.– Siento que... ¡oooh! ¡Ha sido... demasiado excitante! Una cama, tío, llévame a la cama!
James lo levantó suavemente entre sus brazos. No habló, pero su mirada era desconfiada cuando lo miró a los ojos. Hobi decidió ignorarlo y gimió de nuevo, bastante convincentemente.
Jeremy llegó corriendo por el salón hacia ellos, metiéndose la camisa abierta bajo los pantalones, todo muy deprisa.
–¿Qué pasa? ¿Qué le sucede a Hoseok?– Nadie le contestó, y James y Conrad corrieron al dormitorio con hobi.
—¿Quién sois? –pregunto Jeremy, cuando Anthony hizo a un lado a los otros para pasar.
Anthony se detuvo de golpe. Había lanzado sólo una mirada al muchacho, pero bastaba. Era como mirar un espejo del pasado.
–¿Y quién diablos eres tu?
Conrad rió y salió del dormitorio.
–No es vuestro, si es eso lo que estáis pensando, lord Anthony. Pero es de la familia: el hijo de James.
Jeremy tapó el ahogado grito de sorpresa Anthony con su propio grito.
–¡Tío Tony! ¡Campanas del infierno! Creí que nunca iba a conocer a nadie de la familia de mi padre, ¡pero ahí está hobi y ahora usted y todo en una sola noche!– Estrechó a Anthony en un abrazo de oso que casi le cortó el aliento. Tony rodeó entonces los anchos hombros del muchacho y devolvió el abrazo, sorprendiendo a Conrad.
–No te vayas, gallito –gruñó, antes de entrar al cuarto.
Al ver a hobi tendido en la cama y a James al lado, el furor de Tony volvió.
–¡Que Dios te confunda, James! ¿Es que no tienes cabeza para haberlo secuestrado estando encinta?
–El no me secuestro –protestó hobi.
–No mientas en mi nombre, querido –lo reprendió James dulcemente. Se levantó y se enfrentó a su hermano menor–. Tienes razón. Tony. Si yo tuviera sentido común habría averiguado quién era el esposo de Min antes de secuestrarlo para atraerlo a él aquí.
Tony pareció sorprendido, luego exasperado.
–¿Cometiste un error?
–Un error colosal.
–Todavía no es excusa – gruñó Tony.
–De acuerdo.
–¡Te ruego que no sigas poniéndote de acuerdo conmigo!— James rió.
–No necesitas excusas para atacarme, si es eso lo que te molesta, hermano.
–No lo hagáis, tío Tony –dijo Jeremy, entrando al cuarto.– Detestaría tener que pelear con usted cuando acabo apenas de conoceros.
–Siempre defiende a su padre –intervino Conrad–. Cree que su padre no sabe defenderse solo después del vigoroso ejercicio que le hizo hacer Min.
–Te he mandado a acostar, Jeremy –dijo James, pero su mueca de enojo se dirigía a su primer piloto.
–Creí que eras tú quien había dado una paliza a yoongi, tío James –dijo hobi.
–Oh, se la dio, ardillita –dijo Conrad sonriendo–. Salió caminando del encuentro... es verdad que apenas se mantenía en pie... mientras que tu marido no podía hacerlo, no cabe duda.
–¿No cabe duda? –repitió el como un eco.
–Nos fuimos cuando aún no había recobrado el sentido.
–Queréis decir –estalló el furioso– ¿que lo abandonasteis cuando estaba herido?
Conrad y James se estremecieron.
–Recibió ayuda muy pronto, hobi, lo bastante como para hacerme meter en la cárcel una hora después.
–¿Qué significa todo esto? –exclamó Anthony.
–Oh, la historia te va a deleitar. Tony –dijo hobi enojado–. Parece que no eres el único que quiere derramar la sangre de mi marido.
Anthony frunció el ceño.
–¡Creí que ya no ibas a defender a ese canalla!
–Es verdad –replicó el con dureza–, pero ese es un asunto mío, no tuyo. No quiero que mis tíos intervengan cuando soy perfectamente capaz de hacer que Min yoongi lamente haber regresado a Inglaterra... si es que regresa alguna vez.
–Eso suena bastante ominoso –concedió Tony.
–¿Verdad que sí? –sonrió james–. Casi deseo que el regrese a hobi.
–Espléndido –exclamó hobi–. ¡Me alegro de que las dos tengáis otra vez algo en común!
–No te entregues a la esperanza, gatito –lo previno Anthony–. No me gusta asociarme con piratas que se llevan niños.
–Oh, vamos, Tony –dijo hobi irritado–. Eso sucedió hace años. Olvídalo ya.
–¿A quién llamáis pirata? –preguntó Jeremy con tono agresivo.
–Tu padre es un pirata –dijo Anthony, tranquilamente.
–No lo es. ¡Ya no lo es!
Anthony miró a James buscando una aclaración. Pero James tercamente se negaba a explicarse.
Fue Conrad quien dijo:
–El Maiden Anne se retiró poco después de que Jeremy se unió a la tripulación. No podíamos educar al muchacho a bordo de un barco. Los únicos viajes que ese barco hace ahora, excepto los escasos de regreso a la patria, son para llevar las cosechas al mercado. Nos hemos convertido en plantadores de las islas.
–¿Es eso verdad, James? –preguntó una voz tranquila desde la puerta.
–¡Tío Jason! –exclamó hobi, al ver al mayor de sus tíos. Jason parecía verdaderamente amenazador con una casaca a lo Garrick y su expresión haciendo juego con su atuendo.
–Ah, perdón James –dijo Anthony–. Olvidé decir que los mayores me seguían.
–No lo bastante cerca –resopló Edward, al aparecer en la puerta junto a Jason.– Y no tenías que precipitarte para llegar antes que nosotros, Anthony. Has encontrado aquí un buen alojamiento, James. ¿Cuánto te cuesta?
–Hombre de negocios hasta el final, ¿eh, Edward? –dijo James sonriendo. Luego añadió: —¿Tendríais inconveniente en informarme cómo diablos habéis dado conmigo? ¿y como supisteis que estaba en Inglaterra?
–Es obra de Anthony –replicó Edward–. Vio un dibujo hecho por hobi. Se detuvo esta mañana al regresar a Londres para hacerme saber cómo estaba el, y entonces se le ocurrió que conocía a uno de los individuos del dibujo. Recordó que era un hombre de tu tripulación cuando compraste el Maiden Anne. Jason acababa de regresar de Haverston, e imaginó el resto.
–Pero, ¿cómo se os ocurrió venir aquí?
–Fue fácil –contestó Edward–. Este es el puerto más cercano. Pensé que eras lo bastante audaz como para traer aquí tu barco.
–No tan audaz –replicó James, molesto–. El barco espera lejos de la costa.
–Entonces, por eso no dimos con él. Naturalmente, Anthony no es persona que ceda fácilmente. Pasamos la tarde haciendo averiguaciones de un extremo a otro de la ciudad. Finalmente tropezamos con un agente que te había visto entrar y salir de esta casa.
–¿Y ahora qué? –inquirió James, mirando directamente a Jason–. ¿Tendré que recibir otra vez una reprimenda de cada uno de vosotros?
–Claro que no, tío James –contestó rápidamente hobi–. No dudo que ellos están dispuestos a olvidar el pasado si tú quieres olvidarlo. Después de todo, has abandonado la piratería. Te has establecido y tienes un hermoso hijo. No dudo que mis tíos estarán encantados de darte la bienvenida en nuestra familia.
–¡Un hijo!
–Yo –dijo Jeremy con orgullo, mirando a Jason y Edward desde el otro lado de la habitación. Hobi prosiguió, antes que los tíos mayores pudieran recobrarse.
–En verdad creo que por hoy ya no puedo resistir más excitación. Vamos, podría fácilmente perder a mi hijo si...
–¡Tu hijo!
–¿Acaso Tony no os lo ha comunicado? –preguntó hobi con aire inocente.
–Muy bien dicho, garito –dijo Anthony, sonriéndole–. Y veo que te has recobrado de tu malestar.
–Me hacía falta descansar unos momentos.
Él movió la cabeza.
–Bueno, ahora puedes quedarte tranquilo y dejar que nos abracemos y nos reconciliemos. Vete a tomar una taza de té o algo por el estilo. Y lleva contigo a mi nuevo sobrino.
–Tío Jason... –no necesitó especificar. Él asintió. Tenía ahora su mueca inofensiva, de manera que las cosas andaban bien.
–Veré, hobi. Hay cosas que un hombre no puede decir si tú estás en el cuarto.
Hobi sonrió triunfante y abrazó a James.
–Bienvenido de vuelta a la familia, tío James.
–Seoki, tesoro, no cambies nunca.
–Como si vosotros cuatro pudierais dejarme cambiar sin vuestra aprobación– Enganchó su brazo en el de Jeremy.– Ven, primo. Tu padre me contará todo acerca de ti, y tú también podrás contarme tus cosas.
–Es mejor que yo los acompañé –dijo Conrad, y salió con ellos.
Al salir los tres, todavía oyeron: –Siempre tienes que ser diferente, ¿verdad, James?– Era Jason quien hablaba. —El no se llama seoki.
–Y tampoco se llama hobi. De todos modos ya ha crecido mucho para que le sigan llamando hobi. Hoseok es más adecuado para un omega.
–Parece que no has logrado que se reconcilien– dijo Jeremy a hobi.
–Tonterías– dijo hobi riendo–. Díselo, Connie.
–El tiene razón, muchacho –dijo Conrad mientras los acompañaba a atravesar el salón–. Nunca serán felices si no discuten por algo.
–Piensa, en cambio, hasta qué punto los ha hecho felices, Jeremy –añadió sabiamente hobi. —Ahora podrán discutir acerca de la manera de educarte.

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