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Llegó la semana de exámenes y casi no tenía tiempo de salir de mi habitación.
Iba a sacar buenas notas para demostrarle a mis padres que estaban equivocados conmigo y que si valía para estudiar.
Era sábado y llevaba toda la mañana estudiando.
Era imposible memorizar todo.
De vez en cuando hablaba con ruslana o con Juanjo, para distraerme un poco.
Ni siquiera paré de estudiar para comer cuando me enteré que caía un tema más de los que me estaba estudiando.
El domingo fue más de lo mismo.
Y llegó el lunes, era el momento de demostrar lo que valía.
Entré al examen intentado confiar en todo lo que había estudiado.
Me senté y empecé a contestar el examen.
Llevaba algo más de la mitad cuando noté que me costaba enfocar la vista, como si derrepente todo estuviera borroso.
Me empezaron a pesar los ojos, no había descansado mucho y sentía que me iba a quedar dormido en medio del examen.
Contesté la siguiente pregunta.
Si terminaba rápido podría salir de clase y echarme una siesta.
Pero mi mente estaba tan nublada que no era capaz de recordar nada más.
Con lo que había estudiado para esto.
La situación me empezó a estresar.
¿Por qué no me podía salir bien?
Me había esforzado mucho.
Sabía que no iba a poder contestar nada más. Me levanté de mi mesa y en ese momento me sentí como un intruso en esa clase.
Todo el mundo me miraba.
Nadie había entregado el examen y yo iba a ser el primero.
Algunos miraban con curiosidad, otros con caras de asco o envidia.
Más atención de la que me merecía.
Mis manos empezaron a temblar mientras agarraban el papel con fuerza.
Notaba como mi corazón empezaba a latir más fuerte.
Eso solo significaba una cosa.
Iba a tener un ataque.
Un pitido se instaló en mis oídos haciendo que fuera imposible escuchar algo más que eso.
Fui a la mesa del profesor y dejé el examen en la mesa, no sin antes coger mi mochila para salir de la clase.
Entré al baño.
Los síntomas no hacían más que empeorar.
Intenté mantener la calma.
Saqué el móvil y marqué el número de ruslana.
Estudiábamos en la misma universidad aunque esa clase no la compartiéramos y podría venir a ayudarme.
Pero no contestó.
Como era obvio en pleno horario escolar.
Cerré los ojos intentando tranquilizar mi respiración.
Marqué a Juanjo.
Tampoco contestó.
Solté el móvil y empecé a sacudir las manos intentado aguantar.
Era fuerte.
Casi tanto como las ganas que tenía en ese momento de clavar mis uñas en mis palmas para aliviar el ataque.
Pero no iba a caer.
Me miré en el espejo.
Empecé a susurrarme cosas bonitas.
Eres increíble
Eres súper buena gente
Puedes con todo
Eres mucho más de lo que dicen
Eres fuerte
Cuando bajé la mirada de mi reflejo vi como había clavado mis uñas, sin darme cuenta, en mis palmas.
No había servido para nada decir todo eso.
Como si me lo fuera a creer por decirlo.
Me latía la cabeza, aunque el pitido ya había parado.
Sabía que había una solución que podría tranquilizar un poco el ataque de pánico que no parecía querer acabar.
Pero no quería llegar a ese extremo.
Me miré de nuevo en el reflejo.
Daba bastante pena.
Se notaba que no estaba en mi mejor condición.
Entré las lágrimas que en algún momento habían empezado a salir de mis ojos, el color pálido de mi piel, seguramente por no haber comido en todo el fin de semana y las ojeras de no haber dormido, estaba un poco, en la mierda.
Abrí la mochila y saqué mi pequeña ayuda en situaciones como esta.
Una pequeña cuchilla de un sacapuntas.
Solo un par, me dije.
Y eso hice, un par en cada muñeca, no más de dos o tres.
Miré los cortes que acababa de hacer.
No eran muchos, pero suficientes para que el dolor mental se fuera.
O que al menos el físico fuera más importante.
Me eche agua por los brazos y por la cara.
Suspiré.
Porque en el fondo sabía que esa no era la solución.
Pero siempre servía.
Aunque me encontraba cada vez peor, mi respiración era continua y a un ritmo normal.
Y no estaba llorando.
Al final, si que había servido, ¿No?
Perdí un poco el equilibrio y tuve que andar un par de pasos hasta llegar a la pared  y apoyar mi peso en esta.
Buscando un apoyo cuando mis piernas empezaban a fallar.
Subí mis manos a mi cabeza.
Y cerré los ojos, como si eso fuera a hacer que todos mis dolores desaparecieran.
Y lo hicieron.
Claro que lo hicieron.
Porque de un momento a otro no sentía ese dolor, no sentía nada.

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Desperté en la camilla de la enfermería.
¿En que momento había llegado aquí?
La enfermera me dijo que un chico, diciendo que era mi novio me había traído, y le había pedido que esperara hasta las 12, cuando el terminaba sus exámenes para que pudiera venir a recogerme.
El primero en el que pensé fue en Juanjo, pero, ¿no era posible verdad? Claro que no lo era, si no estudiaba ni en esta universidad.
Además, no somos novios.
¿Quién podía haber sido?
Esperé unos minutos hasta que vi la puerta abrirse.
No.
No podía ser.
Era Hugo.
Hugo mi ex.
Hugo el que me dejó en la lluvia, mojándome y muriéndome de frio.
Hugo el que sí había sido mi novio, pero que ahora no era más que un pasado que quería olvidar.
¿Qué hacía ahí?
-Martin, mi amor.- dijo, acercándose.
No me molesté en separarle porque estaba muy ocupado pensando que razones tendría para aparecer.
Y qué hacía en mi universidad.
-¿Qué haces aquí?.-
Le dije.
-He venido a verte amor.-
Me daba asco ese apodo.
Me recordaba a momentos con él, que en algún punto de mi vida eran bonitos, pero ahora eran pesadillas.
-Puede irse cuando quiera.-Dijo la enfermera, abandonando la sala.
-Creo que tenemos que hablar.- me dijo, con una mirada inocente.
-Yo no tengo nada que hablar contigo.- le dije levantándome, y aunque perdí un poco el equilibrio, al momento empecé a andar hacia la puerta.
-Martin, escúchame, se que fui un cabrón ¿vale? Lo admito, pero por favor, vamos a hablar.-
-Lo fuiste, en eso estamos de acuerdo, pero no pienso escuchar más.-
-Por favor.-
-Dejame.-
Me cogió la de la muñeca, tirando de mí.
Nunca pensé que volvería a estar cara a cara con él.
-He cambiado Martin, te lo juro.-
-No te creo.
Ya estábamos saliendo de la universidad.
-Si nos volvemos a ver, prométeme que me dejaras explicarte las cosas.
-No te prometo nada.-le contesté, intentando sonar seco, y sin intención de cumplir su petición. No se lo merecía.
-Con eso me conformo.- y me dió un beso en la mejilla para después irse con una sonrisa triunfadora.
Seguí andando pensando en lo que acababa de pasar.
¿La próxima vez?
Espero que no haya próxima.
No entendía nada.
Llegué a mi casa, y me tumbé en el sofá.
Había decidido que no iría a clase para descansar un día.
Y ha haria los exámenes después.
Abrí mi mochila para coger mi móvil.
¿Dónde está?
Vacíe la mochila enterita, y no había ni rastro.
Lo último que recordaba era que llamé a Juanjo y a ruslana con él.
Y después, lo dejé en el baño.
Si habían sido capaces de llevar a la enfermería mi mochila entera, incluso a mí mismo, porque no estaba mi móvil.
Volví andando a la universidad, todavía no habían terminado las clases.
Revisé el baño y no había nada.
Mi móvil había desaparecido.
Genial.
Ahora solo tenía que comprarme uno nuevo.
Pero eso ya sería otro día.
Porque me fui a dormir directamente cuando llegué a mi casa de nuevo.
Llegó el sábado y fui al centro comercial a comprarme un nuevo móvil.
Pregunté en dirección si alguien había llevado un móvil durante la semana, pero no hubo suerte.

Entré toda la gente pude diferenciar a alguien.
Era Juanjo.
Tenía tantas ganas de verle que mi sonrisa no tardó en aparecer.
Fui hacia el, esquivando a la multitud que paseaba de una tienda a otra comprando cosas que probablemente no necesitaban.
-Juanjo!
Noté como se giró durante un segundo, pero después siguió su camino.
No me había escuchado bien.
-Juanjo
Estaba vez estábamos más cerca.
Tenía que haberme oído.
Se dió la vuelta y cuando me vio, su cara era un cuadro, pero un cuadro para mal.
Parecía que había visto algo asqueroso.
-hola.- le dije, acercándome a él para darle un abrazo.
Dio un paso atrás.
-¿Qué pasa?
- ¿Enserio me lo preguntas?
Le miré, sin entender muy bien la situación.
Se dió la vuelta para irse.
-Oye Juanjo de verdad, no entiendo nada.-le dije cogiéndole de la muñeca evitando que se fuera.
-Yo si que no te entiendo Martin.
-¿Pero que he hecho?
-¿Tú? Nada Martin nada, tú eres perfecto.
Y de un tirón quitó su mano.
Me quedé en silencio sin saber que decir.
-Eres un hipócrita
-¿Qué?
-Me dices todo eso y ahora vienes así, no te entiendo de verdad.- me dijo, dándose la vuelta y continuando su camino.
-¿Pero qué te he dicho?.- le dije mientras le veía alejarse.
No entendía nada.
¿Por qué estaba enfadado si no hablábamos desde que dormimos juntos y estaba todo bien?
¿Qué había cambiado?
¿Que le había dicho?
No nos habíamos visto en persona. Además, no tenía móvil y no le podía escribir.
No tenía mi móvil.
Pero, ¿Quién lo tenía?

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Holaaa perdón por tardar tanto, está semana subo varios lo juro
Espero que os gusteee
Rompeolas es increíble por dioooos
Que temazo
Que todo

La inseguridad de su mirada~juantinWhere stories live. Discover now