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—¿El Regente estuvo aquí la pasada noche? —El hombre de los anillos saludó a Kook sin preámbulos. Cuando este asintió, aquel frunció el ceño, dos líneas se formaron en el centro de su frente. — ¿Cuál era el estado de ánimo del Príncipe?

—Delicioso —ironizó Kook.

El hombre de los anillos le dio una dura mirada. Y después se apartó para dar una breve orden al criado que estaba limpiando los restos de la comida de Kook. Luego volvió a hablar con este.

—Mi nombre es Jong-hyun. Soy el Supervisor. Solo tengo una cosa que explicarte. Dicen que en Akielos atacaste a tus guardias. Si haces eso aquí, tendré que drogarte como lo hicieron a bordo del barco y quitarte varios privilegios. ¿Entiendes?

—Sí.

Otra mirada, como si esta respuesta fuera de alguna manera sospechosa.

—Es un honor haberte unido a la Casa del Príncipe. Muchos desean tal posición. Sea cual sea tu desgracia en tu propio país, te ha puesto en un sitio de privilegio aquí. Deberías inclinarte sobre tus rodillas en agradecimiento al Príncipe por esta situación. Deberías dejar tu orgullo a un lado y olvidar el pequeño asunto de tu vida anterior. Existes solo para complacer al Príncipe Heredero del que depende la administración de este país, quien asumirá el trono como su rey.

—Sí —aceptó Kook, e hizo su mejor esfuerzo para parecer agradecido y mostrarse de acuerdo.

Al despertar, a diferencia de ayer, no había sufrido ninguna confusión en cuanto a dónde estaba. Sus recuerdos estaban muy claros ahora. Su cuerpo había protestado inmediatamente debido al maltrato de TaeHyung; sin embargo, luego de hacer un breve inventario, reconoció que sus heridas no eran peores que las que había recibido de vez en cuando en el campo de batalla, por lo que dejó el asunto a un lado.

Cuando Jong-hyun terminó de hablar, escuchó el lejano sonido de un desconocido instrumento de cuerda tocando una melodía vereciana. La cadencia viajaba a través de esas puertas y ventanas con sus muchas y pequeñas aberturas.

La ironía era que, en algunos aspectos, la descripción de Jong-hyun sobre su situación privilegiada era correcta. Este no era el tipo de celda que había habitado en Akielos, ni estaba drogado, ni se parecía al confinamiento vagamente recordado a bordo del barco. Esta habitación no era una cámara de la cárcel, era parte de la residencia para las mascotas Reales. La comida se le había servido en plato dorado adornado con un intrincado follaje, y cuando la brisa nocturna se levantó, a través de las ventanas blindadas llegó el delicado aroma de jazmín y frangipani.

Exceptuando que era una prisión. Exceptuando que tenía un collar y una cadena alrededor de su cuello, y que se encontraba solo, rodeado de enemigos, a muchos kilómetros de casa.

Su primer privilegio fue ser vendado y llevado, con escolta completa, para ser bañado y preparado en un ritual que ya conocía de Akielos. El palacio, fuera de su habitación, seguía siendo un misterio debido a sus ojos vendados. El sonido del instrumento de cuerda se volvió más fuerte durante un instante, y luego se desvaneció en un eco poco entusiasta. Una o dos veces oyó el bajo sonido melodioso de unas voces. En otra ocasión, una risa suave y amorosa.

Mientras era llevado a través de las estancias de las mascotas, Kook recordó que no era el único akielense que había sido obsequiado a Vere, y sintió un ramalazo de preocupación por los otros. Los protegidos esclavos del palacio de Akielos podrían estar desorientados y vulnerables al no haber aprendido nunca las habilidades que necesitaban para valerse por sí mismos. ¿Podrían siquiera comunicarse con sus amos? Fueron instruidos en varios idiomas, pero era probable que el vereciano no fuera uno de ellos. Las relaciones que tenían con Vere eran limitadas y, hasta la llegada del consejero Bum, en gran medida, hostiles. La única razón por la que Kook conocía esa lengua era porque su padre había insistido en que, para un príncipe, conocer el idioma de su enemigo era tan importante como aprender la lengua de un aliado.

Cautivo "KookV"Where stories live. Discover now