Rabia

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Diana

7:21 p.m.

—Papá, ya estoy aquí— dije sin querer gritar, aunque la emoción que tenía lo hacía muy difícil— ¿Papá?

Entre a su oficina esperando encontrarlo, pero no estaba. Me tranquilicé pensando que tal vez estaría hablando con quien sea que quisiera invertir en el proyecto. Entré a mi oficina contenta, pero mi estado de ánimo murió cuando vi a Rafael sentado en mi escritorio, hablando con un hombre de unos treinta años que parecía muy interesado en la conversación que tenían, tanto que ni siquiera notó que había entrado hasta que mi insoportable hermano levantó la mirada.

—Ah, buenas noches— me saludó y me obligué a sonreír aunque no entendía nada— Soy Mario Cortés.

—Mucho gusto, Diana Rocher— le dije, acercándome para apretar su mano sólo por un segundo— ¿Puedo ayudarle en algo?

—Bueno, vine porque mi jefe escuchó sobre un proyecto de caridad que se estaba desarrollando y lo vio como una posible oportunidad de inversión— asentí sonriendo, sin poder ocultar mi emoción— Pero este joven ya me hizo entender que será cancelado en unos meses, es una pena.

Ni siquiera supe que cara poner, vi a Rafael sonreír detrás del hombre.

«Hijo de...»

—En fin— continuó y tuve que tragarme la rabia que sentía para volver a mirarlo— Es una pena, parecía un excelente proyecto...

—Lo es— lo interrumpí, probablemente de la peor manera posible, me aclaré la garganta y sonreí suavizando mi tono— Le ofrezco una disculpa, mi hermano seguramente confundió la información— mentí, era más fácil que explicarle que me odiaba, Rafael se cruzó de brazos— El proyecto sigue en pie, yo me estoy encargando, ¿qué es lo que quiere saber?

Ya no lo iba a dejar ganar, estaba cansada de que me hiciera sentir insuficiente.

Tres horas, dos cafés y un apretón de manos después Mario se fue, dejándome con un contrato firmado y una alegría que nada podía arruinar.

Bueno, casi nada.

—¿Cuál es tu problema, eh?— casi grité cuando llegué a la oficina de Rafael, que apenas me dedicó una mirada llena de indiferencia y volvió la vista a su computadora— ¿Crees que es divertido? ¿No te cansas de joderme la existencia?

Eso lo hizo reír, golpeé el escritorio con las manos y eso hizo que me mirara indignado y un poco asustado.

—Esto es algo que hago por Pablo, al menos respeta eso— le dije entre dientes.

—Está muerto, supéralo ya— me respondió, frío— Te estaba haciendo un favor, es un proyecto estúpido, por eso no consigues a nadie que quiera financiarlo.

—¿Y qué es esto entonces?— espeté, poniendo el contrato frente a él, su cara de incredulidad valía oro, me reí— Siempre has estado celoso de mí, hasta ahora puedo verlo.

—No eres buena para estas cosas, acéptalo.

—Tú acepta que ya gané.

Le quité el contrato de un tirón y me dirigí a la puerta, me detuvo su voz llena de ira.

—No va a funcionar, no sabes una mierda sobre arte.

Me reí, negando con la cabeza y lo miré por encima del hombro.

—Yo no, pero conozco a alguien que sí.

Caos, destino y nosotros [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora