Girasoles

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Mateo

Lunes, 3 de diciembre del 2018, 3:21 p.m.

Sentía que llevaba horas dando vueltas en círculos con los ojos vendados, casi como si fuera a pegarle a una piñata o algo parecido, pero no, era sólo Diana tratando de volverme loco.

—¿Podemos parar? Creo que voy a vomitar...

—No seas llorón, sigue caminando— me contestó, sus manos seguían en mi espalda, guiándome hacia algún lugar.

—¿Puedo preguntar qué es lo qué estuviste haciendo toda la mañana en vez de ir a clases?

—Es una sorpresa— respondió.

—Sí, bueno, ¿te he dicho que odio las sorpresas?

—Una o dos veces sí...

Decidí no hacer más preguntas, fue un alivio cuando por fin me indicó que me quitara la venda, me costó un poco de trabajo porque la había hecho un nudo como si intentara secuestrarme, pero al final lo logré.

Era el jardín de mamá.

—¿Te gusta?

Tenía la boca abierta, lo sabía, pero no me importó, estaba atónito por la cantidad de colores que había en las flores recién plantadas. Se veía igual que antes de que mamá muriera.

Excepto por una parte.

—Girasoles— fue lo único que salió de mi boca y mis pies se dirigieron solos hasta las pequeñas flores.

—Perdón, no encontré margaritas, pero pensé que los girasoles se verían bien.

Me giré sonriendo.

—Es perfecto.

Ella también sonrió, bajó los dos pequeños escalones para ponerse a mi lado.

—¿Y? ¿Cuál es su historia?

—¿Qué dices?

—Siempre sabes el significado de las flores, ¿cual es el de los girasoles?

—No tengo ni idea— confesé, un poco sorprendido de que esperara que lo supiera, Diana sonrió, levantando la barbilla—¿Qué?

—Que esta vez yo lo sé.

Levanté una ceja.

—Pues dime.

Hizo un dramático gesto antes de empezar a hablar.

—Viene de la mitología griega— se arrodilló frente a los girasoles, admirándolos— La leyenda dice que una ninfa que se llamaba Clytia se enamoró del Sol: Apolo, y siempre recorría su trayecto, desde el amanecer hasta el anochecer— me arrodillé a su lado— pasó tanto tiempo admirándolo que terminó convirtiéndose en flor— se giró a mirarme, sonrió al notar que no despegaba los ojos de ella— Se convirtió en un girasol, y todavía sigue buscando al Sol.

Tardé un poco en reaccionar, estaba intentando procesar la historia, me era muy difícil hacerlo mientras trataba de apartar la mirada de ella, estaba como hipnotizado.

—Wow— fue lo único que logré decir y no precisamente por la historia.

Diana ladeó la cabeza, viéndome con cierta burla.

—Cuánta elocuencia— dijo sarcástica.

Le di un suave empujón, que la hizo caer al pasto de lado, comenzó a reír y tiró de mí, terminé tirado a su lado, entonces me encontré con las nubes, Diana también las estaba viendo.

—Se mueven— dijo de repente y no entendí a lo que se refería hasta que señaló hacia arriba— las mueve el viento.

No entendí por qué le sorprendía tanto, pero parecía estar tan asombrada que decidí no decir nada, la acompañé en su silencio, hasta que volvió a hablar.

—Antes no tenía tiempo de notar este tipo de cosas.

—¿Las nubes?

—Los detalles, en general— admitió, de pronto con tristeza en la voz— No podía parar y sólo...ver.

Me acomodé, recargándome sobre mi brazo para poder verla.

—¿Antes?

Salió de su ensimismamiento y me miró.

—Sí, antes— respondió, recuperando la sonrisa— Ahora es diferente, gracias a...

Sus ojos pasaron de estar en mí a estar de nuevo en las nubes.

—Gracias a ti— completó, susurrando.

No dije nada, pero repetí esa frase mil veces en mi cabeza. Sonriendo como tonto. Ella se levantó y entonces nos quedamos mirando.

—Gracias— le dije— Es el mejor regalo de cumpleaños que me han dado, en serio.

—¿Mejor que ese libro de cómics que te dio Daniel? Gritaste como por una hora...

—Mejor que eso—respondí riendo, también con un poco de pena— En serio, esto es increíble.

Se supone que teníamos que abrazarnos, y supongo que lo hubiéramos hecho si Daniel no hubiera hecho una de sus dramáticas entradas y casi nos hubiera provocado un paro cardiaco.

—¡Feliz cumpleaños a...!— miró a su alrededor, le tomó un segundo darse cuenta que había algo diferente en el jardín aunque era demasiado obvio— ¿Qué mierda? Cuantos colores, ¿vomitó un unicornio aquí o qué?

Puse los ojos en blanco. Diana se levantó y tuve que hacer lo mismo, aunque no tenía ganas de hacerlo.

—¡Diana!— casi gritó cuando la vio y fue directamente a abrazarla.

Ambos entraron a la casa, pero yo sentía que no podría irme de ahí jamás.

—¿Mateo?— me llamó Diana asomando la cabeza— Daniel quiere que...— se detuvo al notar que no la miraba, abrió la puerta y se puso a mi lado— ¿estás bien?

Suspiré.

—Sí, tranquila.

Pero se puso histérica.

—¿Fue una mala idea, verdad? Lo siento, no pensé que fuera a afectarte, es que vi esa foto en la sala, con tu mamá y las flores y...

Se calmó cuando la abracé inesperadamente, ni siquiera me había detenido a pensarlo.

Así era todo con ella.

—Me encanta, de verdad— le dije para que estuviera tranquila— Siento que ahora vivirá aquí por siempre— sonrió, recargó la cabeza en mi hombro— Gracias por devolverle su jardín.

Nos quedamos en silencio por varios segundos, sonriendo. Nuestra tranquilidad fue interrumpida por el ruido de algo rompiéndose y la risa de Daniel.

Ese día estuvo lleno de instantes que quería guardar por siempre, Daniel me miraba cómplice cuando Diana se me acercaba o abrazaba, era un poco molesto, para ser sincero.

—Díselo— susurró tal vez muy alto cuando Diana se alejó para hablar por teléfono— Díselo o se lo digo yo.

—Cállate, te va a escuchar.

—Sólo digo que...

—Mateo— interrumpió Diana en el momento justo— Lo siento, tengo que irme, Alex quiere que vayamos a cenar con su papá, dice que es importante, perdóname...

—Tranquila, está bien, te veo mañana.

Un último abrazo y se puso a recoger sus cosas. Se veía diferente, ni siquiera parecía la misma persona, sonreía mucho más desde que convenció a su papá de empezar ese proyecto, estaba mucho más cansada, pero al menos se veía muy feliz.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella fue cuando por fin noté la mirada divertida de Daniel, que estaba a punto de soltarse a reír.

—¿Qué?

—Cuando se casen, ¿me adoptan?

Me reí también cuando él lo hizo, le di un empujón en broma y nos pusimos a recoger la basura que había en la sala.

Yo también me sentía diferente, yo también estaba mucho más feliz.

Caos, destino y nosotros [COMPLETO]Where stories live. Discover now