Ella

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Mateo

5:23 p.m.

Los audífonos hacían que me dolieran las orejas pero me negaba a quitármelos, aunque no estaba escuchando nada evitaba que los vendedores ambulantes del centro se acercaran a hablarme. Caminé en círculos por un rato hasta que la vi a lo lejos y tuve que parar en seco, me sorprendí al ver que su largo cabello ahora le llegaba apenas un poco más abajo de la barbilla, le quedaba bien, se quitó los lentes de sol para observarme y cuando estuvo más cerca creí que iba a sonreír, pero en vez de eso, me dio un empujón.

—¿Qué te-

—¿Dónde estabas?— exclamó, claramente enojada.

—Tuve que pensar las cosas...

—¿Y te largaste sin decir nada?

Aunque intentaba mantener la calma, su tono me estaba sacando de quicio, solté todo el aire que había en mis pulmones, cansado.

—Ni un maldito mensaje— continuó, cruzándose de brazos— ¡Qué te costaba!

—Diana...

—¡Uno solo! ¡Un "estoy bien, estoy vivo" y ya!

—Perdón, necesitaba estar solo.

Se hizo el silencio, ahora fue turno de hablar de nuestras miradas confundidas. No pasó mucho tiempo antes de que empezara a reírme.

—¿De qué te ríes imbécil?

Sin pensarlo mucho, la abracé.

—No sé, creo que aún es raro que te preocupes por mí— le respondí.

No dijo nada, sólo se quedó ahí, quieta y respirando lentamente. Una pequeña parte de mí estaba esperando un golpe de su parte por haberme atrevido a tocarla.

—¿Sabes qué?— dijo después de unos segundos y la solté para verla a los ojos.

—¿Qué cosa?

—No me molesta la idea de ser tu amiga.

Levanté las cejas.

—Que honor.

Sonrió.

—Sabes a lo que me refiero.

Apartó la mirada, sonreí.

—¿No dijimos que sería sólo una noche? ¿O es que todavía es 8 de julio?

Puso los ojos en blanco.

—En fin, vámonos— dijo de la nada— Se hace tarde.

—¿Para qué?— le pregunté, pero ya estaba tirando de mí hacia su auto— ¿A dónde vamos?

Pero no respondió hasta que abrió la puerta del copiloto de su auto y me indicó con un gesto exagerado que subiera.

—Ponte el cinturón y encárgate de la música.

Sonreí, por alguna razón escucharla decir mi frase me hizo muy feliz, aunque no pudo vencer a mi curiosidad.

—¿No me vas a decir a dónde me llevas?

—Es una aventura, no seas amargado— me respondió y ambos entramos al auto.

—Te cortas el cabello y te conviertes en Dora la Exploradora, excelente.

Soltó una carcajada, ya no parecía enojada y eso me alivió un poco.

No supe qué canción escoger, así que apreté el botón de aleatorio, ni siquiera recuerdo qué es lo que cantamos a gritos durante todo el camino, pero sé que verla feliz, golpeando el volante al ritmo de la música mientras cruzábamos los Arcos me hizo sentir mucho mejor. Cuando por fin llegamos, la quijada se me fue hasta el suelo. Estaba frente a un palacio, al menos eso parecía. Escuché a Diana reírse y me dio una palmadita en la espalda.

Caos, destino y nosotros [COMPLETO]Where stories live. Discover now