Equivocados

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Diana

El ruido del auto de Mateo me hizo despertar del trance en el que estaba. Lo vi alejarse calle abajo y ahí fue cuando me di cuenta de lo estúpida que había sido.

Incluso consideré salir corriendo tras él, pero la mirada de Alex me detuvo.

—¿Lista para irnos?

Tragué saliva, no sabía a dónde iríamos pero no tenía la opción de negarme, lo sabía. La cabeza iba a explotarme, pero aún así no me hubiera molestado tener algo que tomar en ese momento, hubiera hecho menos incómodo el despedirme de Daniel y meterme en el auto con Alex, que pronto comenzó a gritar.

—¡¿Qué tienes en la cabeza?!

—Cálmate...

—¡¿Qué me calme?! ¡¿Qué me calme?!

Me quedé mirándolo con la boca entreabierta, no me gusta admitirlo, pero sí que me había asustado, mi corazón había empezado a latir fuerte contra mi pecho, pidiendo a gritos la ayuda que yo no me atrevía pedir.

—Perdón— susurré, no fui capaz de decir más.

Alex se pasó las manos por el cabello y casi se lo arranca.

—Parece que cada día te esfuerzas más por quedar en ridículo.

—Estaba triste— confesé— desde que me dijiste lo que tu padre piensa yo...

—¿Qué?— me interrumpió, sonriendo sarcásticamente, después su tono se volvió burlón— Oh, ¿la niña se puso triste porque le dijeron la verdad? Pobrecita.

—Basta...

—¡No puedes liderar una empresa tan grande como la de tu familia si eres una maldita alcohólica!

Agradecí no ser capaz de llorar, porque de haberlo hecho habría perdido lo que me quedaba de dignidad. Pero en vez de eso tomé todo el valor que aún tenía y le miré, estaba despeinado por las mil veces que se había tirado del pelo en los pasados diez minutos, tenía los ojos rojos, porque cuando se enojaba olvidaba parpadear, sus labios estaban tensos en una fina línea, probablemente trataba de no seguir gritandome o tal vez buscaba su próximo insulto.

Y aunque lo veía diario y había memorizado cada parte de su rostro, juro que jamás se había visto tan...real.

Fue extraño porque fue hasta ese momento que sentí que por fin podía verlo como en realidad era, como si todos los años que habíamos estado juntos los hubiera vivido con una venda en los ojos. Me alejé instintivamente de él, era alguien completamente distinto ante mis ojos, no sabía lo que podía hacer si se enojaba demasiado.

—¿A dónde vas?— preguntó cuando abrí a toda prisa la puerta del auto.

Pero no le respondí, saqué mi celular y llamé a Rogelio de inmediato. No me importó el estúpido evento de la empresa, no iba a ir, simplemente no podía.

Cuando llegó le pedí que me llevara a casa de Vanessa, llevábamos dos semanas sin hablar, pero no quería estar sola en ese momento. No fue necesario decir nada, se mostró más que feliz cuando me vio parada en su puerta y apenas entré me ofreció algo de tomar, no pude decirle que no.

—¿Y cómo has estado?— dijo, en su voz noté lo incómoda que estaba— No pensé que querrías verme por eso no he ido a visitarte...

—Sí, sobre eso— la corté y ella cerró la boca de inmediato— Sigo molesta, pero no quiero pelear. Podemos olvidarlo.

—Queda olvidado.

Dos horas pasaron con unas cinco bebidas de por medio. Es por eso que para cuando dieron las cuatro y media no tenía ningún control sobre lo que estaba haciendo. Mis reflejos eran torpes al igual que mi equilibrio, me sentí mal pensando que Alex tenía razón, era una maldita alcohólica, no iba a lograrlo.

Tenía que lograrlo.

No tuve tiempo de seguir lamentándome porque Ness trajo dos pequeños vasitos de shots llenos de tequila.

—¿Lista para olvidar a ese idiota?— para ese momento no tenía idea de quién hablaba, pero si era tan idiota seguramente no merecía ser recordado, ¿verdad?— ¿Lista?

—¡Lista!

Sentir el tequila quemarme la garganta fue perfecto para olvidarme de que estaba cayendo en un vacío de nuevo. Estaba vacía.

Vacía.

⋆༺𓆩☯𓆪༻⋆

10:53 p.m.

—¿Señorita Rocher? ¿Señorita Rocher?— insistió la secretaria de papá, mirándome como con lástima, aumentando las ganas que tenía de aventarle el plato de galletas desabridas frente a mí en un mil por ciento, pero cuando vio que había despertado de mi trance, sonrió para agregar:— El señor Rocher la está esperando.

Sólo asentí para no tener que insultarla.

—¿Se puede?— pregunté después de dar unos toquecitos a la puerta de la oficina de papá, él apenas levantó la mirada para indicarme que pasara— Hola

Siguió observando la pantalla de la laptop por unos segundos y luego la cerró de golpe.

—¿Qué tal te parecieron las propuestas? ¿Qué piensas del diseñador de interiores?

—Todo me pareció muy bien— le dije y sonreí para que no se notara mi dolor de cabeza gracias al alcohol que había tomado horas antes.

Papá me dedicó una mirada que no supe descifrar y caminó hacia la enorme ventana que ofrecía una gran vista nocturna de Querétaro. A mí no me gustaba acercarme mucho, no es que me dieran miedo las alturas pero por alguna razón siempre sentía que en cualquier momento podría romperse.

—Diana, hay otro evento el próximo miércoles y...

—Lo sé, ya preparé mi presentación, quise hacerlo con días de anticipación porque-

—Tú no vas a participar esta vez.

El aire se volvió pesado, o tal vez sólo había olvidado como respirar. Aún así mantuve la compostura ante su expresión de funeral.

—¿Por qué?

Sonrió y me pareció bastante tétrico, a pesar de que era una sonrisa amable. Luego todo el peso de su mirada me aplastó, me tenía lástima.

—Hablé con Joseph— al escuchar el nombre del padre de Alex era obvio que no acabaría bien— No va a seguir financiando proyectos si tú estás al frente de ellos.

—Papá, puedo hacerlo. Sólo necesito que creas en mí, pídele que me dé otra oportunidad.

—Se nos acabaron las oportunidades, Diana— su tono era triste— No podemos perder a nuestro mayor inversionista, la empresa no sobreviviría.

Suspiré, lo único que hacía era negar con la cabeza, me negaba a aceptar que había perdido.

—¿Rafael va a hacerlo? ¿El va a dirigir los nuevos proyectos?

Su silencio me respondió. Al igual que el de Alex horas antes.

—Lo siento, Diana.

—Voy a mostrarles que se equivocan— dije, no pretendía sonar agresiva, pero al parecer así fue porque papá me miró con el ceño fruncido— Todos ustedes se equivocan.

Durante la cena esa noche hubo un poco de todo: las miradas "discretas" de Alex a través de la mesa, las frías palabras de su padre con su estúpido acento francés diciendo que era una lástima que no pudiera controlarme durante eventos importantes, y yo ahí pidiendo copa tras copa de vino sin que nadie lo notara porque estaban demasiado ocupados criticándome, cuando pedí el primer trago de whisky sabía que no era una buena idea, pero no me interesaba mucho lo que estaba bien en ese momento.

Caos, destino y nosotros [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora