Ayuda

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Mateo

Había llegado a donde estaba como por arte de magia, ni siquiera me había detenido a pensar que estaba caminando hacia Diana. Pero supongo que de eso se trató esa noche: no pensar.

—No es no— le dije a Rodrigo, que aún tenía a Diana pegada a su cuerpo— Déjala.

La soltó, pensé que se alejaría pero su sonrisa decía otra cosa.

—Bueno ¿y a ti qué?— espetó burlón— ¿No tienes nada más que hacer?

—No— respondí— No, mi horario está libre para molerte a golpes.

No solía pelear, sólo lo hice una vez en secundaria porque alguien empujó a Daniel por las escaleras. Pero, otra vez, esa noche no pensaba todo mil veces antes de hacerlo. Esa noche no era yo, y no me disgustaba del todo. Admito que me sentí importante cuando logré que la soltara. Tal vez si me gustaba ser "el héroe".

Pero ella nunca necesitó que la salvaran.

Una patada en el lugar correcto y Rodrigo estaba en el piso rezándole a todos los santos. Diana se desbalanceó un poco pero alcancé a tomarla del brazo antes de que cayera encima de él.

—N-no te necesitaba, ¿ves?— dijo por fin, tenía los ojos entrecerrados, como si tuviera sueño— Yo puedo sola.

Hablaba lento y pausado, típico de una persona borracha.

—Sí, sé que puedes—le respondí, pasándole un brazo por la cintura para sostenerla— Pero no está mal pedir ayuda a veces.

Ni siquiera se estaba enterando de lo que pasaba, cerró los ojos y dejó caer todo su peso en mí.

—Hueles a destilería barata, Rocher.

Soltó una carcajada, una que llamó la atención de varias personas a nuestro alrededor. No sé quien insistía en ponerme en la misma situación, no sé si era la vida, el destino o el karma pero definitivamente nunca fui su favorito.

Después de dejarla sobre uno de los sillones comencé una conversación conmigo mismo mientras la observaba, si antes tenía dudas, ahora estaba seguro de que tenía esquizofrenia. Eso o tenía al pinche Pepe Grillo atorado en la oreja.

«No puedes dejarla aquí »

-No, ya lo sé.

«¿Y entonces? »

-¿Entonces qué?

«Ayúdala»

-¿Por qué debería?

«Porque quieres hacerlo»

Estaba alterando el orden del universo otra vez al ayudarla, estaba seguro, iba a caerme un rayo por querer cambiar cómo tenían que ser las cosas.

Pero ¿por qué las cosas tenían que ser así?

Esa pregunta se hizo dueña de mi mente mientras ponía a Diana en el asiento del copiloto y le abrochaba el cinturón. Ella, siempre tan útil, sólo dormía, ajena a lo que pasaba a su alrededor. Parte de mí quería despertarla y darle un sermón de mamá para reprocharle lo mucho que tomaba, pero le hice caso a la otra parte, la que solo quería sacarla de ahí, llevarla lejos para protegerla.

¿Pero de qué iba a protegerla si ella era quien se dañaba?

Me quité la sudadera y la obligué a despertarse lo suficiente para que pudiera ponérsela, lo hizo de mala gana. Le quedaba grande, las mangas cubrían por completo sus manos y era casi como si llevara un vestido.

—Muy gracioso, ¿esta es tu venganza? Parezco un maldito enano.

—Con esa expresión podrías ser Gruñón en Blancanieves— le respondí, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no reír.

Caos, destino y nosotros [COMPLETO]Where stories live. Discover now