Maldición

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Mateo

8:42 a.m.

Una semana. Era el tiempo que había pasado desde que Diana había decidido embriagarse en la escuela y luego las cosas se pusieron ridículamente mal. Claro, había ayudado a la persona que más aborrecía en el mundo y obviamente había traído consecuencias, tal vez el universo no estaba de acuerdo y al intentar llevarme bien con ella había causado un desbalance, quien sabe. Tal vez ahora tendríamos una maldición, divagar por el mundo buscando algo que hacer, como el fantasma de Canterville.

De hecho no sonaba tan mal.

Esos días no había tenido ganas para discutir con ella como normalmente lo hacía, los debates en literatura se convirtieron en silencio, las peleas por tomar el último tubo de ensayo durante la clase de biología se volvieron miradas discretas y nuestros encuentros casuales en los pasillos habían pasado a la historia cuando decidí cambiar de ruta simplemente para no verle la cara. Me sentía estúpido por darle tanta importancia, pero por más que quería soltarlo, mi cabeza seguía dándole vueltas al asunto, «Eso te ganas por meterte en lo que no te importa, como siempre» me reprochaba mi conciencia, con una furia que me hacía replantearme la posibilidad de tener esquizofrenia, porque aunque la mandaba callar seguía gritándome cosas. Entre ellas una de las más recurrentes era: «Ten huevos y plantale cara, tarado».

—Mateo Rivera, Mateo Rivera, ¡Mateo!

Quien sabe cuanto tiempo había estado Daniel observándome como si me hubiera convertido en hombre lobo frente a sus ojos.

—¿Qué?

Parpadeó tres veces seguidas.

—Pa' mi que ya te patina el coco...

Me hubiera reído, pero estaba de malas.

—¿Y ahora por qué?

—¡Porque te vas! Así de la nada, has estado en las nubes durante estos días, ¿qué te pasa?

Lo miré y sonreí todo lo que pude, no fue suficiente para convencerlo de que estaba bien. Daniel parecía, pero no era tonto.

—No he dormido mucho.

Entrecerró los ojos.

—¿Tan pendejo estás para creer que puedes engañarme? ¿A mí?

Iba a responder, pero no quería hacerlo, recargué la frente sobre el frío material de la mesa, el ruido del salón se había hecho mucho más notable. Suspiré antes de seguir hablando.

—No te estoy engañando.

—¡Claro que sí! ¡Te vi con tu amante!— bromeó, en un tono exageradamente dramático, me reí débilmente—Ya en serio, que no hayas dormido mucho también tiene una razón detrás, ¿cuál es?

—No quiero hablar de eso.

—Me dices ahora o tomo este lápiz y-

—¡Mateo!— interrumpió una voz a mi derecha.

Nunca, literalmente nunca, había estado tan feliz de ver a Paula.

—Hol-

Ni siquiera me dejó terminar, sus labios ya estaban sobre los míos. Escuché a Daniel hacer un ruido de disgusto.

—No, definitivamente no quería ver eso— dijo y Paula soltó una carcajada— Creo que voy a vomitar.

No parecía estar bromeando pero Paula no dejaba de reírse. Retiro lo dicho, ya no estaba feliz de verla.

—Hola, Pau— dije, esta vez echando el cuerpo para atrás para evitar que se lanzara sobre mí— ¿Cómo estás?

—Muy, muy bien— respondió, rodeándome para sentarse donde segundos antes estaba Daniel, que seguro había salido corriendo a vomitar al baño— Estoy emocionada por hoy.

Caos, destino y nosotros [COMPLETO]Where stories live. Discover now