49. El farsante

1.2K 75 37
                                    

Juanjo llega al hotel donde ha quedado con la hermana de Martin. Está muy nervioso, después del rapapolvo que le cayó el otro día. Lo primero que viene predispuesto a hacer es disculparse. Sin embargo, la joven le abraza en cuanto le ve aparecer y le susurra al oído:

—Gracias por ayudarle con el casting.

Juanjo sospecha que el tono de voz es porque hay gente escuchando.

—¿Podemos ir a un lugar más privado?

La hermana le coge de la mano y le lleva hasta un sitio alejado del mundo.

—Estuve a punto de liarla muy gorda —le dice Juanjo.

—Pero no lo hiciste. Mi hermano estuvo a punto de renunciar a su sueño y tuviste que actuar rápido.

—Yo solo lo puse en su camino. Fue el quién hizo la prueba y supongo que le saldría bien.

—Hiciste más que eso. He hablado con Violeta. —En la mente de Juanjo aparecen los recuerdos de esa noche—. Me ha contado que estuviste dos horas enseñándole vídeos de él con todas sus actuaciones.

—¡Tanto! ¿Me puse muy pesado, no? No quería que se fuera, pensando que no valía para esto.

Todos los familiares de los concursantes llegan al estudio donde graban el concurso, unos minutos después de los participantes y estarán durante la gala en una sala especial. Desde allí ven a Violeta iniciar la gala, presentar al jurado y lo más importante anunciar a los participantes.

—El primer concursante en mostrar su monólogo que lleva por título: Mejoraré mi puntería. Martin.

El plano cambia al otro escenario y un haz de luz va incrementando su intensidad hasta dejar visible a Martin sentado en una silla en medio de un juzgado. Una voz en off formula una pregunta: «¿Usted quería a su marido?». A lo que Martin responde:

«Claro que le quería. ¡Ojalá pudiera tener una segunda oportunidad! ¿Qué clase de pregunta es esa? Uno se casa con el hombre al que quiere y yo, yo le quería. Le quise desde el primer día. Me enamoré de él nada más verlo. Lo recuerdo como si fuera ayer: Me acababa de bajar del escenario. Las luces me deslumbraron y no vi aquella botella en el suelo. Resbalé y me caí a sus pies. ¿Qué puntería, verdad? Sí, sí, no se ría; eso es puntería. La discoteca estaba llena y me fui a caer justo a sus pies. No sé si buena o mala, pero fue puntería... Porque nada más ponerme de pie, supe que aquel era el hombre con el que me quería casar. Y nos casamos. Y nos juramos fidelidad, «en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe». Nunca olvidaré esas palabras resonando en el juzgado, al igual que nunca olvidé ese juramento. Yo le quería y él quería vivir en la naturaleza, por eso nos mudamos a esa finca, ahí, tan apartada del mundo. Sí, señoría, todos los días le quise... A pesar de que él empezara a olvidar; con las semanas, darme ese beso de buenos días que tan feliz me hacía, mientras yo le amaba todos los días; aunque... con los meses, nuestras conversaciones se fueran acortando; le quise, juro que le quise en todo momento; aunque... con los años, solo compartiésemos el rato de la cena, cuando él volvía frustrado del trabajo y se traía consigo ese olor a alcohol y perfume barato. ¡Por supuesto, qué le quería! ¡Siento terriblemente su pérdida! Póngase en mi lugar. ¿Qué habría hecho usted? Por más que lo pienso, no veo manera de sentirme culpable: Era un domingo lluvioso y frío. Me levanté tarde y oí ruidos fuera. Fui corriendo y lo encontré, allí, en el suelo, con ese horripilante oso encima. El animal le estaba mordiendo en el cuello, así que fui a coger la escopeta de caza y disparé. Le volé la cabeza y el oso... y el oso se fue. El amor no obliga a saber disparar, señoría. El amor nos obliga a querer. Y juro que le quise, ¡claro que sí!, le quise: «en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, hasta... hasta aquel domingo». Para la próxima vez, si es que hay próxima vez, señoría... yo le prometo que mejoraré mi puntería».

Martin recorre la pasarela, chocando las manos del publico. De reojo mira hacia la mesa del jurado. Se había relajado después de su actuación, al ver que no se le había olvidado el texto, pero verlos allí, le pone el corazón a mil por hora. Sus inseguridades afloran al instante. Cuando Violeta le abraza al otro lado, quisiera preguntarle si lo ha hecho bien. Pues se siente pequeño y bastante farsante en ese instante.

—No te sientes —le dice Violeta. A Martin le tiemblan tanto las piernas que está convencido de que se va a caer en cualquier momento—. ¿Quién va a hablar con él?

Al ser el primero, no ha podido ver la presentación del jurado. Para él es el sueño de su vida trabajar con ellos. Martin suspira en un intento frustrado de relajarse.

—Yo —dice Javier Calvo—. ¿Cómo crees que lo has hecho?

Martin quiere que el mundo se le trague en ese mismo instante.

—Supongo que podría haberlo hecho mucho mejor, pero me he sentido cómodo.

—Cuando te terminas de hacer una escena y no recuerdas como lo has hecho, es porque te has metido en ella y no has estado pensando en como se verá desde fuera. Eso es lo que hace a un verdadero actor. Dejar de estar en la cabeza y actuar desde el corazón. Sin lugar a dudas, tú lo llevas en la sangre.

—Gracias —le responde Martin llevándose las manos a la boca y lanzándole un beso.

Va a sentarse en el sofá, sin ser capaz de procesar las palabras de su ídolo, y no puede reaccionar durante el resto de monólogos de sus compañeros. Está allí sentado, sin embargo, su cabeza está totalmente dispersa. Consciente de que tiene que volver a actuar, esta vez con sus compañeros, se obliga a cerrar los ojos y a repasar su texto. No puede recordarlo. ¿Cuál era la primera frase?


¿Le saldrá bien la segunda actuación o los nervios le jugarán una mala pasada? ¿Le servirán los puntos para remontar y ganar en el concurso o, por el contrario, perderá, pero conseguirá otro premio? No está escrito, así que quizá podáis cambiar el final.

Cacahuete - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora