Capítulo 1: Mis hermanos

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¿Sabéis ese momento en que necesitáis desesperada e insanamente estrangular a alguien con vuestras manos? ¿Si? Genial, por que eso es lo que me está pasando.

Ya llevaba un tiempo viviendo con mis hermanos adoptivos pero aún era incapaz de acostumbrarme a los mal despertares que me regalaban de vez en cuando. 

En su mayoría, carecen de inteligencia, son narcisistas y un poco demasiado mujeriegos, pero son los mejores amigos que podría tener. Han estado apoyándome y cuidándome durante mucho tiempo, hasta que hace un par de meses me invitaron a quedarme con ellos en la gran casa que uno de ellos tenía; no, no es que uno de mis amigos sea rico, si no que sus padres lo son, pero no se llevan demasiado bien así que para no tener que aguantarlo mucho le regalaron una casa. Creo que una de las cosas que más nos había ayudado a unirnos y a sentirnos tan cercanos eran las similitudes de nuestras historias y heridas. Como bien dicen, Dios los cría y ellos se juntan. 

El caso es que la mayoría de mañanas de mis amados y preciosos sábados, me despertaban entre gritos y correteos, parecían niños de 5 años corriendo para ver que dejó Santa en su arbolito.

Me quité las sábanas de encima y me miré al espejo. Parecía una bola de pelo con patas; mi cabello pelirrojo estaba desordenado y enredado, lo intenté arreglar un poco, pero no sirvió de mucho. Decidí bajar hacía la cocina, no antes sin cepillarme los dientes.

Al llegar a la cocina vi a cinco de los 8 compañeros de casa. Me sonrieron  y dieron los buenos dias, no sin antes mofarse un poco de mi aspecto mañanero. 

- Buenos días, moco. - saludó Adam. 

Adam era la tipica figura de hermano al que una de sus muchas aficiones, era dar por culo. Aún así tenía esa parte sensible y nunca soportaba que yo me enfadase con el. Mas de metro ochenta de ojos marrones, mirada intensa y cabello marrón siempre engominado a más no poder.  Con 19 años que él tenía, seguía comportandose como niño en la peor etapa de su vida, la pubertad. 


Le dediqué una mirada de asco y le saqué la lengua.

- Cállate. - dije algo molesta. Lo siento, mis sábados son sagrados, y estos me lo han estropeado. Todos se rieron burlándose de mi humor y de Adam. - A ver, malditos gallos de circo. ¿!PORQUE MIERDA ME DESPERTAIS SIEMPRE A ESTAS HORAS!? APENAS ESTABA EN MI SEGUNDO SUEÑO. - grité exasperada.

Ellos soltaron otra carcajada, está claro que les encantaba hacerme enfadar. Es más, comenzaba a pensar si lo de despertarme a estas horas lo hacían a propósito.

- Hey, eres tremendamente encantadora por las mañanas. - se burló Axel. Otra torre alta , pelo castaño y unos muy profundos ojos marrones, y, pera que negarlo, un muy buen trabajado cuerpo. Por desgracia, es un mujeriego de "categoría A" (como el lo llama) y un pesado al que le encanta soltar comentarios fuera de lugar. 

Le dediqué una sonrisa fingida y le saqué el dedo de en medio. Abrí la nevera y saqué la leche para hacerme unos cereales, eran mi desayuno favorito por excelencia. Fácil y rápido. 

- ¿Estás preparada para esta noche, enana? - me preguntó serenamente Jack dándome un beso en la frente. Se podría decir que el es el más tierno del grupo, junto con Tod. Pero, por muy amable y tierno que sea, a la hora de enfadarse o pelear, puede llegar a dar mucho miedo. - Pelearas contra Zoe. - me informó cogiendo una tostada con mermelada y sentándose al lado de Adam.

Yo asentí animadamente y me senté al lado de él para comer mis amados cereales.
Si había algo que me gustaba más que mis sábados y comer, eran las peleas. Podrá sonar raro que una persona disfrute peleando, pero era un desahogo y en cierta parte me hacia sentir en forma y activa. Además, que podía ganar dinero fácil.  Las peleas tenian reglas, no podia pelear cualquiera ni en cualquier circunstancia. No pelear borracho, no pelear con rabia acumulada o fuera del foco puramente deportivo y no se aceptaban trampas. 

She is Bad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora