Emma Brown es una joven pintora y estudiante de Bellas Artes. Su vida está llena de colores, pinceles y lienzos, y su mundo gira en torno a la creación de belleza a través de su arte.
Por otro lado, Alessandro Ricci es el líder de la mafia italiana...
"Para conocer un corazón verdadero, es preciso saber acerca de la oscuridad que hay en el mismo."
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Narra Emma
Siento mi cuerpo pesado, mi cabeza duele. Escucho un pitido de máquinas que me desorienta. Mis párpados pesan, pero siento un toque cálido en mi mano. Abro mis ojos poco a poco, acostumbrándome a la luz del cuarto. Mi garganta está seca. Intento levantarme, pero mi cuerpo duele. Mi vista se dirige a mi mano derecha, donde veo una cabellera negra tomando mi mano y dormido en una posición muy incómoda.
Quiero ver su rostro, así que aprieto su mano con las pocas fuerzas que tengo. Escucho como suelta un gruñido que me da gracia y logra sacarme una sonrisa. El desconocido vuelve a apretar su mano cuando veo cómo levanta su cabeza y se limpia los ojos soñolientos. Cuando su mirada conecta con la mía, esos ojos grises penetran en mis ojos azules. Lo observo por un buen momento, logro detallarlo bien: tiene pestañas largas, nariz respingada y unos hermosos labios carnosos.
¡Oh Dios, qué labios!
Siento que me estoy poniendo roja y desvío la mirada, y escucho su risa ronca.
-Hola Emma, ¿cómo te sientes? - dice con una voz sexy que me descoloca y me deja aún más perdida.
¿Cómo es que sabe mi nombre?
Así que intento responderle, pero siento mi garganta seca y rasposa. Lo único que logro articular es:
-Agua, por favor - digo con una voz rasposa.
-Oh, sí, claro. Se me olvidó lo que dijo el doctor - dice auto regañándose y sirviéndome un vaso de agua de una jarra que está al lado de las máquinas a las que estoy conectada.
-Toma, aquí está. ¿Quieres que llame al doctor? - me pregunta, a lo que niego con la cabeza y bebo mi agua.
¡Ay, bendito Dios, qué refrescante! Ahora sí siento que tengo garganta.
-Gracias... eh, disculpa, ¿cómo te llamas? - pregunto algo avergonzada.
-Alec, me gusta. Tú puedes llamarme como quieras, pequeña - sentí cómo me volvía a ruborizar y eso le causaba gracia.
-Al fin pude saber el nombre del joven del balcón, qué bien - le digo con una sonrisa tierna.
-Me alegra saber que no fui el único en pensar en nuestro encuentro - me dice coqueto.
-¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? - pregunta revisándome.
-Un poco la cabeza, pero no es nada - lo veo levantarse de inmediato y salir, a lo que su reacción me deja algo sorprendida. Después de unos minutos lo veo entrar con un doctor.
