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Aether observó en silencio cada dominada que hacía el híbrido, prestando atención a la cantidad y resistencia, anotando cada pequeño detalle en su tablet.

Veía con atención cada movimiento; veía como sus fornidos brazos lo levantaban por encima de la barra y el sudor cayendo por sus poros, empapando su piel blanquecina llena de cicatrices. Las mejillas del rubio se entintaron y miró hacia abajo, a su aparato electrónico.

El azabache terminó después de 50 repeticiones contínuas y se soltó de la barra.

—Descansa por ahora —se dio la vuelta y fue a la misma banca de antes a reposar; el azabache lo siguió.

Aether vio como el chico se sentaba al otro extremo de la banca para mantener distancia. Apenas Xiao le había hablado en todo este rato, parecía bastante pensativo y en su propio mundo, solo hacía lo que Aether le ordenaba sin reprochar nada.

El rubio giró la tapa de su botella para beber algo de agua mientras mantenía la mirada fija en esa tableta; Xiao lo observó.

Aether percibió la mirada del azabache y terminó de saciar su sed para extender su brazo y convidarle del agua fresca de su botella. En silencio, Xiao accedió.

El hibrido ingirió el agua y alejó la botella de su boca. Observó el pico por un breve momento y una loca ocurrencia pasó por su cabeza.

—Beso indirecto —comentó impasible. El rubio escupió el agua que aún mantenía en su boca y se giró a mirarlo conmocionado.

Con el dorso de su mano, limpió el borde de su labio húmedo por el agua y de pasó, tapó sus mejillas enrojecidas.

Esa reacción resultó divertida para Xiao.

—¿Qué mierda te pasa? —preguntó intranquilo, sin controlar la expresión sonrojada de su rostro.

—Es tu culpa que dejaras que beba de tu botella —lo mira indiferente.

—¿Crees que lo hice a propósito? —exclamó indignado.

—Nunca dije eso.

Aether gruñó.

—Eres un...

—¿Un qué? —desafió a terminar al rubio.

—Un imbécil, eso eres —frunció el ceño y lo miró por unos largos segundos de silencio. Los músculos de su rostro se relajaron y decidió preguntar:— ¿De verdad te gusto?

—Sí, ¿Por qué? —respondió con sinceridad, sin ser consciente del peso que esas palabras ocasionarían en el pequeño cuerpo del rubio—. ¿Es un delito o qué?

—Claro que no, idiota —murmuró despacio, frunciendo sus labios. Encogió sus hombros avergonzado. ¿Acaso escuchó bien? ¿Se le acaba de confesar?—. Creo que estar tanto tiempo encerrado te está afectando el cerebro.

—Eso es ridículo —frunce el ceño—. Estoy diciendo la verdad.

—Estás loco. Ni siquiera me conoces.

—Entonces déjame conocerte —las mejillas de Aether reventaron.

—Por más que sepas todo de mí, eso no va a cambiar nada —habló tratando de convencerse más a sí mismo.

—¿Ah, si? —se acercó en esa banca—. ¿Y quién lo dice?

—Yo lo digo —sonaba bastante seguro. Se giró a verlo y fue cuando se dio cuenta de su cercanía—. ¿Qué estás haciendo? —intentó retroceder.

—Nada —siguió acercándose.

—No te acerques más —desesperado, buscó una forma de escapar mientras seguía retrocediendo sobre esa banca.

𝙴𝚇𝙿𝙴𝚁𝙸𝙼𝙴𝙽𝚃𝙾 #𝟺𝟶𝟶𝟷 || 𝒳𝒾𝒶𝑜𝒜𝑒𝓉𝒽𝑒𝓇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora