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—Buenos días —la resplandeciente sonrisa del rubio volvió a cruzar el umbral de esa puerta, saludando con su animada presencia al híbrido que se encontraba sentado en su cama, con su espalda acostada en la pared y sus rodillas levantadas, divagando con la mirada quien sabe en dónde.

El chico ladeó su cabeza y lo miró, dándose cuenta de que no venía solo.

El azabache se irguió sobre su cama y entrando en alerta, fulminó con la mirada a los hombres altos y fortachones de trajes elegantes detrás del científico.

—¿Cómo dormiste? —preguntó el rubio con una sonrisa. Observó atentamente el cabello despeinado y mañanero de Xiao; le dio ternura.

El Garuda no respondió. No entendía qué estaba pasando y su mirada bajó al rostro inocente de Aether en busca de una explicación.

—No te preocupes por estos chicos, no te harán daño —aclaró él, señalando a los dos hombres esbeltos detrás suyo.

—¿Qué está pasando?

—Hoy vendrás conmigo —Xiao no pudo evitar desconfiar de esa sonrisa—. Irás conmigo a mi laboratorio.

El híbrido arqueó una ceja, sin comprender todavía. ¿Su laboratorio? ¿Con qué razón? Necesitaba más explicaciones.

—Adelante —ordenó Aether y los hombres detrás suyo se acercaron al híbrido.

Xiao se alarmó e incluso estaba dispuesto a atacar pero, cuando vio que le quitaron las esposas se lo pensó mejor. Los dos guardias le pusieron nuevas esposas por precaución y para escoltarlos al laboratorio del rubio con la calma de que el híbrido no los atacará.

Los hombres terminaron y se alejaron. Xiao subió su mirada de nuevo a Aether.

—Sígueme —ordenó el de trenza y caminó fuera de esa habitación.

Sin perderse nada de su alrededor y todavía en estado de alerta, Xiao lo siguió, desconfiando de los hombres detrás de ellos que les seguían el paso.

Mientras caminaba con los pies descalzos por el frío suelo de metal, Xiao divisó todo su alrededor, observando con cautela las gruesas paredes metálicas y variedades de salones con computadoras, inventos, y otros proyectos que no alcanzó a ver más desde el umbral de la puerta.

Siguió de largo ignorando a esas personas que lo miraban con desdén y otros con temor. Estaba acostumbrado, así que pasó de ellos.

Aether lo miró de reojo y disminuyó la velocidad con la que caminaba para caminar a su lado y mirarlo; le sonrió.

—Tranquilo —le habló en un tono tranquilo y despreocupado que destensó los músculos del Garuda—. No te haré nada malo, te lo prometo —¿Cómo podía sonreír así teniendo a una bestia asesina caminando a su lado?

«Qué tipo más raro» fue lo que pasó por la cabeza de Xiao al verlo.

Xiao miró por sobre su hombro a los tipos caminando detrás de ellos.

—¿Tienen que venir con nosotros? —preguntó corriendo de nuevo su mirada a los ojos avellanas del rubio. El híbrido no se sentía cómodo con las personas que lo juzgaban y despreciaban a su alrededor, menos con los guardias fortachones y armados hasta los codos que caminaban detrás de ellos.

—Ellos eran una de las condiciones que había para poder sacarte de ahí —respondió, sin quitar la vista de su camino—. Es completamente necesario.

El híbrido no dijo nada más y volvió su mirada al frente. Finalmente llegaron a una blanca y enorme puerta dividida en dos.

Aether fue el primero en entrar.

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