00| Esta soy yo•

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Emma Harringston

Domingo por la mañana. Los rayos del sol se filtran a través de las cortinas entreabiertas dándome justo en la cara, y el calor veraniego empieza a sentirse cada vez más en la atmósfera en esta época del año.

Me remuevo un poco en mi cama buscando una almohada para taparme la cara, cambio de lado buscando el más frío, pero el calor es insoportable. Y sin más que hacer, abro mis ojos y me quedo mirando el techo. Aquellas marcas que siempre me daban miedo de pequeña forman caras en la madera.

Puedo oír voces que provienen de la sala, parecen ser las de mamá y... ¿La abuela?

¿En que momento llegó?

Dios, que calor. 

Calor... ¿Calor? ¡Último domingo antes de las vacaciones!

Sonrío y me levanto de la cama en un movimiento seco, pero por estúpida la sabana se engancha en mi pie haciendo que tropiece. Casi caigo de cara contra el suelo.

Suelto un quejido al mismo tiempo que libero mi pie de la cálida tela, frunciendo el seño por la molestia. Entonces me pongo de pie.

Ay.

Pero mi vista se nubla y debo quedarme quieta unos segundos hasta que se normaliza.

Luego de eso, salgo de mi cuarto. Lentamente empiezo a bajar las escaleras para llegar a la sala de estar. Allí veo a mamá y a la abuela desayunando.

Mamá nota mi presencia y es la primera en saludar.

—Hasta que despiertas —dice, dejando su taza de café sobre la mesita frente al sofá—. ¿Dormiste bien?

—Sí, pero te emociones, seguiría dormida de no ser por el calor  —contesto, frotándome los ojos y sonriendo.

—El clima está perfecto, estaba por ir a despertarte.

—Todavía no entiendo por qué vendiste el aire acondicionado.

—Mejor saluda a tu abuela —toma su taza y le da un sorbo a su café.

Le lanzo una mirada de recelo a mi madre.

—Tesoro ¿y mi saludo para cuando? —interrumpe mi abuela con una sonrisa.

Me acerco a ella, la abrazo; le doy un beso en la mejilla y me siento a su lado en el sofá.

—¿Cómo estás? No te escuché llegar.

—Llegué hace un rato, en la madrugada —explica—. ¿Tú cómo estás?

—Bien, bien. Con sueño.

Ella le da un sorbo a su café y trata de invitarme unas galletitas, pero yo las rechazo de forma educada.

—¿Te quedas a dormir? —pregunto.

—No... Voy a un hotel, no quiero estar molestando.

Vuelvo mi vista a mamá buscando su respuesta. Ella se encoge de hombros y me hace un gesto como diciendo: «No hay nada que la haga cambiar de opinión»

—No sos molestia, Abu. Nunca lo sos.

—Tesoro, ya decidí, y además prefiero tener mi propio espacio —contesta ella sonriendo.

Suelto un suspiro mientras niego con la cabeza. Le devuelvo la sonrisa.

—Veo que estás cómoda —dice mamá, recorriéndome de pies a cabeza con sus ojos castaños, divertida.

Uy, pero mi pijama rojo con estampado de pizzas es excelente. ¿De qué se burla?

Yo creo que de nuestro cabello. Parece un nido de pájaros.

Que Asco El AmorTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang