05| GPS defectuoso•

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𝐄𝐦𝐦𝐲ツ

Al día siguiente, el implacable sol matutino que se cuela por la ventana me arranca del sueño.

—Qué calor infernal... —murmuro, dando vuelta la almohada en busca de algún resquicio de frescura.

Mamá aún no ha comprado pilas para el control del aire acondicionado, y siento mi espalda húmeda de sudor. Emito un quejido mientras me revuelco en busca de un lado fresco de la cama, pero parece que el calor de San Francisco se ha vuelto interminable, y me encuentro deseando fervientemente un respiro del sofocante clima.

Resignada, me siento en el pequeño sofá junto a la ventana y contemplo la ciudad. El cielo, limpio y sin nubes, el sol brilla intensamente. Puedo ver a la gente caminando por la calle, disfrutando del día soleado. Entonces decido que es hora de levantarme y enfrentar el calor.

Me dirijo al baño, donde el agua fría de la ducha es un alivio momentáneo a la opresión del verano. Después de secarme, me cepillo los dientes. Opto por ponerme un top ligero, una remera grande y unos shorts holgados negros. Con el teléfono en mano, bajo las escaleras hacia la cocina para prepararme algo refrescante para beber.

Al llegar, mi mirada se detiene en una nota de mamá adherida con un imán a la nevera. La tomo y leo su contenido: 

«𝑯𝒂𝒚 𝒈𝒂𝒍𝒍𝒆𝒕𝒊𝒕𝒂𝒔, 𝒍𝒆𝒄𝒉𝒆, 𝒚 𝒕𝒂𝒎𝒃𝒊é𝒏 𝒉𝒂𝒚 𝒇𝒓𝒖𝒕𝒂𝒔. 𝒀𝒂 𝒓𝒆𝒑𝒖𝒔𝒆 𝒕𝒐𝒅𝒐, 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒐 𝒂𝒍 𝒎𝒆𝒅𝒊𝒐𝒅í𝒂.

𝑳𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐, 𝒎𝒂𝒎á.»

Reviso las alacenas y la heladera que ahora están llenas de comida. Probablemente compró todo mientras yo estaba en la cancha con Natt.

—Gracias ma, pero no tengo hambre —murmuro para mi misma.

Mientras vuelvo a dejar el papel en el lugar en que lo encontré, un pequeño ruido detrás mío me saca de mi burbuja. Volteo para ver y me encuentro con mi hermano quien aún lleva su pijama.

El calor persiste, la ropa se me pega un poco al cuerpo gracias al sudor que escurre por mi espalda. Mientras me siento en una de las butacas, Matt se une a mí en la cocina. Mi hermano siempre ha sido un madrugador, mientras que yo tardo horas en despertar completamente.

—Buenos días, dormilona —saluda con voz ronca, sonriendo, y me lanza una manzana desde la nevera.

La atrapo al vuelo y le devuelvo una sonrisa somnolienta.

—Buen día. ¿Cómo dormiste?

Se encoge de hombros, agarrando un tazón y una caja de cereal.

—Bien, supongo, la habitación principal es increíble —presume con su sonrisa blanca—. ¿Estuvo divertido el partido?

Lo miro con los ojos entrecerrados, y luego asiento con la cabeza.

—Sí, estuvo bien, el equipo de Natt ganó el juego... ¿Hacés algo hoy?

Se encoge de hombros otra vez, pero ahora con aspecto pensativo.

—No mucho, capáz salga a dar una vuelta. ¿Alguna idea?

Juego con la manzana en mis manos.

—No —suspiro—, no realmente. Solo pensaba relajarme en casa hoy. El calor es insoportable.

Asiente, y mientras desayuna yo sigo mirando pensativa la manzana —a la que no le doy ni un solo mordisco—. Mientras miro por la ventana, me doy cuenta de que la ciudad parece estar llena de vida a pesar del calor agobiante. La idea de salir a explorar San Francisco cruza mi mente, pero el calor me echa un poco para atrás.

Que Asco El AmorWhere stories live. Discover now