32| La sombra detrás del espejo

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Natt me observa desconcertado

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Natt me observa desconcertado. Emoción que obviamente comparto con él.

¿Qué pasó?

El árbitro regresa a la cancha junto a uno de los profesores y se acercan con un semblante bastante serio hacia los jugadores, hasta podría decir que se ven molestos.

La locutora y su acompañante no dicen nada más que algunas cortas suposiciones. Una de estas habla sobre un empujón, talvez planeado o talvez no, pero el punto es que Luka no luce para nada bien.

Observo a mi alrededor. Juhlia no está. Pero eso es lo de menos.

—Tengo que ir a verlo.

Nathan asiente, aunque no es como si pudiera detenerme u oponerse, lo haré de todas formas. Al ponerme de pie, el mismo grupo de chicas de hace rato me mira con desdén, y otras charlan preocupadas por su "Querido número 1".

Puaj, que asco.

Ruedo los ojos y salgo de las gradas en dirección a los vestidores. Voy a paso rápido, esquivando a varias personas de la multitud. Camino por el pasillo largo debajo de las gradas, hasta que finalmente doy con la entrada.

Para mi suerte no hay nadie cuidándola, todos están dentro. Con cautela me acerco, y observo al entrenador quien se ve muy molesto.

—Es un hijo de puta. Es más que obvio que te empujó a propósito, Macciavello.

—No es nada, en serio estoy bien...

Me acerco un poco más, y entonces veo a Luka, está sentado en uno de los bancos con gesto de molestia, mientras el personal médico le examina el tobillo. Su rostro refleja incomodidad y frustración.

—Deberían suspenderlo, ninguna universidad admitiría un tramposo.

—En serio estoy bien —repite Luka, esta irritado—. Supongo que lo intimidé demasiado, entonces creyó que con esto, me sacaría del juego. Es un idiota.

Ni con una posible lesión se le desvanece la soberbia. Imbécil.

—Bueno, al parecer es un esguince, pero hay que hacerle una radiografía para estar seguros de que no es nada muy malo —informa el médico del instituto—. Con el vendaje y un poco de hielo puede quedarse a ver el partido, pero no puede jugar hasta que veamos los resultados de una radiografía.

Entonces una chica pasa a mi lado de forma apresurada. Es Juhlia.

—Acá está el hielo. ¿Él está bien?

—Dios, Juhl —suelta el ojiazul, exasperado—. Estoy bien, vuelvo a jugar en dos o tres días seguro.

—Dejá de ser tan orgulloso, tarado —lo regaña ella—. Ya no aprendés nada ¿cierto? Un poco de humildad no le hace daño a nadie, hermanito.

¡¿Hermanito?!

—¡¿Qué?! —exclamo como si nada, y rápidamente me cubro la boca con las manos. Yo no debería estar aquí.

Que Asco El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora