Capitulo 26

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Narra Liz:

Mi cuerpo lo siento entumeciendo, mi cintura está rodeada por el enorme brazo de Sam, su aroma se siente con más intensidad y en mi alma siento paz. Pero existe algo que me inquieta y no se muy bien que puede ser, el lobo machista me ha aceptado, no tenemos a los brujos en nuestras vidas, todos ellos han muerto.

*¡Hola Liz!.* escucho la voz melosa de Calista en mi mente. *Pídele a nuestro Alpha que nos deje ver a su lobo, lo queremos conocer.*  Sonrió ante el deseo de al fin poder conocer al lobo. -¡Se lo pediré, tranquila!- muerdo mi labio inferior al sentir como Sam presiona su pelvis en mis nalgas, sentir aquella enorme polla provocando que mi boca y centro se haga agua. Me sonrojo al recordar todo lo que hicimos el día anterior, aquel enorme falo no se cómo pudo ingresar en mi, grueso, largo, con sus venas marcadas, jamás imaginé que esto sería tan adictivo, al tenerlo en mi boca, sentí que me ahogaría con el. *¡Yo cálculo que unos 30 centímetros de polla a de tener nuestro Alpha!* Calista acota sus cálculos del tamaño del pene de nuestro hombre, si, nuestro, él nos está aceptando y yo no lo dejaré ir, si eso cruza por su mente se irá pero sin su aparato de placer.

—¿En qué tanto piensas mi Luna?.— la voz ronca de Sam en mi cuello, su polla torturando mi parte trasera, solo incrementa una cosa en mi, el deseo. Quiero decirle que pienso de que forma se hundía en mi esta vez, pero no lo haré.

—Solo hablo con Calista.— digo una verdad a medias. —Ella pide conocer a tu lobo, queremos verlo.— siento como su mano se dirige a uno de mis senos, el cual lo amasa con su enorme mano, sacándome un jadeó.

—¡Dile que cuando Drake quite la ley de hielo conmigo nos veremos!.— su lengua pasea por toda la piel de mi cuello hasta llegar al lóbulo de mi oreja. —Ahora, deseo hundirme en ti, que ese coño me estruja la polla y yo llenar tu interior con mi semen.— eleva una de mis piernas rodeando un poco su cintura, siento la punta de su pene en mi entrada. —¡Húmeda, lista para mí!.— sin preámbulo alguno hunde todo su enorme hierro en mi.

—¡Por la diosa!.— dejo salir de mi garganta un grito de placer mezclado de dolor. Este dolor puedo sentirlo toda la vida, dispuesta y deseosa por sentir su enorme polla en mi interior.

—¡Eres lo más delicioso que he probado en mi vida. Eres mía, solo mía, mi Luna!.— una de sus manos viaja a mi clítoris, aumentando mi placer, sintiendo el calor abrumador y enloquecedor, que me lleva al mejor de los éxtasis.

(***)

Un encuentro mañanero para comenzar el día con las bolas relajadas había pensado Sam. Tomaron un bañó, para luego bajaron a desayunar, tomados de las manos, disfrutando de su piel y calor.

La sonrisa de Sam, no pasaba desapercibida para nadie de aquel lugar, sus padres observaban cada movimiento de la pareja, sintiéndose feliz al ver a su hijo como nunca habían tenido el privilegio, sonriendo, siendo atento con su Luna, sin importar que todos lo vieran, comprendieran que aquella pelirroja de ojos verdes y quién lo desafiaba siempre que podía, se había convertido en su todo.

—¡Quiero ver a las prisioneras!.— Sam cerro sus ojos, aún no comía su primer bocado y ella ya estaba demandando.

—¿Pará qué Liz?. Mejor desayuna y olvida a esas mujeres.— dijo sin mirarla, pero aún así podía sentir la penetrante mirada de la pelirroja.

—¿No me llevarás con ellas?.— pregunto desafiante, mientras llevaba un trozo de fruta a su boca, vió como él negó con su cabeza y eso le hizo enfurecer más, ella sentía que algo no estaba bien, que una de esas dos mujeres podría traer serios problemas, pero primero necesitaba verlas, escucharlas. —¡Perfecto, iré por mi propia cuenta!.— se puso de pie, ante la atenta mirada de todos y caminó hasta la salida.

—¡Liz White, ven este instante aquí!.— dijo un muy furioso Sam, golpeando la mesa a causa de la rabia que sentía al verla como le valía un carajo lo que él imponía.

—Ella jamás va a obedecer tus órdenes mi adorable hijo.— dijo una muy burlesca Lucila. Se puso de pie y caminó tras su Luna, al salir la vio caminar hasta el galpón donde estaban las celdas, sonrió al ver su andar, sintiendo en medio de su enojó una pizca de satisfacción al saber que caminaba algo extraño gracias a la invasión que él mismo hizo con su enorme polla. Corrió tras ella y la sujetó del brazo antes de que ingresará.

—¿Qué cojones es lo que buscas ahí?.— vio la furia en aquellos ojos verdes y la manera brusca con la que se soltó de su agarre.

—¡Responde Sam!. ¿Cómo puedes ser tan imbécil?. No te preguntas. ¿Porqué llegó aquí, quien las envío?. Algo pasa, no debes confiar.— Liz no sabía que la ex amante de Sam fue transformada y había llevado un mensaje, pero si tenía que reconocer que su Luna tenia razón, algo no estaba bien, fue de un momento a otro que llegó una enviada del mal nacido de aquel maldito vampiro.

—Ella fue transformada por el Rey de los vampiros, piden que entreguemos a Kerr. Quien te atacó, parece ser la prometida de tu amigo chupasangre.— comenzó a narrarle lo poco que sabía, ya que ella insistía y por ser su Luna tenía derecho a saber cada situación que se presentará en la manada.

Liz lo miró, tenía una leve sospecha de lo que pasaría, conocía muy bien a los vampiros, su amigo le había contado todo sobre ellos, un Rey no enviaba a uno de los suyos por un siempre mensaje, sabía que cada uno de ellos podía tener ciertos dones que los favorecía, uno de ellos era comunicarse telepáticamente, como lo hacían ellos con sus compañeros una vez existía la marca.

—¡Tu ex zorra debe tener un don y lo está utilizando para enviar información!.— Liz paso por un lado de Sam y caminó en dirección al campo de entrenamiento donde sabía perfectamente que encontraría a su amigo.

—¡Kerr!.— gritó a todo pulmón, llamando la atención de todos los que estaban en el lugar. El vampiro caminó hasta ella. —¿Puede un vampiro recién transformado obtener un don de inmediato?.— preguntó apresurada, él la miró y comprendió la incertidumbre de su amiga.

—Eso solo sucede si alguien de sangre real te transforma, sino tardas años, incluso siglos en descubrir si tienes alguno.— dijo con sinceridad, ella llevó su mirada a Sam, que había comprendido todo.

—¡Esa maldita está aquí con el único fin de enviar información!.— gritó enfurecida. —En este momento me llevas con ella, si no lo haces iré sola. ¡Nos pueden atacar en cualquier momento Sam!.—

—¡Me entregaré!.— habló de inmediato el vampiro, llamando la atención de la pareja, Liz caminó hasta él, tomó el rostro pálido entre sus manos e hizo que sus ojos se fijarán.

—¡Tú no te vas a entregar, eres mi amigo, mi familia y jamás permitiré que algo te suceda!. ¿Me has entendido?.— preguntó conteniendo las lágrimas, aquel hombre era como su hermano, no le importaba que aquello se viera extraño, ella no dejaría que nada malo le suceda. —¡No te atrevas a cometer esa locura, vé y recupera lo que es tuyo, vé y se el Rey!.— Sam miraba aquella escena con rabia, no soportaba que su mujer actuará así con aquel chupada, un rugido escapó de su garganta lo cual llamó la atención de su pareja y del vampiro.

—¡Entendido, hasta el fin seremos hermanos!.— dijo Kerr, para luego retirarse de ahí.

— Tú deja de gruñir, él es mi hermano Sam y lo defenderé.— se colgó del cuello masculino, para luego dejar un delicado beso en aquellos labios que a ella tanto le fascinaban. —¡Ahora llévame con esa zorra!.— él sonrió sobre sus labios, para luego tomarla de la mano y caminar hasta aquel lugar. Cuando ingresaron, fueron caminando con paso firme hasta aquella celda. Sam encendió la luz, encontrándose con la mujer que al percibir su presencia, comenzó a reír.

—¡ Hasta que al fin tengo el privilegio de tener frente a mi a los grandes líderes de esta manada!.— aquel tono de voz no era agradable para Liz, quien percibió los ojos negros de la morena y los colmillos listos para atacar. 


TORMENTA Y PODER Where stories live. Discover now