Capitulo 21

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La respiración de Liz es lenta, su corazón late cada vez más pausado, aquel vampiro solo quería matar a la loba, había un odio muy grande en aquel ser, no tenía que matarla pero saber que había compartido con Kerr nublo todos los sentidos de la chica vampiro.

—¡Maldita perra!.— susurro con sus dientes apretados, provocando que sus propios colmillos le dañaran sus labios. Cuando los ojos de Liz se cerraron, desvaneciéndose, el cuerpo de su atacante fue arrojado lejos, dando un fuerte impacto contra una roca, los ojos oro de Sam y los ojos grises fríos de Kerr miraron a la inconsciente loba. El vampiro le hizo una seña a Sam, para que fuese con su compañera, él se encargaría de aquel individuo, sin saber que se encontraría al gran amor que creía muerta.

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ℕ𝕒𝕣𝕣𝕒 𝕊𝕒𝕞:

Llegamos justo en el momento que el corazón de Liz comenzaba a morir, lo sentí, escuché su respiración cortarse, su corazón dejando de latir. Quiero comprender porque han querido matarla, porque le han hecho daño. Y un remordimiento que jamás había sentido viene a mi, yo también la he estado lastimando, también la dañe al punto que expuso su vida con tal de alejarse de mi. Tomo su cuerpo entre mis brazos, su cabello rojo cae en cascadas sobre mis brazos, su cuerpo junto al mío nos hace estremecer tanto a mi como a Drake. mi lobo esta nervioso y furioso. Miro en dirección al chupasangre, encontrándome con una femenina capturada, su piel tan blanca como la nieve, su cabello oscuro y un cuerpo delgado. No comprendo como pudo derribar aquella mujer a Liz, cuando ella es una guerrera, ella pudo contra Cicer.

—¿Quién es ella?.— le pregunto

— No está con Aleister.— es todo lo que dice el arrogante, pero lo dejo pasar, ahora debo llevar a Liz a la mansión. No estamos muy lejos, pero ella necesita entrar en calor con urgencia y ser atendida por un doctor.

—¡Llévala, pero la llevas a un calabozo!.— camino lejos de ellos, llegando a mi camioneta subo a Liz en el asiento trasero, cubro su cuerpo con una manta y me subo en el asiento de copiloto, pongo en marcha mi todo terreno y salgo a toda velocidad dejando a todos atrás, me importa un carajo, solo quiero que ayuden a la testaruda. Mataré a Aleister, juro que lo mataré. Nadie se mete con lo que es mío, aunque ella no lo sepa, aunque jamás se lo he dejado saber, ella es importante para mí, tanto que daría mi puta vida. Aprieto con más fuerza el acelerador, sintiéndome mierda, a lo lejos veo las luces de la mansión, los integrantes de la manada están por las calles y muchos de ellos buscando a quien llevo en el asiento trasero de mi camioneta. Lo cierto es que Liz se ganó el cariño de todos aquí y sobre todo de las mujeres. Paso el enorme portón que da acceso a mi hogar, visualizo a mis padres en la entrada, mi madre se nota furiosa, mi padre siempre guarda su postura. Me bajo del vehículo, abro la puerta trasera y tomo en mis brazos a la pelirroja.

—¡Por la diosa!.— mi madre eleva sus brazos al cielo. —Al fin has hecho algo bueno por tu Luna, muchacho engreído.— me reprende mi madre, mientras acaricia el rostro de Liz.

Veo al doctor llegar, con un movimiento de cabeza le hago entender que debe seguirme, por lo que ingreso al interior y subo las escaleras hasta mi habitación, la recuesto con delicadeza sobre el colchón y me giro para ver al médico.

—Haga su trabajo.— me quitó del medio y lo dejo hacer. Observo como toma su pulso, temperatura e inspecciona si tiene alguna herida, encontrando solo algunos rasguños en su delicado cuello y muñecas. Cierro mis puños con fuerza, al pensar que hubiera pasado si no llegábamos.

—¡Alpha!.— la voz del médico me vuelve al presente, lo miro impaciente por saber que es lo que tiene la chiquilla del infierno.

—¿Qué tiene?.— de un momento a otro me siento demasiado nervioso.

TORMENTA Y PODER Where stories live. Discover now