XXXV. Anhelos olvidados en la nada.

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Dos años habían pasado desde que decidió no volver a Konoha. Durante ese tiempo, había subsistido como un mercenario en los rincones más remotos, desempeñándose como espía entre los pueblos, capturando ladrones e incluso eliminando a algunos bandidos por los que se ofrecían suculentas recompensas. Sus manos, antes inocentes, ahora estaban manchadas de sangre, una marca indeleble de su lucha por sobrevivir en un mundo despiadado.

Aunque había prometido a Naruto que no seguiría ese camino, la realidad lo obligó a sumergirse en la oscuridad. El peso de toda la verdad lo perseguía entre las sombras, erosionando poco a poco su espíritu.

No había buscado a Itachi en todo ese tiempo, temeroso de enfrentar las verdades incómodas que yacían en el pasado. En cambio, había optado por huir, convirtiendo su vida en una sucesión interminable de evasiones y desafíos. Pero cuando Naruto reapareció en su vida, lo hizo con una fuerza avasalladora, recordándole el desprecio que la vida le había otorgado.

— ¿Qué haces aquí, Naruto? —inquirió Sasuke desde la penumbra de un frondoso árbol. El joven rubio parecía exhausto, sus ojos, una vez llenos de luz y energía, ahora destilaban tristeza y pesar.

—Estoy en busca de algo... algo importante —respondió Naruto con voz sombría, como si cargara con el peso del mundo sobre sus hombros. Sus palabras resonaron en el aire, huecas y carentes de la usual felicidad que solía caracterizarlo.

Sasuke percibió la desesperación que se ocultaba tras la fachada de fortaleza de su compañero de equipo. Un presentimiento ominoso se apoderó de él, agravado por las palabras que siguieron.

—Sakura-chan.

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Sasuke la contempló en silencio mientras ella dormía, su rostro sereno y vulnerable bajo la luz titilante del fuego. La paz que irradiaba en su semblante parecía contagiosa, y Sasuke se sorprendió al notar cómo los surcos de preocupación en su frente se desvanecían, transformándola en una visión de serena belleza. Carraspeó, como si temiera que sus pensamientos pudieran ser escuchados por la durmiente, apartando la mirada por un instante antes de volver a observarla con calma.

Las llamas danzaban, creando juegos de luz y sombra sobre la piel pálida de Sakura, resaltando cada rasgo delicado de su rostro.

Al observarla después de tanto tiempo, Sasuke sintió un alivio profundo inundar su ser. En ese momento, parecía como si todas las piezas de su tumultuosa existencia hubieran encajado finalmente en su lugar. Había rescatado a su hermano, había cumplido con su sed de venganza, y ahora, había encontrado a Sakura, mucho antes que Naruto, mucho antes que Kakashi. ¿Era acaso obra del destino?

Si ella lo había amado una vez, ¿no podría volver a hacerlo? ¿No podría así evitar el dolor que le aguardaba en el País el Fuego?

Una risa fugaz se escapó de entre los labios de Sasuke, seguida de un suspiro cargado de fatiga. La cercanía de Sakura lo perturbaba de una manera que no podía comprender del todo. En su presencia, se sentía desorientado, incapaz de reconocerse a sí mismo o de comprender los deseos que bullían en su interior. El poder que esa chica ejercía sobre él era asombroso, tanto que daba miedo.

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Los primeros dos días de viaje resultaron sumamente incómodos. Sakura notó de inmediato la antipatía que Karin sentía hacia ella, aunque la mujer apenas lo expresaba abiertamente, quizás debido a las secuelas que el golpe le había dejado.

— ¿Por qué la mujer de Sasuke no cocina? —se quejó Suigetsu, rompiendo el tenso silencio que envolvía el grupo.

—No es su mujer, y tú tampoco estás cocinando, idiota —respondió Karin, con evidente irritación. Lanzó una mirada cargada de acidez hacia Sakura, quien optó por ignorarla, lo que solo pareció enfurecerla más.

No me enamoraré en está vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora