CAPÍTULO 5 | AUSTIN

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—Vaya, tu hermana tiene carácter —comento poco después de finalizar la llamada. Si soy sincero, esta chica me ha acojonado.

—Es... muy intensa. Solo se preocupa por mí, aunque a veces se pasa —dice Tara, y la creo. Anda que si la creo.

—Te entiendo. Mi hermana tampoco me deja respirar. Siempre diciéndome lo que tengo y lo que no tengo que hacer. Y eso que soy el mayor.

—¿También tienes una hermana?

—Sí, pero vive en San Francisco con su marido. Son la parejita de abogados más solicitada de toda la ciudad.

Porque sí, mientras que yo no sé lo que desayunaré mañana, mi hermana tiene una vida perfecta: graduada en Harvard con honores, se casó el año pasado con su novio del instituto quien, casualmente, estudió lo mismo. Después se mudaron a esa ciudad llena de cuestas (en serio, ahí no necesitas entrenar piernas en el gimnasio) y poco después decidieron empezar a formar una familia. Todo precioso y de veras que me alegro por ellos. O me alegraría, si dejara de recordar que esa es la vida que debería tener en este momento, si tan solo... bueno, si tan solo las cosas no se hubieran torcido como lo hicieron.

—¿Y eso es bueno? —pregunta con cautela.

—¿Por qué no iba a ser bueno?

—No sé, por el tono en que lo has dicho no parece que te guste mucho.

Podría confesarle todo lo que siento al respecto, pero nunca he sido muy de contar mis dramas así que me cierro en banda. Como hago con todo el mundo. Incluido yo mismo.

—Pues claro que me parece bien. Es mi hermana y tiene una vida estupenda. Me alegro por ella.

—Vale...

Está claro que no se lo traga, pero doy la conversación por zanjada y aprovecho para cambiar de tema.

—Bueno, y ¿sois de Willow Creek entonces? —pregunto—. Te he oído antes.

Funciona, porque se le ilumina la cara y empieza a contarme. Me estoy percatando de que a esta chica le gusta demasiado hablar, siempre y cuando le saques tema de conversación.

—¡Pues sí! —exclama, súper ilusionada, como si ser del mismo pueblucho fuera lo más emocionante que le hubiera pasado—. No sé por qué no nos hemos encontrado nunca, el pueblo no es tan grande. De hecho, solo hay un instituto. ¿Cómo es posible que no te conozca?

—Bueno, a lo mejor nos hemos topado un par de veces y no nos acordamos —digo restándole importancia al asunto—. Además, ¿cuántos años tienes? ¿Dieciocho?

—Diecinueve —responde un poco ofendida—. Tan solo me sacas tres años. De hecho, mi hermana solo es un año menor que tú. ¿Cómo te apellidas?

—¿Qué tiene que ver eso? —Frunzo el ceño.

—A lo mejor ella te ha visto en alguna clase.

—Moore.

Tara se queda pensando unos segundos y entonces pregunta:

—¿Tu hermana se llama Isabella?

—Pues sí —respondo un poco tenso. No me gusta por dónde se está encaminando la cosa—, ¿por qué? ¿La conoces? Es bastante más mayor que tú.

—¿Estás de broma? ¿Isabella Moore? ¿Isabella Moore es tu hermana? —Conforme habla, da pequeños saltitos en el asiento—. Hay fotos suyas en la vitrina del instituto. ¡Fue la mejor capitana del equipo de animadoras que haya pisado el pueblo!

Vale, está claro que mi hermana lo hace bien todo. Y sí, soy consciente de las fotos. Yo mismo tuve que pasar por delante todos los días de secundaria mientras mis profesores se preguntaban por qué no podía ser como ella. Y ahora resulta que Tara es su fan número uno. Estupendo.

Amor de carreteraWhere stories live. Discover now