CAPÍTULO 2 | TARA

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Pienso en pedir un taxi, pero luego caigo en la fortuna por la que me puede salir así que, una vez descartada la idea, me doy cuenta de que esperar a que alguien que pase por aquí me recoja es la única solución.

Nunca he hecho autostop, pero sí que he visto muchas películas y tengo una ligera idea de lo que tengo que hacer. Quiero decir... solo es levantar el pulgar y rezar para no llamar la atención de ningún asesino en serie. ¿Qué podría salir mal? Así que eso es lo que hago.

Completamente decidida levanto el pulgar y espero. Lo suyo sería conseguir que alguien me llevara hasta la gasolinera más cercana y ahí buscar la forma de coger un autobús. Alquilar un coche sería lo mejor, pero, pese a que tengo diecinueve años, no tengo el carné de conducir. Lo sé, soy una rarita, pero en mi defensa diré que todas las personas de mi entorno conducen, así que nunca me he visto en necesidad de aprender a hacerlo yo. Además, ahora voy a vivir en Nueva York, una ciudad que, afortunadamente, cuenta con transporte público. Sobreviviré.

Pero bueno, tras media hora intentando que alguien pare solo he conseguido que tres personas me piten. No sé por qué pensaba que sería buena idea, siendo esta una carretera poco transitada.

Justo cuando me dispongo a sentarme y esperar un milagro mi teléfono empieza a sonar. Es Daisy, así que lo cojo:

—¡Hey! —digo en el tono más feliz que soy capaz de expresar en estos momentos.

—¡Buenos días! Solo quería ver cómo iba mi hermanita en su aventura. No me creo que vayáis a pasar una semana en la carretera, es súper emocionante.

Mierda. Tengo dos opciones: decirle la verdad y dejar que se preocupe o mentir. Dadas las circunstancias, creo que me decanto por la segunda opción. Daisy es capaz de venir en coche para recogerme, pero, teniendo en cuenta que está en Hollywood... no me parece la mejor idea. Así que respiro hondo y simplemente digo:

—Pues muy bien, sí, ya llevamos más de cien kilómetros y solo son las diez de la mañana, es increíble —todo esto incluyendo una risita nerviosa al final.

Por un momento no se escucha nada al otro lado de la línea y llego a pensar que ha colgado, cuando escucho:

—Vale Tara, ya me estás contando qué pasa.

Joder. Tendría que haber tenido en cuenta que es mi hermana con la que estoy hablando.

—¿Cómo que qué pasa? No pasa nada —digo, intentando expresar una calma que no siento en absoluto—. En serio, Daisy, todo está bien.

—¿Seguro? —pregunta con escepticismo.

—Segurísimo —confirmo con una voz tres octavas más aguda de lo normal.

—Vale, pues pásame a Liam para que me lo confirme.

Maldita listilla. ¿Por qué siempre lo averigua todo? Es imposible ocultarle nada. En serio. Desde que éramos pequeñas. Además de que el hecho de que me conozca mejor que yo misma no ayuda para nada.

—Am, es que en realidad ahora mismo no puede ponerse, está hablando con su madre por teléfono.

—¿Ah sí? Y, ¿por qué no se le escucha?

—Obviamente intenta hablar bajito para no molestarnos.

—Tara.

Y con esto ya sé que he perdido la batalla. Porque a mi hermana no hay quien le gane y mucho menos quien le mienta.

—Vale, pero no te asustes.

—Ya me estoy asustando, Tara.

—Es posible que Liam y yo hayamos roto...

Amor de carreteraWhere stories live. Discover now