Capítulo 28: Hablemos

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Valentina se acurrucó en el sillón con las piernas cruzadas. Exequiel apretaba sus manos y lo miraba con seriedad a él que terminó su vaso de agua y suspiró. ¿Qué hacer? ¿Qué se dice cuando encontras a tu mujer en esta situación? ¿Qué se dice cuando hiciste lo mismo? ¿Cuándo volves de ver a alguien que definitivamente te mueve el piso?

— Yo no debería estar acá — concluye Exequiel después de un minuto de silencio. Valentina asiente, Enzo, sin embargo, vuelve a negar.

— ¿No sos parte de toda esta situación? Quedate, no seas cagón — disparó con algo de amargura, evitando fijar su mirada en Valentina.

— Enzo yo no sé qué crees que pasa entre nosotros — comenzó él a decir — pero

— ¿Pero qué? — carcajeó el morocho, riéndose. — ¿Me vas a decir que estaban jugando al tenis? Por favor, Exequiel.

— Enzo — Valentina tomó aire y llamó su atención. Cuando sus ojos se chocaron con los de ella un nudo invadió su garganta. ¿Por qué todo se volvía difícil? — Creo que tenemos que hablar, vos y yo. Nadie más.

— Pero afrontemos de una buena vez las cosas Valentina — aunque no quería pelear, la voz le salió muy fuerte y enojada, estremeciendo la piel de ella. — están los dos acá, perfecto. Díganme la posta y déjenme de tratar de imbécil. Llego a mi casa y me encuentro a mi mujer a los besos con su amante en el sillón

— ¿A tu mujer? — la pregunta de Valentina fue irónica también.

— Creo que este quilombo es de ustedes — susurró con cautela Exequiel.

— Vos estas metido en el medio hace años — volteó Enzo — siempre estuviste en el medio asique ahora no te vengas a hacer el pelotudo.

— Enzo — lo interrumpió Valentina, cubriéndose la cara con la mano, desesperada.

— No. No entiendo Valentina, tuviste la oportunidad ¿Por qué carajo no te fuiste con él?

— Yo a Valentina no la veía desde la muerte de Olivia, si te interesa saberlo. — comenzó a explicar Exequiel, interrumpiéndolos a los dos y poniéndose de pie, a la vez que agarraba sus cosas. — Perdona lo que acabas de ver, tenes razón, yo estaría recaliente también. Pero realmente no tengo nada que hacer acá, no tiene sentido, no tendría que haber venido.

Y sin decir más, sin voltearse siquiera a observar a Valentina y ante los ojos sorprendidos de Enzo, Exequiel se dirigió a la puerta y se fue. El silencio que reinó en la sala después de eso fue bastante atroz: atroz porque Enzo podía imaginarse mil escenarios cuando vio el auto de Exequiel afuera de su casa, pero ese no. Pensaba dejarla, pensaba pedirle que se fuera con él, que haga su vida, que sea feliz. Pero las cosas cambiaban y de forma muy rápida. ¿Ella era feliz? Enzo hubiera jurado que Valentina no había perdido el contacto con Exequiel esos años.

— Valen... — su voz salía dudosa, ya no tan enojada o triste, sino mas bien dubitativa. — ¿Estas bien?

— ¿Bien? ¿Vos estas bien? — Enzo le sostuvo la mirada con seguridad pese a lo fría que se tornaba su mirada. Pese a su lenguaje corporal sumamente alterado. — ¿Qué carajo fue esta escena Enzo? Dios — se tomó la cara con enojo — No sabía que venias.

— ¿Por qué seguís acá Valen? ¿Por qué no te vas con él?

— ¿Con Exequiel? — carcajeó, corriéndole la mirada.

— ¿No estabas enamorada de él?

La guerra de miradas incomodas, duras, frías y fortuitas. Enzo sentía que era una conversación necesaria pero sumamente dolorosa. Valentina significaba mucho más de lo que era. Valentina era simbólica, Valentina no era concreta. Si ese día le preguntaran si él estaba enamorado de ella, como Clara lo había hecho aquella vez, diría con seguridad que no. Pero si ese día también le preguntaran si estaba dispuesto a dejarla ir, la respuesta seria la misma y hasta tal vez con mayor seguridad que la anterior.

Claroscuro - Enzo FernándezWhere stories live. Discover now