Capítulo 9: Hermanos

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La noche en que le cambió la vida Clara volvía a su casa de madrugada. Horas antes había salido con sus amigos, los de siempre, los de la secundaria, aquellos con los que se juntaba horas en la plaza a tomar algo y reírse de las boludeces que sucedían en la escuela. Tenía solo dieciséis años cuando pasó. Y estaba algo borracha. La noche había sido divertida, sus amigos compartieron juegos, risas y algún que otro chiste. Ella compartió un beso con Fernando, un compañero de la secundaria que, luego de que se extendiese la noche en la plaza, la acompañó hasta su casa. Y es por ese simple gesto inocente que cuando entró al inmueble Clara sonreía.

Pero la sonrisa duró poco. Allí estaba él esperándola.

Flashees, imágenes. Algunas un poco borrosas. Golpes, heridas y llanto, mucho llanto. Persecución. Su padre a los gritos, su madre llorando. Agustin desquiciado.

— No puedo Lean — Clara negó con la cabeza — no puedo hacerle eso a Julián.

— Clari no le haces nada a Julián diciéndole la verdad — ella continuaba negando con su cabeza, estática, dura. — Tiene que saberlo.

— Dame tiempo — pidió. Leandro miró al techo.

— ¿Cuánto?

— No sé, no sé. Necesito... — suspiró ofuscada y se tomó la cabeza. — Necesito cuidarme sola. No puedo depender de vos o de cualquiera toda la vida. No puedo depender de que otros me cuiden.

— Denuncialo entonces.

La mirada de ella se perdió en sus ojos. Tantas veces pensó en hacerlo, en ir a la comisaria, en pedir una orden de acercamiento y que todo el mundo se enterase con la clase de monstruo con el que convivió tantos años. Poder sentirse finalmente libre, poder volver a Calchín alguna vez en su vida y no tener miedo. Miedo a que aparezca, miedo a que la amenace como tantas veces lo hizo, miedo a que le cague la carrera a Julián como tantas veces dijo poder hacer, miedo a que los demás reaccionen como sus padres al enterarse, miedo que la odien, miedo a perder al único hermano que le quedaba, miedo. Simplemente miedo. Y de ese que paraliza, que congela hasta los huesos, que duele.

— Sabes que no puedo hacer eso.

— No lo quisiste hacer cuando Julián estaba en reserva porque creías que le ibas a cagar la carrera y por eso te fuiste a Europa conmigo — la voz de Leandro no era para nada condescendiente. Esto no tenía que ver con ellos. Esto tenía que ver con ella. Con ella y sus miedos, sus angustias y la manera de huir de los conflictos siempre. Con ella y su poca confianza en la gente que la quiere. Y tal vez con él, con él que la quiso como a nadie en la vida y que rompió todo lo construido en un abrir y cerrar de ojos. Con él que siempre temió a sus reacciones, con él que se propuso cuidarla. Con él que la separó de Agustin Álvarez cuando esté la atacó luego de un superclásico, con él que la conoció en sus oscuridades y sus virtudes, con él que la abrazó ese día sin conocerla y la sacó de ahí. Con él que avaló su silencio, con él que enfrentó a sus padres, con él que había sido incondicional pero que ya no podría serlo.

— ¿Y eso que tiene que ver?

— Julián hoy ya es un jugador increíble Clara, nada de lo que hagas va a eclipsar su carrera. Y vos tenes derecho a vivir tranquila. ¿Todavía te manda mensajes?

— Lo tengo bloqueado de todos lados. — negó. Hacia tiempo que no aparecía. — Necesito Lean, que confíes en mi — Leandro negó con la cabeza nuevamente desviando su mirada de ella hacia la pared. No se dejaría persuadir, no en esto. — por favor. Te prometo que... que si llego a vislumbrar algún ápice de peligro lo voy a denunciar y le voy a contar todo a Julián. Pero no me obligues a hacerlo ahora, no ahora que estoy tratando... — la auto interrupción le llamó la atención a él. Clara trataba de respirar y tenia una mano en su pecho. Las lágrimas se acumulaban en sus ojos y un nudo cada vez más grande se apoderaba de su garganta — estoy tratando de sobrevivir.

Claroscuro - Enzo FernándezWhere stories live. Discover now