Capítulo 27: Miedo

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― ¿Qué es lo que te enoja tanto?

La psicóloga la miraba hacer su berrinche con una sonrisita cuasi graciosa. Es que la escena era eso:  cuasi graciosa, cuasi caprichosa, cuasi. Porque Clara exponía sus dramas, casi que a los gritos, caminando sin parar en el consultorio de esa mujer que anotaba todo, la miraba de reojo y reía ante algunas reacciones. Fue así las tres veces que la vio esas dos semanas desde la fiesta en la casa de Enzo.

― ¿Es en serio? ¿Me estas escuchando? ― por momentos la castaña sentía que ella no lo hacía. Aunque sabía que sí. La cara que le puso la profesional le indicó seriedad, lo cual la abrumó y obligó a sentarse en el sillón con pesadez. ― No sé, supongo que no quería que esto pasara.

― ¿Venir a terapia o que tu hermano se enterara que tomas pastillas para dormir?

La pregunta la dejó muda unos segundos aunque la respuesta era muy obvia. Ir a terapia ya era un hecho, el turno lo tenía y comenzaría a asistir pase eso o no. Clara era muy consciente que lo necesitaba y estas dos semanas lo comprobó. Salir de ese consultorio y sentir alivio, angustiada pero aliviada. La necesidad de hablar, de sacar las cosas para afuera, las preguntas correctas que si bien no tenían respuesta la llevaban a analizar las situaciones de otra manera. Definitivamente empezar terapia fue un acierto.

― Julián me mira con miedo ― admitió. Los primeros días después de la fiesta se tornaron sumamente oscuros.

Oscuros porque ella volvió a cerrarse sobre sí misma, a no contestar el teléfono, a permanecer en su habitación, a huir de la mirada de todos y cada uno de los que la rodeaban. Y Julián se desesperó de forma notoria: un día lo encontró durmiendo en el pasillo de su habitación. Al despertarlo el castaño la abrazó y lloró alrededor de una hora hasta que pudo decirle lo que le pasaba: miedo. Miedo a que ella haga una locura, miedo a no estar cerca cuando pase, miedo a que pierda el control. Julián le confesó que ya sabia lo de las pastillas pero que nunca la había visto como ese día en la fiesta.

― ¿Lo que te molesta es que te mire con miedo? ― Clara asintió, en silencio ― El miedo es normal Clara y mas si es alguien a quien queres.

― No quiero que tenga miedo ― se cruzó de brazos.

― Eso no es algo que vos puedas manejar Clara, es un tema de tu hermano. Lo que si podes hacer vos es tratar de enfocarte en lo que a vos te pasa. Entre lo mucho que decís sentir... ¿no sentís miedo?

Todos los días, todo el tiempo. Los ojos se le llenan de lagrimas y siente como la garganta se le cierra y no puede hacer otra cosa mas que llorar. Desarmarse y llorar, tapándose los ojos con ambas manos y dejando que el ahogo salga ahí, mientras que la profesional dejaba de anotar las cosas en su cuaderno y le extendía una caja de pañuelos de papel.

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El día estaba soleado cuando salió del consultorio aunque hacia un frio terrible que se le colaba hasta los huesos. Clara apretó su cuerpo en un abrazo y apresuró el paso hasta que vio un auto estacionado allí nuevamente y carcajeo.

― ¿Otra vez vos acá? ― Enzo la miró, sonrió y asintió, abriéndole la puerta del acompañante.

Ella ingresó, puso una canción en la radio y el comenzó a manejar en silencio. Hace unos días que esa se volvía la rutina. Ya sea por su casa, por el trabajo o por la psicóloga, Enzo aparecía en la puerta, ella se subía y compartían unos breves momentos juntos hasta llegar al próximo lugar al que ella tenia que ir. No hablaban mucho, de hecho, casi que no hablaban nada. Clara no quería hacerlo, no quería decirle nada y él solamente respetaba sus silencios, hacia alguna que otra broma tonta para hacerla reír pero se limitaba a acompañarla de esa manera.

Claroscuro - Enzo FernándezOnde histórias criam vida. Descubra agora