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En una habitación silenciosa, apenas iluminada por la débil luz de una vela titilante, dos figuras se encontraban envueltas en un juego de sombras danzantes. El suave susurro del viento fuera de la ventana apenas lograba penetrar el misterioso halo que rodeaba aquel espacio, donde la realidad y la ilusión se entrelazaban.

En el centro de la sala, un hombre sostenía entre sus dedos un péndulo de ébano, oscilando con una cadencia hipnótica. El fulgor plateado del objeto se deslizaba de un lado a otro, como el péndulo de un reloj que marcaba el compás del tiempo, pero este no medía las horas, sino la profundidad de la mente humana. El péndulo se movía con un ritmo hipnótico, como una serpiente que se mueve con elegancia antes de envolver a su presa. Cada balanceo emanaba una extraña sinfonía, un susurro inaudible que penetraba en las profundidades del subconsciente. Los ojos del hombre, dos espejos opalescentes, reflejaban la luz de la vela, pero guardaban secretos más oscuros que la misma penumbra que los rodeaba.

Frente a él, otro hombre, con la mirada fija en el péndulo, se sumía en una trance silencioso. Sus ojos, fijos en el vaivén rítmico, se llenaban de una bruma etérea mientras su mente se deslizaba por los caminos de la sugestión. Cada giro y cada movimiento trazaban senderos en su mente, desenterrando supuestas verdades enterradas en las capas más profundas del olvido. 

El péndulo se convertía en un pincel invisible, dibujando posibles memorias olvidadas en el lienzo de la conciencia. Cada movimiento, una caricia sutil a las puertas del pasado, abriéndolas con delicadeza para revelar secretos marchitos y recuerdos sepultados en el rincón más oscuro del jardín de la mente.

El hombre que manipulaba el péndulo, con una voz profunda y melódica, rompió el silencio sepulcral. 

—Entre los espinos de la memoria, hallarás la historia de aquella rosa, la musa que inspira tus sueños y atormenta tus pesadillas.

El otro, aún inmerso en el trance, percibió el aroma de las rosas en el aire, aunque ninguna flor física adornara la habitación. En su mente, las rosas se convertían en metáforas de su pasado, cada una representando un capítulo que el péndulo intentaba difuminar. 

—Aquella rosa te llama, pero su voz se desvanece entre los susurros del pasado difuso. ¿Puedes realmente recordar su color, su fragancia, la textura de sus pétalos? 

El hombre hipnotizado luchaba por aferrarse a esos destellos de recuerdos, como si estuvieran a punto de desvanecerse en la neblina de su propia mente. Un destello fugaz de imágenes, colores y emociones lo envolvió, como si estuviera atravesando un pasillo oscuro lleno de puertas cerradas.  

Al final de dicho pasillo, una puerta entreabierta dejaba filtrar la luz tenue de un recuerdo. Allí, en el umbral de la memoria, una rosa parecía nacer de la penumbra. Cada pétalo era un suspiro de su pasado, y la fragancia, una mezcla embriagadora de alegrías y penas. A medida que el péndulo trazaba arcos en el aire, los espinos de la memoria se desgarraban, revelando una historia que se negaba a marchitarse.

—Olvídala y arráncala de tu corazón...

ROSE ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora