41. PREDECIBLE

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Este es un capítulo breve, pero... pues está potente.

Espero que Nina no se ofenda ni malinterprete mi actitud

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Espero que Nina no se ofenda ni malinterprete mi actitud. Creo que no estoy enfadada, aunque me falte seguridad para afirmarlo. Es solo que necesito mi espacio por algunas horas. Amo pasar tiempo con ella, compartir la rutina y convivir juntas, pero en momentos como estos lo mejor que puedo hacer es estar sola, por el bien de ambas. Si me quedo, la lastimaré apenas pierda el control de mis emociones; me conozco lo suficiente como para saber que voy a reaccionar mal, que soy un volcán a punto de erupcionar ante la más mínima tontería.

Nina no se merece eso. Ojalá pueda tenerme paciencia, sé que debe ser difícil para ella lidiar con mi personalidad de mierda y con esta clase de actitudes.

Sin esperar por el elevador, troto un montón de pisos por las escaleras hasta que me quedo sin aire. Tomo un descanso de casi diez minutos entre la quinta y la sexta planta y luego continúo, agitada y agotada, hasta que alcanzo el rellano general y abro la puerta. El contraste de temperaturas golpea el rostro de repente y ayuda a apaciguarme un poco. Fuera hace frío, mucho más de lo que sospechaba.

No importa. El aire fresco y la brisa marina me ayudarán a ordenar los pensamientos a mi ritmo, ya sea que tome algunos minutos o toda la noche.

Abandono el edificio con un portazo, no porque esté furiosa sino porque me cuesta controlar mis propias emociones, que se enredan y se gritan, superponiéndose, tratando de imponerse y de dominar. Hay una guerra en mi cabeza y necesito ponerla en tregua lo antes posible. La jaqueca es peor a cada segundo.

Ya en el aparcamiento, me coloco el casco protector, monto en Tali con cierta torpeza, la enciendo y avanzo lento por algunas calles hasta la gasolinera más cercana. Lleno el tanque por precaución, hace bastante que no lo hago; compro también un paquete de cigarrillos y un encendedor económico porque no he traído el mío. Considero pedir un café, pero desisto porque sé que los de esta cadena no me agradan.

De allí, voy directo hacia la costa, sin importar que sea en una zona concurrida y turística porque solo necesito sucumbir al vicio por un rato, hacer una pausa para adormecer la tensión momentáneamente.

Me detengo por unos quince minutos en el primer sitio libre que hallo; a pesar del frío, mucha gente camina por aquí y el tráfico es insoportable. Ciertamente preferiría descansar en otra parte, pero no puedo continuar con mi recorrido sin tomarme este descanso para poder fumar. La nicotina es un analgésico veloz a mi estrés, adormece a la multitud interna que lleva rato alzando sus voces.

Cuando noto que mis hombros dejan de estar tensos, sonrío. Apago la tercera colilla y la arrojo a un cesto antes de volver a la motocicleta. Me siento un poco mejor, estoy lista para el viaje.

Mucha gente dice que conducir le resulta estresante y abrumador. Existe un término que se usa incluso en el ámbito legal para referirse a la furia que siente quien está tras el volante cuando incordia o lastima a otros a su paso: road rage. Y lo entiendo. Después de todo, una de las mayores causas de muertes en este país es por accidentes de tránsito. Salvo en algunas grandes ciudades, alrededor del 90% de la población adulta tiene su propio vehículo porque el transporte público del país es una mierda en comparación con otras partes del mundo que he visitado. No obstante, y a pesar de todas las estadísticas, a mí me ayuda a relajarme porque siento que, al menos en un aspecto de mi existencia, estoy en control de la situación.

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora