10. FELICES

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*Nota: no recomiendo leer este capítulo en público

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*Nota: no recomiendo leer este capítulo en público.


El cuarto de hotel está hecho un desastre. ¡Hay cosas por todos lados! Temo que mañana tendré que salir a comprar otra maleta y ver cómo demonios haré para que mis pertenencias quepan allí. Uno de los mayores problemas de necesitar talla grande es que la ropa ocupa mucho espacio. ¡Y eso que le dejé a Kaya casi todo mi ropero de invierno!

De pie en el centro del espacio y con los brazos cruzados, paseo la mirada por los objetos que he recuperado de la casa de mis padres. ¿Para qué demonios necesitaría doce bolsos oscuros en Miami? ¿O cuatro pares de botas y zapatos? ¿O tres trajes formales como para ir al jurado? ¿O...? La verdad es que simplemente pensé que debía vaciar la casa, no me detuve a considerar que podría haber abandonado aquello que ni mis amigas ni yo deseábamos conservar.

Solo... mi intención fue que a mis padres no les quedara nada mío. Y que lo que fuese de buena marca no se echara a perder. Porque claro, es fácil donar blusas o pantalones gastados, pero ¿un tapado de casi quinientos dólares? Para eso lo vendo yo por internet, ¿no?

Suspiro.

La mitad de lo que tengo aquí ni siquiera me queda bien.

Soy de esas personas que guardan prendas por varios años con la idea de que algún día bajarán de peso y las podrán usar otra vez. Todavía conservo una blusa azul marino cuyos botones no alcanzan a cerrarse y dos pantalones costosos que no suben más allá de mis muslos, por ejemplo. Me los acabo de probar y ha sido una horrenda decepción porque estaba segura de que había perdido peso el mes pasado, supongo que no ha sido tanto como me parecía.

Es sumamente estresante. Son talla mediana, los podía lucir en la adolescencia sin problemas y se me veían muy bonitos. Sin embargo, una vez que me gradué del secundario y ya no tuve que practicar más deportes, mi vida se tornó tan sedentaria que incluso con la misma dieta empecé a descuidar mi imagen.

"Algún día...", me prometo. A esta altura, sin embargo, sé que es probable que jamás me los pueda volver a poner.

Ya cené, y me arrepiento un poco de ello porque comí más de lo necesario otra vez. Soy mala para controlar el tamaño de las porciones por mi cuenta. Es extraño. Si nadie me ofrece comida, ni siquiera siento hambre a veces. Pero si alguien pone alimentos frente a mí, como hasta acabar. Soy como un animal en ese aspecto, o eso dijo siempre mamá.

Suspiro de nuevo y veo la hora. Es temprano y no tengo nada que hacer, así que pongo música en mi teléfono, arrojo toda la ropa arrugada sobre la cama y comienzo a doblarla y a apilarla sobre una mesa lateral del cuarto. Divido lo que más me gusta de lo que menos, también lo que es mi talla y lo que me queda muy pequeño. Tengo que deshacerme de algunas cosas más antes de regresar a Miami, aunque me cueste.

Cualquiera sea el sitio que rente para vivir seguro será pequeño, no tendré un cuarto-armario como Myre. Quizá ni armario tenga, de hecho.

"No pienses en eso ahora", me digo. Sé que preocuparme por lo que ocurra en una semana me llenará de ansiedad, así que bloqueo los temores por el momento y continúo separando la ropa.

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora