17. (IN)DIGNA

8.2K 735 261
                                    


El sillón es incómodo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El sillón es incómodo. La luz del sol entra sin miramientos por las ventanas que me rodean y no hay cortinas que pueda usar para cubrirlas. Solo tengo una manta encima, y hace demasiado frío, así que no estoy dispuesta a usarla para taparme el rostro. La vista me arde y una jaqueca densa y punzante se acrecienta a cada instante.

Para peor, el desorden del apartamento me pone muy nerviosa. A eso se le puede sumar la ansiedad generada por mis acciones, la incomodidad y la suciedad de la ropa que llevo puesta y otros tantos factores. Sé que no podré dormir sin importar qué tan agotados se encuentren mi cuerpo y mi cerebro. Los ojos me arden a causa del llanto silencioso que me acompaña desde que me recosté.

Ojalá las personas tuviéramos un interruptor de encendido y apagado.

A juzgar por el cielo, ya debe ser mediodía. Mi estómago ruge por la falta de una cena y un desayuno. Además, cuando las emociones fuertes se convierten en un torbellino en mi interior, siento hambre. Envidio a las personas que dejan de comer a causa de su estrés, porque yo hago lo contrario. Muero por un chocolate con trozos de almendras. O por un cupcake de pistacho, como los que venden en la universidad.

Se me hace agua la boca solo de pensar en esas cosas... mierda.

Suspiro y me incorporo, rendida. No voy a descansar ni un poco aquí. Los vecinos son ruidosos, el tráfico de la calle resuena sin cesar y me avergüenza mucho imaginar a los otros ocupantes del apartamento pasando frente a mí y observándome como si fuera un perro callejero al que recogieron por lástima.

¿Dónde estará Shanice? Seguro que en su cama, con almohadas y calefacción. Dijo que se levantaría a almorzar y que podríamos preparar algo juntas, así que debo aguardar por ella. No quisiera tomar comida de las alacenas o del refrigerador sin pedir permiso.

Abro mi bolso y tomo el teléfono, que sigue apagado. Me aterra encenderlo y hallar decenas de llamados de mis padres, mensajes con amenazas o quién sabe qué. ¿Habrá forma de que sepan dónde me encuentro por el GPS, incluso cuando no lo estoy usando? No lo sé con certeza, pero tampoco deseo arriesgarme. De momento, la pantalla seguirá en negro. Tal vez en unos días me atreva a ver qué clase de notificaciones aguardan por mí. Supongo que lo bueno de no tener amistades reales o pareja estable es que mi familia no tiene ni un sitio en el que puedan comenzar a buscarme.

No volveré a la casa. Incluso si tengo que quedarme aquí, casi sin dormir, por unas semanas. Cualquier cosa es mejor que enfrentar la tormenta que me esperaría si regresara con mi familia. Creo que hasta ir a la cárcel debe ser más sensato. Allí seguro te dejan interactuar con otros, hacerte tatuajes, forjar lazos con otros prisioneros, etc. Es mucho más libertad de la que he tenido hasta ahora.

Lloro. No por tristeza, sino por miedo. Por desesperación. Vuelvo a romperme cual muñeca rota cada vez que pienso en mi huida. Soy una bola de nervios con emociones contradictorias y poderosas que no dejan de asaltarme sin previo aviso.

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora