14. (IN)COMPLETA

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Salgo de la bañera y tirito de frío, pero no me envuelvo con la toalla

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Salgo de la bañera y tirito de frío, pero no me envuelvo con la toalla. Voy hacia el espejo del cuarto del hotel y me observo. Una delgadez casi enfermiza marca mis huesos debajo del pecho, tengo el rostro pálido y, al mismo tiempo, cubierto por sombras oscuras a causa del insomnio. Ni el mejor maquillaje del mundo podría cubrir eso. Comienzo a cepillarme el cabello, las yemas de mis dedos siguen arrugadas por el tiempo que pasé bajo el agua. Ojalá me hubiese quedado dormida y ahogado.

La cabeza me palpita con una jaqueca constante y dolorosa. Es como si un tambor estridente golpeara sin cesar y a mal ritmo dentro de mi mente. ¿Qué hora es? Necesito alistarme para ir al concierto. Por fortuna, es el último y podré regresar a casa. O saltar por la ventana al regresar, ¿quién sabe? Últimamente me cuesta reprimir ciertos impulsos de quitarme la vida.

Desde lo ocurrido con Wisp, me desconozco a mí misma. Sin darme cuenta, pienso en la muerte y en qué tan fácil es llegar a ella. Cuando salgo a fumar al balcón, miro hacia abajo y me doy cuenta de que con un solo paso podría arrojarme a la avenida. Y listo. Se acabarían los problemas y la tristeza, desaparecería el estrés. Sería muy fácil. Demasiado fácil. Cuando voy en el coche en movimiento observo la manija de la portezuela y contengo el impulso de abrirla y saltar. Me aterra sentir esa necesidad de hacerlo, y no sé cómo he logrado mantener la calma siempre. ¿Y si un día cierro los ojos y me dejo llevar por la promesa de la libertad? Tengo miedo. Me asusta mi propia mente, mi forma de contemplar distintas posibilidades de fallecer a diario. No creo tener el valor suficiente para quitarme la vida. Sin embargo, en más de una ocasión me sobran las ganas y deseo no ser tan cobarde. No confío en mí misma. Los demonios que habitan en mi interior son poderosos, y me asustan. Me asustan mucho.

Tengo la esperanza de que, si resisto hasta regresar a Miami, esos monstruos se irán por sí solos. Debo ser fuerte. Darme tiempo a sanar por mi cuenta, como siempre he hecho. Si eso no ocurre, al final del verano me prometo ver a un especialista. Esa es mi última opción y no quiero tener que recurrir a ella, a una persona extraña que busque soluciones a mis problemas.

Suspiro.

"Mierda, olvidé teñirme", noto. Se suponía que iba a retocar el púrpura para la función de esta noche porque es una fecha importante. Ya no hay tiempo. Supongo que cambiaré el outfit un poco para poder incluir una gorra.

No quiero ir. No tengo fuerzas ni ánimos para cantar. No obstante, debo hacerlo. Sé que no puedo escapar de este tormento en particular. Muchas personas me han decepcionado a lo largo de la vida, pero no los fans. Ellos, con sus excentricidades y locuras, son los únicos que no merecen mi traición. Y por eso es que, a pesar de las circunstancias, me niego a cancelar el concierto.

Voy desnuda hasta la maleta, que está abierta sobre la cama. El colchón grita en silencio que me recueste y que me rinda. Temblorosa, venzo la tentación y me coloco ropa interior. Ni me fijo si va a juego o no. Da igual. En estos instantes absolutamente todo me da igual.

★ (IN)HOOMAN  ★  [BILOGÍA COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora